SAN
JUAN DE LA CRUZ
NOCHE
OSCURA
TRIGESIMONOVENA ENTREGA
LIBRO SEGUNDO
DE LA NOCHE OSCURA,
TRÁTASE DE LA MÁS ÍNTIMA PURGACIÓN, QUE ES LA SEGUNDA NOCHE (PASIVA) DEL
ESPÍRITU.
CAPÍTULO 9 (1)
Cómo,
aunque esta noche oscurece el espíritu, es para ilustrarle y darle luz.
1 / Resta, pues, decir
aquí que esta dichosa Noche, aunque
oscurece el espíritu, no lo hace sino para darle luz para todas las cosas; y,
aunque la humilla y pone miserable, no es sino para ensalzarle y levantarle; y,
aunque le empobrece y vacía de toda posesión y afección natural, no es sino
para que divinamente se pueda extender a gozar y gustar de todas las cosas de
arriba y de abajo, siendo con libertad de espíritu general en todo.
Porque, así como los
elementos, para que se comuniquen en todos los compuestos y entes naturales,
conviene que con ninguna particularidad de color, de olor ni sabor estén
afectados para poder concurrir con todos los sabores, olores y colores, así al
espíritu le conviene estar sencillo, puro y desnudo de todas maneras de
afecciones naturales así actuales como habituales, para poder comunicar con
libertad con la anchura del espíritu con divina sabiduría, en que por su
limpieza gusta de todos los sabores de todas las cosas con cierta eminencia de
excelencia.
Y sin esta purgación en
ninguna manera podrá sentir ni gustar la satisfacción de toda esta abundancia
de sabores espirituales; porque una sola afición que tenga o particularidad a
que esté el espíritu asido actual o habitualmente, basta para no sentir, ni
gustar, ni comunicar la delicadez e íntimo sabor del espíritu de amor, que
contiene en sí todos los sabores con gran eminencia.
2 / Porque así como los
hijos de Israel, sólo porque les había quedado una sola afición y memoria de
las carnes y comidas que habían gustado en Egipto (Éx. 16,3), no podían gustar
del delicado pan de ángeles en el desierto, que era el maná -el cual, como dice
la divina Escritura, tenía suavidad de todos los gustos y se convertía al gusto
que cada uno quería (Sap. 16,21)-, así no puede llegar a gustar los deleites
del espíritu de libertad, según la voluntad desea, el espíritu que todavía estuviere
afectado con alguna afición actual o habitual o con particulares inteligencias
o con cualquier otra aprehensión.
La razón de esto es
porque las afecciones, sentimientos y aprehensiones del espíritu perfecto,
porque son divinas, son de otra suerte y género tan diferente de lo natural y
eminente, que para poseer las unas actual y habitualmente, naturalmente se han
de expeler y aniquilar las otras, como hacen dos contrarios, que no pueden
estar juntos en un sujeto.
Por tanto, conviene
mucho y es necesario para que el alma haya de pasar a estas grandezas, que esta
Noche oscura de contemplación la
aniquile y deshaga primero en sus bajezas, poniéndola a oscuras, seca y
apretada y vacía; porque la luz que se le ha de dar es una altísima luz divina
que excede toda luz natural y que no cabe naturalmente en el entendimiento.
3 / Y así, conviene
que, para que el entendimiento pueda llegar a unirse con ella y hacerse divino
en el estado de perfección, sea primero purgado y aniquilado en su lumbre
natural, poniéndola actualmente a oscuras por medio de esta oscura
contemplación.
La cual tiniebla
conviene que le dure tanto cuanto sea menester para expeler y aniquilar el
hábito que de mucho tiempo tiene y a su manera de entender en sí formado, y en
su lugar quede la ilustración y luz divina. Y así, por cuanto aquella fuerza
que tenía de entender antes es natural, de aquí se sigue que las tinieblas que
padece son profundas y horribles y muy penosas, porque, como se sienten en la
profunda sustancia del espíritu, parecen tinieblas sustanciales.
Ni más ni menos, por
cuanto la afección de amor que se le ha de dar en la divina unión de amor es
divina, y por eso muy espiritual, sutil y delicada y muy interior -que excede a
todo afecto y sentimiento de la voluntad y a todo apetito de ello- conviene que
para que la voluntad pueda venir a sentir y gustar por unión de amor esta
divina afección y deleite tan subido, que no cae en la voluntad naturalmente,
sea primero purgada y aniquilada en todas sus afecciones y sentimientos,
dejándola en seco y en aprieto tanto cuanto conviene según el hábito que tenía
de naturales afecciones, así acerca de lo divino como de lo humano, para que
extenuada, enjuta y bien ejercitada en el fuego de esta divina contemplación de
todo género de demonio -como el corazón del pez de Tobías- (6,19) en las
brasas- tenga disposición pura y sencilla y el paladar purgado y sano para sentir
los subidos y peregrinos toques del divino amor en que se verá transformada
divinamente, expelidas todas las contrariedades actuales y habituales (como
decimos) que antes tenía.
4 / También porque, en
la dicha unión a que la dispone y encamina esta oscura Noche, ha de estar el alma llena y dotada de cierta
magnificencia gloriosa en la comunicación con Dios, que encierra en sí
innumerables bienes de deleites que exceden toda las abundancia que el alma
naturalmente puede poseer, porque en tan flaco e impuro natural no la puede
recibir; porque, según dice Isaías, ni
ojo lo vio, ni oído lo oyó, ni cayó en corazón humano lo que aparejó (64,4),
etc. conviene que primero sea puesta el alma en vacío y pobreza de espíritu,
purgándola de todo arrimo, consuelo y aprehensión natural acerca de todo lo de
arriba y de abajo, para que así, vacía, esté bien pobre de espíritu y desnuda
del hombre viejo, para vivir aquella nueva y bien aventurada vida que por medio
de esta Noche se alcanza, que es el
estado de la unión con Dios.
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