LOS
RECOVECOS DE MANUEL MIGUEL
Desbocada
reinvención de la vida de Manuel Espínola Gómez.
Hugo
Giovanetti Viola
Primera edición: Caracol al Galope, 1999.
Primera edición WEB: elMontevideano Laboratorio de
Artes, 2016.
DECIMOSEXTA ENTREGA
CUARTA
PUERTA: EDUARDO FABINI (4)
Me
desperté de la siesta con la brumosa sensación de ser un Hombre Nuevo. Estaba
atardeciendo, y Despacito podaba los arbustos del fondo.
-Un
ho-nor -saludó, acomodándose la boina.
El
caballete ya había sido retirado del jardín, pero Fabini seguía sentado bajo el
ombú. Ahora usaba traje blanco y tocaba fatigosamente la guitarra. Parecía muy
envejecido.
-Por
fin -sonrió al terminar el Triste Nº 2. -¿Sabe
que usted acaba de dormir una siesta que duró nueve años? Estamos en 1949.
-¿Y
Manolo?
-Recién
salió a dar una vuelta. Pero mire que ya hace meses que vive en Montevideo. Hoy
lo encuentra por casualidad en Solís, de visita. ¿Escucho la transcripción que
hizo Rapat del Triste? Cuando lo oí
den mi casa le tuve que pedir que lo repitiera dos veces, para poder descifrar
algunos malabarismos que no se me aparecían demasiado claros estando -como
estaban- muy bien hechos. Y el hombre parecía preocupado porque pensaba que yo
tal vez no iba a aprobarlo.
-¿Y
qué me dice de la versión del Triste que
toca Olga Pierri con el conjunto?
Fabini
se esforzó para observar la luna que ascendía detrás de la alameda plantada en
la otra cuadra por su hermano Enrique y dijo:
-Yo
no soy religioso y sin embargo siempre he sentido que Olguita vendría a ser una
especie de Nuestra Señora de la guitarra uruguaya. Quién sabe lo que surgirá de
esa escuela. ¿Vamos a dar un paseo por el fondo? Últimamente tengo prohibido
caminar mucho.
Pensé
en mi pesadilla.
-Allá
anda Despacito con sus jazmines -jadeó Fabini, dándome el brazo y emponchándome
un momento con la particularísima dulzura de su colonia. -Manolo dice que Despacito
se agarró un metejón con los jazmines, pero en realidad él ha vivido siempre
enamorado de las muñecas que se ven pasar en el gallo de Felisberto.
Entonces recuerdo a la vieja que
nos acechó durante aquel mediodía de 1940 y entiendo que el Hombre Nuevo está
condenado a redimir las alucinaciones del horror, de aquí a la eternidad.
-¿Manolo no habrá ido a darse un
baño espacial, como en los viejos tiempos? -pregunto al enfrentarnos a los
jazmineros.
-Puede ser. Aquel anda muy obsesionado
con la llegada del hombre a la luna. Desde que era muy jovencito ya viene
hablando de eso.
-¿Y usted qué opina de eso?
-Yo escucho. No digo ni que sí ni
que no. Reconozco que cuanto más de cerca podamos respirar la gran blancura
nocturna mejor podremos comprender la gran infinitud.
Y mientras yo recuerdo el reino de
las pupilas de Ojos de Plata escuchamos gritar:
-ACABAMOS DE PISAR LA LUNA,
MAESTRO!!!!
Manolo está parado abajo del ombú,
con el saco de pana azul eléctrico cubierto por filtraciones que parecen medallas
nacaradas.
-Viene de l969 -le explico
nerviosamente a Fabini.
Pero el maestro no sólo asimila la
noticia con impasibilidad sino que retruca, levantándose el ala del sombrero:
-Bueno, menos mal. Ahora esperemos
que la Humanidad no termine dándole de comer estrellas a las gallinas.
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