CINCO
TEXTOS DE MARÍA SENATORE
VENERA Y
ODIA
"No
fantasea. Quita los espejos uno a uno de la sala. Previamente, al descender las
escaleras vetustas, como al descuido, deja parte de las yemas de los dedos en
la madera sin pulir. Sucio y de lado, gruñe al silencio de la noche, como las
otras más claras, no muy lejanas y comienza a irradiar su luz verde, paradoja
del líquido brotado. Fascina ese gesto las órbitas de los dislocados. Le queda
tiempo aún, para llegar a las alturas. Mientras tanto, se huelen las moscas. Y
en el sereno y oscuro poder asonante de los cercanos, muy cercanos roedores, él
es un ser incurioso y le da nombres abstractos a cada uno, unos nombres de
morondanga. Venera y odia.
Desde su altura, aplasta estas incubadas figuras corruptas y desenlosadas, ciegas moradoras de la agobiante profundidad blanca de la montaña".
SOLA
Una gaviota.
Sola
En soledad
Picotea
Blanca
Olvidada
En la espuma
Se acerca
No vuela
Hoy empezó a rezar.
DE LA PATATA Y EL CHAMPÁN Y UN MANOJO DE PALABRAS (fragmento)
“Le queda tiempo
para llegar a las alturas. Mientras tanto, se huelen las moscas. Y en el sereno
asonante de los cercanos, él es un ser incurioso y le da nombres abstractos a
cada uno, unos nombres de morondanga”.
IV
Paseo inocuo
casi fértil
camina en
tertulia
de pasos ajenos
origina profecía
en trueque
de huellas
por alquimia
simbólico
visitante
mentalizado
en gris perla
del Pacífico
resta ley
suma vida
crece en
sabiduría.
SI ALGUNA VEZ
Te he sentido en
los labios de esas naranjas del norte, en los arrozales, en el campo abierto y
en esas praderas verdes, enaguas de la tierra.
Ese norte es mi
brújula desde tu vientre hacia tu ombligo ya color del bronce. He sentido con
todos los sentidos hasta cuando duermes, al este, en las ondas marinas, en la
sal y el yodo, las caracolas y las algas no tan verdes -a las que llamo
telarañas- si trato de llegar a tu otro extremo, que aun no es mío. He sentido
en la tibieza de las dunas el parpadeo de tus ojos cegados, expresando ese
deseo de abrazarme.
Es ahí cuando la
hierba rastrera se extiende entre las dunas y los insectos, y cubro tu cabeza
con mi sombrero, para que el sol no robe la humedad de tus labios.
El lugar se
vuelve menos denso si atravieso tu vientre entre cosquillas y la sed que
desemboca en tus aguas y las mías.
Acero y piedra…
pitanga y río, el sabiá, el cardenal y el mixto en mi dedo índice del río. Más
tarde…
Desde el norte
de tus labios hacia el oeste avanzo, donde se juegan los ocasos y comienzan las
pasiones sobre los adoquines y el rubí de la Santa Rita en flor.
Es un recorrer
de tu geografía, tibia, paso a paso, esquivando espinas, muelles, recodos y
algún pantano.
Los faros encendidos
pretenden guiar mis manos hacia tu sur… y… entonces, se hace temblor la tierra,
hay espasmos de hojas y frutos y aleteo de nocturnos de enero, de cantatas
inconclusas, en cada tramo y en cada desliz carente de sequía.
Es… cadalso de
tu cuerpo y carcelera yo, entre el deseo y mi contorno sin fronteras. No huyes
al sabor de miel y nueces… prefieres descansar en la avena fresca de mis
brazos… y suspiras…
Los insumos no
se agotan y se renuevan cada vez que vos y yo llevemos una veleta, un
barómetro, una rosa en mi pelo y el compás de espera de nuestro cardear.
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