LA
MIRADA DE OLGA PIERRI (1914 / 2016)
TRIBUTO
A LA MARIPOSA MONARCA DE LA GUITARRA URUGUAYA
Hugo
Giovanetti Viola
este libro está dedicado a Ignacio Giovanetti
que sabe distinguir entre el respeto musical
y la valoración de la verdad profunda
El
que tenga oídos para amar, que aplauda.
El
que tenga oídos para aplaudir, que mienta.
LOGION APÓCRIFO
La vuelta
a las artes antiguas es una prueba de que hubo un salto en el proceso de la
técnica y que el espíritu retrocede y trata de reincorporarse al ritmo natural
y continuado de la creación.
CÉSAR VALLEJO
Es
terrible
Pero
Cada
día
Son
más claros
Los
intereses
Más
oscuros
EFRAÍN HUERTA
TERCERA ENTREGA
11
/ HUMUS
Olga Pierri, al igual
que la primera dama de la guitarra
francesa, Ida Presti, abandonó muy joven su precoz carrera de solista para
integrar un Conjunto de Guitarras que impactó a nuestro ambiente con un
repertorio impregnado de un humus arquetípico que podríamos definir como refinadamente criollo.
Esto sucedió a finales
de la década del 40, en los mismos años en los que Joaquín Torres García pudo
consolidar un taller cimentado en las bases de su estética ya mestizada con el
americanismo profundo y revolucionar verticalmente a la plástica uruguaya.
Luis Pérez-Oramas, el
comisario de la mundialmente consagratoria retrospectiva torresgarciana que
tuvo lugar el año pasado en el MoMA neoyorquino, ha señalado que el
primitivismo del ambiente montevideano finisecular en el que se crió el
fundador del universalismo constructivo, resultó un factor clave para que este
eterno migrante siempre se expresara haciendo un filtraje rústico de todo lo moderno.
Y lo mismo sucedió
cuando el Conjunto de Guitarras de Olga Pierri, que estaba integrado por sus
alumnas más avanzadas, encaró un repertorio mayoritariamente folclórico aunque
armonizado e interpretado con la impronta tarreguiana que absorbiera para
siempre aquella niña obsesionada en tocar Mariposa.
En aquellos tiempos,
por otra parte, la Monarca (a la que siempre consideré la Torres-García de la
guitarra uruguaya) trabajaba en el meticuloso perfeccionamiento del método
docente heredado de su padre y ya se caracterizaba por irradiar un fervor
misionero que desembocaría en la formación de intérpretes a los que siempre guió en la búsqueda de un nácar
vibratorio emergido desde una innata superioridad del espíritu, para hablarlo
en Felisberto Hernández.
Necesita
la intervención de un elemento primordial: su alma,
sentenció don Joaquín en La Regla
Abstracta, que publicó en 1946: Por
ella ha de dar con algo inédito, algo que no conoce el mundo y que será su
aporte original -suyo- a las generaciones: algo que podría llamarse divino por
surgir de las profundidades del ser. (…) Que piense, por ejemplo, que está en
el “NUEVO MUNDO” (…) que piense -en fin- que AMÉRICA TODA ha de LEVANTARSE
NUEVAMENTE para dar -en los tiempos modernos- un arte virgen y poderoso.
12
/ TRILCE
El Conjunto de Guitarras de Olga Pierri grabó varios vinilos con
piezas cortas de amplísima difusión popular que editó el sello Orfeo en la
década del 60, y estuvo alternativamente integrado por Margot Prieto, Margarita
Quadros, Matilde Sena, Margot Sena, Carmen Torrassa, Teté Ricci y Carolina
Varela.
Pero además se conserva un cuarto disco de producción y circulación
universitaria que reúne los Conciertos Nº 1 y Nº 2 de Alberto Soriano,
compuestos para cuatro y cinco guitarras. El primero de estos trabajos fue
estrenado en el teatro Solís en 1952, y el crítico brasileño Ricardo Nahiossy
lo calificó como un monumento musical
americano.
Entre las piezas cortas se destacan varios clásicos de Pierri Sapere,
la inserción en nuestro folclore historicista de Debály Ferenc József
(Francisco José Debali), una chacarera de Alberto Ginastera y un arreglo
original del Triste más transitado de
Eduardo Fabini, que se lamentaba de no visitar más a menudo la casona de Joaquín
Núñez porque las sinuosas escaleritas le provocaban fatiga cardíaca.
