CATULO SEGÚN ERNESTO CARDENAL
En solidaridad con el poeta Ernesto Cardenal, la revista Círculo de
Poesía. Revista Electrónica de Literatura publica sus versiones de Catulo.
En 1961, el poeta nicaragüense Ernesto
Cardenal tradujo algunos poemas de Catulo. Estos aparecieron junto a su
poemario Epigramas, que sería un clásico de la poesía del siglo
XX. Según Ezra Pound, “si quieres encontrar el meollo de todo esto [la poesía],
tienes que acudir a Safo, Catulo, Villón”. En seguida, poemas de Cayo
Valerio Catulo.
CATULO
Vivamos, Lesbia mía,
y amémonos,
sin importarnos la
crítica de los viejos.
El sol se pone cada
tarde y sale al día siguiente,
pero nosotros, cuando
se nos apague la vela,
dormiremos una noche
sin fin.
Dame mil besos y
después dame cien más
y después otros mil
más y después otros cien más
y después otros mil
más y después otros cien más
y muchos miles más
hasta que enredemos la suma
y ya no sepamos
cuántos besos nos damos
ni los envidiosos lo
sepan.
*
¿A quién dedicaré mi preciosa
plaquette,
mi preciosa plaquette de papiro
pulida con piedra pómez?
A ti Cornelio Nepote: porque tú
apreciaste
estas sonseras mías, desde hace tiempo,
cuando compendiabas entonces,
por la primera vez en Italia,
tu Historia Universal en tres
volúmenes,
obra monumental y ¡Júpiter! erudita.
Acepta pues este librito y consérvalo,
cualquiera
que sea su mérito. ¡Y tú, oh Virgen, mi
Patrona,
haz que dure sin marchitarse más de un
siglo!
*
Me parece que es como
los dioses
-o más que los
dioses-
el que pueda sentarse
junto a ti
y contemplarte y
oírte reír
dulcemente.
Porque yo no puedo
mirarte cara a cara,
Lesbia,
sin perder los
sentidos
[Quedo sin voz]
y se me paraliza la
lengua,
una ola caliente me
recorre la piel,
me zumban los oídos,
y una doble noche me
cubre los dos ojos.
Tanta cavilación es
peligrosa, Catulo.
Tanta cavilación te
enloquece y desespera.
El amor ha sido causa
de la caída de los reyes
y de imperios.
*
Odio y amo. Tal vez
me preguntéis por qué.
No lo sé, sólo sé que
lo siento y que sufro.
*
Muchacho que sirves
el añejo Falerno,
prepárame una copa
más fuerte, muchacho,
como manda Postumia,
la reina de la fiesta
-más ebria que la
uva-,
y expulsemos al agua
que corrompe al vino,
emigre dondo los
abstemios; que aquí sólo tenemos
vino puro de la marca
“Baco” .
*
Me preguntas, Lesbia,
cuántos besos me bastan:
Cuántas son las
arenas del desierto de Libia, en Cirene
entre el oráculo de
Júpiter y el sepulcro de Bato;
cuántas son las
estrellas que en la noche callada
contemplan los amores
ocultos de los hombres:
Estos besos le bastan
a tu loco Catulo,
que no puedan los
curiosos calcularlos
ni la maledicencia
causarles maleficio.
*
¿Acaso una leona de
los cerros de Libia
o la Escila que ladra
con las tripas
te parió, que
no escuchas esta última súplica
ah, cruel corazón?
*
A nadie más amará,
dice mi muchacha,
sino a mí aunque
Júpiter la enamore.
Dice: pero lo que
dice una muchacha
se debe escribir en
viento o en agua rápida.
*
Quintia es bella,
dicen: para mí
es alta, blanca, y
delgada.
Que tiene estas tres
cualidades, acepto.
Que el conjunto sea
bello, niego. No es atractiva.
No tiene “sex appeal”.
Bella es Lesbia, que
tiene un cuerpo perfecto
y más coquetería que
todas las demás mujeres juntas.
*
Aufilena:
Las buenas queridas
han sido siempre elogiadas.
La paga que reciben
es ejerciendo su oficio.
Pero tú me prometiste
y me engañaste.
Tú pides y no das. Tú
eres una estafa. La que promete debe cumplir
(la que es casta no
promete).
Aufilena:
la que comete fraude
con su cuerpo
es más puta que la
que lo vende.
*
Lesbia me maldice
siempre, pero no deja de hablar
de mí: ¡que me maten
si Lesbia no me quiere!
¿Por qué lo digo?
Porque los mismo pasa conmigo.
