17/1/17

CINCO TEXTOS DE MARÍA SENATORE


VENERA Y ODIA


"No fantasea. Quita los espejos uno a uno de la sala. Previamente, al descender las escaleras vetustas, como al descuido, deja parte de las yemas de los dedos en la madera sin pulir. Sucio y de lado, gruñe al silencio de la noche, como las otras más claras, no muy lejanas y comienza a irradiar su luz verde, paradoja del líquido brotado. Fascina ese gesto las órbitas de los dislocados. Le queda tiempo aún, para llegar a las alturas. Mientras tanto, se huelen las moscas. Y en el sereno y oscuro poder asonante de los cercanos, muy cercanos roedores, él es un ser incurioso y le da nombres abstractos a cada uno, unos nombres de morondanga. Venera y odia. 

Desde su altura, aplasta estas incubadas figuras corruptas y desenlosadas, ciegas moradoras de la agobiante profundidad blanca de la montaña".


SOLA


Una gaviota.
Sola
En soledad
Picotea 
Blanca
Olvidada
En la espuma
Se acerca
No vuela
Hoy empezó a rezar.



DE LA PATATA Y EL CHAMPÁN Y UN MANOJO DE PALABRAS (fragmento)


“Le queda tiempo para llegar a las alturas. Mientras tanto, se huelen las moscas. Y en el sereno asonante de los cercanos, él es un ser incurioso y le da nombres abstractos a cada uno, unos nombres de morondanga”.


IV


Paseo inocuo
casi fértil
camina en tertulia
de pasos ajenos
origina profecía
en trueque
de huellas
por alquimia
simbólico
visitante
mentalizado
en gris perla
del Pacífico
resta ley
suma vida
crece en sabiduría.


SI ALGUNA VEZ


Te he sentido en los labios de esas naranjas del norte, en los arrozales, en el campo abierto y en esas praderas verdes, enaguas de la tierra.

Ese norte es mi brújula desde tu vientre hacia tu ombligo ya color del bronce. He sentido con todos los sentidos hasta cuando duermes, al este, en las ondas marinas, en la sal y el yodo, las caracolas y las algas no tan verdes -a las que llamo telarañas- si trato de llegar a tu otro extremo, que aun no es mío. He sentido en la tibieza de las dunas el parpadeo de tus ojos cegados, expresando ese deseo de abrazarme.

Es ahí cuando la hierba rastrera se extiende entre las dunas y los insectos, y cubro tu cabeza con mi sombrero, para que el sol no robe la humedad de tus labios.

El lugar se vuelve menos denso si atravieso tu vientre entre cosquillas y la sed que desemboca en tus aguas y las mías.

Acero y piedra… pitanga y río, el sabiá, el cardenal y el mixto en mi dedo índice del río. Más tarde…

Desde el norte de tus labios hacia el oeste avanzo, donde se juegan los ocasos y comienzan las pasiones sobre los adoquines y el rubí de la Santa Rita en flor.

Es un recorrer de tu geografía, tibia, paso a paso, esquivando espinas, muelles, recodos y algún pantano.

Los faros encendidos pretenden guiar mis manos hacia tu sur… y… entonces, se hace temblor la tierra, hay espasmos de hojas y frutos y aleteo de nocturnos de enero, de cantatas inconclusas, en cada tramo y en cada desliz carente de sequía.

Es… cadalso de tu cuerpo y carcelera yo, entre el deseo y mi contorno sin fronteras. No huyes al sabor de miel y nueces… prefieres descansar en la avena fresca de mis brazos… y suspiras…


Los insumos no se agotan y se renuevan cada vez que vos y yo llevemos una veleta, un barómetro, una rosa en mi pelo y el compás de espera de nuestro cardear.

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