Hubo dos arreglos guitarrísticos del Triste que emocionaron particularmente al pionero solisense: el de
Olga y el de Rapat.
Manuel Espínola Gómez me contaba que cuando don Atilio le hizo
escuchar el suyo, Fabini le pidió que lo repitiera porque al principio no pudo
entender cómo estaba construido un pasaje de la transcripción y el orgulloso
maestro bohemio lo tocó sudando de miedo porque pensó que no le había gustado.
Y estoy seguro de que en la versión pierrista tiene que haberlo
impresionado especialmente el trilce (en
el sentido de triste y dulce) contraste dinámico planteado por
la Capitana, que después de virilizar con
una fuerza casi hosca el cuarzo de los acordes debussyanos, encara los
tresillos de la segunda parte rezumando la misma inmaculación floral que tenían
los vestidos de las mujeres-muchachas destinadas a llenar de magia a nuestro
pueblo hondo.
La mañana que llegamos con Juan Pablo Pedemonte al Cementerio del
Norte y preguntamos en la administración por dónde había entrado el cortejo de
Olga Pierri, una de las empleadas pegó un salto sonriente y comentó:
-Uh, recién me doy cuenta de que es ella. ¿Usted sabe que yo siempre me acuerdo de aquella Milonga tan
preciosa que pasaban en un aviso de la televisión?
13 / UCRONÍA
Transcribo un pasaje de mi díptico novelesco Morir con Aparicio donde Olga Pierri relata cómo fue su vínculo
salvífico con Natacha Regusci Tomillo (la hija del personaje inspirado en su
tío Sabino) en la década del cuarenta:
Se me presento al poco tiempo de empezada la
guerra vestida de medio luto, con unos zapatos polvorientos y un sombrero de
paja que alguna vez fue negro. Me dijo que ella tocaba la guitarra desde hacía
mucho tiempo pero que nunca pudo progresar. Venía a tomar clase en tren desde
Punta del Este una vez por semana, y empecé a conocerla un día que le enseñé
una sarabanda de Roncalli. Primero la toqué, y al torcer la cabeza vi una
humareda azul mojándole los ojos. Después la acompañé hasta la Estación Central
y unos segundos antes de que arrancara el tren ella me agarró un brazo para
darme las gracias “por tener a mi padre guardado en las manos”. Claro, Natacha
aprendió rapidísimo -y eso que no era edad para poder pensar en conciertos ni
nada. Aunque lo que ella quiso siempre fue enseñar. Fue insoportablemente
escrupulosa para apuntar el método paso por paso “para no acalambrar ni
estropear sin saber una mano de nadie”. Me acuerdo que cuando Segovia estrenó
en Montevideo el concierto de Ponce la invité a que durmiera en casa y se
quedara. Ella se entusiasmó. Nunca voy a olvidarme de la cara que puso cuando
los vio a Segovia y a la orquesta juntos. Fue un concierto genial, y al final
todo el mundo pidió un bis y Segovia arrancó con una obra de Moreno Torroba y
al principio nomás se trancó y no zafaba. Yo me empecé a clavar las uñas en la
mano y de golpe Natacha me alcanzó la otra punta del pañuelo gris perla que
ella estaba comiéndose. Lo seguimos mordiendo mientras el maestro pasó sin parar
a otra obra de Torroba “sin que nadie notara la resurrección”. Eso dijo Natacha
al subirse al tren la otra mañana. Y la próxima vez volvió sin luto.
La anécdota del bache escénico sufrido por el máximo referente
guitarrístico de Olga Pierri es real, pero el día que un amigo poeta y melómano
me preguntó si no podía llevarlo a Punta del Este a conocer a Natacha Regusci
Tomillo y lo desconsolé explicándole que era un personaje inventado terminó por
reírse:
-Mirá vos. Me jodiste. ¿Y cómo se te ocurrió lo de la resurrección?
-Bueno, no te olvides que yo escribí ese libro después que volví de
morir en París con aguacero -contesté suspirando: -Y Olga me ayudó mucho.
14 / SEGOVIA
Olga siempre se autodefinió como una guitarrista segoviana, pero tuvo que esperar treinta y tres años para saludar
personalmente a su ídolo, porque durante los seis años de la radicación del
maestro en Montevideo -entre 1937 y 1946- don José Pierri Sapere se opuso a que
lo conociera por miedo a que la legendaria terribilità
del andaluz le lastimara las alas.