Diariamente
la maldigo: ¡pero que
me maten si no la quiero!
*
Pobre Valerio Catulo
no te hagas ilusiones
y lo perdido dalo por
perdido.
Para ti ya brilló el
sol una vez,
cuando corrías detrás
de la muchacha
que amé como ninguna
otra ha sido amada.
Y hubo entonces,
¿recuerdas?, tantos goces
que tú pedías y ella
no negaba.
Sí, para ti ya brilló
el sol una vez.
Ahora ella no quiere:
tú no quieras tampoco.
Ni sigas a la que te
huye, ni estés triste,
sino pórtate
valiente, no claudiques.
Adiós, muchacha,
Catulo ya no claudica,
ni nunca más te
buscará, ni volverá rogarte.
Pero a ti te pesará
cuando nadie te ruegue.
¡Me da lástima por
ti! Pienso qué días te esperan.
¿Ahora quiénte
visitará? ¿Para quién serás bella?
¿Ahora a quién
amarás? ¿Dirán que eres de quién?
¿A quién vas a besar?
¿A quién le morderás los labios?
Pero tú, ¡valiente!
Catulo. ¡No claudiques!
*
Celio, nuestra
Lesbia, aquella Lesbia,
aquella Lesbia, a la
que amaba Catulo
más que a él mismo y
que a toda su familia,
ahora se vende en las
plazas y los boulevares de Roma.
*
Tan enredada está mi
razón, mi Lesbia, por tu culpa,
y por seguirte a ti
está tan perdida,
que ya no podré
estimarte por muy bien que te portes,
ni por muy mal que te
portes dejaré de quererte.
*
Ninguna mujer fue
jamás amada tanto
como tú Lesbia,
fuiste amada por mí,
y ningún hombre fue
tan fiel a su amor
como yo lo fui en mi
amor por ti.
*
Lesbia habla mal de
mí delante de su marido,
y el imbécil se goza
con ello. ¡Caballo!
Tú no caes en la
cuenta: Si no me insultara
y no se acordara de
mí, estaría curada.
Pero si grita mucho,
no sólo se acuerda de mí,
sino, lo que es peor
todavía, está furiosa.
O sea: que habla
mucho porque me quiere mucho.
*
¿Qué te pasa, Catulo?
¿Qué esperas para morir?
Nonio Struma,
curulero
y
Vatinio, cónsul
¿Qué te pasa, Catulo?
¿Qué esperas para morir?
*
HOY MARCO ESTE DÍA
CON PIEDRA BLANCA:
como algo que uno
deseara ardientemente
conseguir, y no
espera conseguirlo,
y lo consigue… ¡Tú,
más valiosa que el dinero,
hoy volviste a mí,
que lo deseaba tanto,
sin esperarlo! ¡Y sin
que yo te llamara,
sola, sin que te
trajera nadie, volviste!
*
Quintio, si quieres
que Catulo te deba sus ojos
o algo más querido
que sus ojos
no le quites lo que
para él es más querido que sus ojos
o más querido que
algo más querido que sus ojos.
*
Si es un consuelo
para el hombre recordar
las buenas acciones
pasadas, y pensar
que uno fue bueno, y
que uno ha tenido
un buen corazón, y
que fue sincero,
muchos goces tendrás
en tu vida, Catulo,
y aun cuando fuera
muy larga tu vida,
gracias a este amor
tuyo no correspondido.
Porque todo lo que
uno pudiera hacer
o decir, ya lo
hiciste y lo dijiste tú,
y sin recompensa, porque
fue para un corazón ingrato.
¿Entonces por qué te
atormentas todavía?
¿Por qué no renuncias
a ella de una vez?
Los dioses no quieren
tu tristeza.
¿Que es difícil dejar
de pronto un largo amor?
Es difícil…Pero
tienes que hacerlo, sea como sea.
Es de vida o muerte.
Tienes que ganar.
Lo tienes que hacer,
puedas o no puedas.
Oh dioses, si sois
misericordiosos, o si alguna vez
socorristeis a
alguien en peligro de muerte,
tened misericordia de
mí, y si yo le fui fiel,
libradme de este
contagio, de esta peste,
que invadió como un
letargo mis articulaciones,
y expulsó de mi
corazón todas las alegrías.
Ya ni siquiera os
pido que me corresponda,
y menos todavía
(puesto que eso es imposible)
que me sea fiel. Sólo
pido curarme de esta fiebre maligna.
¡Concedédmelo en premio de mi corazón fervoroso!
No hay comentarios:
Publicar un comentario