SAN
JUAN DE LA CRUZ
NOCHE
OSCURA
SEXAGÉSIMA ENTREGA
LIBRO SEGUNDO
DE LA NOCHE OSCURA,
TRÁTASE DE LA MÁS ÍNTIMA PURGACIÓN, QUE ES LA SEGUNDA NOCHE (PASIVA) DEL
ESPÍRITU.
CAPÍTULO 18 (2)
4 / Y la causa de esto
es que, como el estado de perfección, que consiste en perfecto amor de Dios y
desprecio de sí, no puede estar sino con estas dos partes, que es conocimiento
de Dios y de sí mismo, de necesidad ha de ser el alma ejercitada primero en el
uno y en el otro, dándole ahora a gustar de lo uno engrandeciéndola, y
haciéndola después probar lo otro y humillándola, hasta que, adquiridos los
hábitos perfectos, cese ya el subir y bajar, y habiendo ya llegado y viéndose
con Dios, que está en el fin de esta escala, en quien ella (digo la escala) se
arrima y estriba.
Porque esta escala de contemplación que (como
habemos dicho) se deriva de Dios, es figurada por aquella escala que vio Jacob
durmiendo, por la cual subían y descendían ángeles de Dios al hombre y del
hombre a Dios, el cual estaba estribando en el extremo de la escala (Gen.
28,12). Todo lo cual dice la escritura divina que pasaba de noche y Jacob dormido,
para dar a entender cuán secreto y diferente del saber del hombre es este
camino y subida para Dios. Lo cual se ve bien, pues que ordinariamente lo que
en él es de más provecho, que es irse perdiendo y aniquilando a sí mismo, tiene
por peor, y lo que menos vale, que es hallar su consuelo y gusto, en que
ordinariamente antes pierde que gana, si a eso se hace, tiene por mejor.
5 / Pero, hablando
ahora más sustancialmente de esta escala de contemplación secreta, diremos que
la propiedad principal por que aquí se llama escala, es porque la contemplación
es ciencia de amor, lo cual, como habemos dicho, es noticia infusa de Dios
amorosa, que justamente va ilustrando y enamorando al alma, hasta subirla de
grado en grado hasta Dios, su Criador; porque sólo el amor es el que une y
junta al alma con Dios.
De donde, por que más
claro se vea, iremos aquí apuntando los grados de esta divina escala, diciendo
con brevedad las señales y efectos de cada uno, para que por allí pueda
conjeturar el alma en cuál de ellos estará. Y así, los distinguiremos por sus
efectos, como hacen San Bernardo y Santo Tomás, porque conocerlos en sí -por cuanto
esta escala de amor es (como habemos
dicho) tan secreta, que sólo Dios es el que la mide y pondera- no es posible
por vía natural.
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