Y sin embargo ella hablaba de aquella imposición paterna sin el menor
resquicio de amargura.
-No te imaginás los nervios que pasé en el concierto del lunes -me
contó euforizada cuando llegué a tomar la clase en aquel agosto de 1979.
-Porque cada vez que Segovia se paraba para saludar parecía que iba a caerse. Y
al final hice más de una hora de cola para felicitarlo.
-¿Y él que te dijo?
-Nada -me señaló el programa de la OSSODRE. -Fijate, pobrecito. Le
dedicó el concierto a la hija que perdió en Montevideo.
-Pero es rarísimo que no te haya dicho nada. Vos me contaste que una
vez en el Centro Guitarrístico se paró un rato frente a tu foto preguntando
cómo podía hacer para conocerte.
-Sí, pero cuando lo felicité yo no me identifiqué como Olga Pierri -se
le azuló aniñadamente la humildad a la Monarca.
-¿Y por qué?
-Porque lo único que quería era agarrarle las manos.
Y a la semana le llegó una carta del guitarrista Emilio Colombo donde
le explicaba que al pasar por Buenos Aires Segovia le había pedido que le
escribiera a Olga Pierri porque quería tener el honor de que fuera ella la persona que recopilara las
críticas periodísticas aparecidas después de su actuación en Montevideo.
Y en el otoño de 2016 Olga había colocado el sobrecito celeste de una
cuerda Augustine atrás de la canilla del lavatorio y al levantarse conversaba
con su ídolo, que la observaba mordiendo su pipa en aquella especie de ventana
eterna que ella le construyó.
Juan Pablo Pedemonte la filmó en plena charla con el andaluz de Jaén.
¿Les molesta este amor?
15 / SOBRIJO
En una entrevista realizada para el programa Tímpano en 2006, Olga contó de una manera muy especial (y muy poco
uruguaya) cómo se produjo el adviento guitarrístico
de su genial sobrijo, a quien crió
(junto con su hermana Naina) desde que tenían menos de 5 años:
-Álvaro dice que él hubiera podido tocar el piano pero que yo lo
obligué a tocar la guitarra y lo único que te puedo asegurar es que todas estas cosas están escritas y vienen
desde arriba. No es un invento
mío. Mi karma es así, y así lo
siento. Bueno, con el tipo de oído que tengo siempre me pasó lo mismo. Y no te
estoy hablando de un mérito sino de
un don. Yo puedo estar escuchando una
orquesta entera y al mismo tiempo distinguir lo que está haciendo cada uno de
los instrumentos. O si vos me hacés un acorde que tiene muchas notas y después
le sacás una, enseguida me doy cuenta de cuál es la que le falta. Nací así,
gracias a Dios. El oído me lo mandó Dios.
Y a los pocos días de producirse el vuelo de la Monarca a la Más
Dimensión Daniel Viglietti collageó
un nuevo programa de despedida donde termina recogiendo una versión de archivo
del propio Álvaro:
-Yo estudiaba el piano con mi madre, Ana Estades, pero después de su
divorcio mi hermana y yo nos quedamos viviendo en Pan de Azúcar con mis abuelos
y veníamos a pasar el verano a Punta Carretas, hasta que nos quedamos
definitivamente. Y yo pienso que lo que desplazó al piano en mi vocación
musical no fue la guitarra en sí misma
sino esa pasión arrolladora que le
trasmite mi tía a todo lo que tiene alrededor.
Él había debutado dando un concierto televisivo a los 11 años y al
poco tiempo de empezar secundaria llegó de la clase de educación física con un
dedo lastimado. Entonces Olga fue a hablar con la directora del liceo para comunicarle que su sobrino no iba a
poder cursar esa materia y cuando la acorralada mujer le preguntó de qué
enfermedad sufría le explicó:
-No está enfermo. Es un genio, y va a terminar siendo el mejor guitarrista
del mundo.
A mí esa historia siempre me hizo acordar al Negro Jefe gritando en la
mitad del estadio de Maracaná después del gol de Friaza:
-Vamo’arriba que a estos japoneses les ganamos!!!!
Y lo cierto es que sin esa clase de clarividentes desequilibrados jamás habría milagros.
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