20/3/17

SAN JUAN DE LA CRUZ

NOCHE OSCURA

SEXAGÉSIMA ENTREGA



LIBRO SEGUNDO



DE LA NOCHE OSCURA, TRÁTASE DE LA MÁS ÍNTIMA PURGACIÓN, QUE ES LA SEGUNDA NOCHE (PASIVA) DEL ESPÍRITU.



CAPÍTULO 18 (2)



4 / Y la causa de esto es que, como el estado de perfección, que consiste en perfecto amor de Dios y desprecio de sí, no puede estar sino con estas dos partes, que es conocimiento de Dios y de sí mismo, de necesidad ha de ser el alma ejercitada primero en el uno y en el otro, dándole ahora a gustar de lo uno engrandeciéndola, y haciéndola después probar lo otro y humillándola, hasta que, adquiridos los hábitos perfectos, cese ya el subir y bajar, y habiendo ya llegado y viéndose con Dios, que está en el fin de esta escala, en quien ella (digo la escala) se arrima y estriba.


Porque esta escala de contemplación que (como habemos dicho) se deriva de Dios, es figurada por aquella escala que vio Jacob durmiendo, por la cual subían y descendían ángeles de Dios al hombre y del hombre a Dios, el cual estaba estribando en el extremo de la escala (Gen. 28,12). Todo lo cual dice la escritura divina que pasaba de noche y Jacob dormido, para dar a entender cuán secreto y diferente del saber del hombre es este camino y subida para Dios. Lo cual se ve bien, pues que ordinariamente lo que en él es de más provecho, que es irse perdiendo y aniquilando a sí mismo, tiene por peor, y lo que menos vale, que es hallar su consuelo y gusto, en que ordinariamente antes pierde que gana, si a eso se hace, tiene por mejor.


5 / Pero, hablando ahora más sustancialmente de esta escala de contemplación secreta, diremos que la propiedad principal por que aquí se llama escala, es porque la contemplación es ciencia de amor, lo cual, como habemos dicho, es noticia infusa de Dios amorosa, que justamente va ilustrando y enamorando al alma, hasta subirla de grado en grado hasta Dios, su Criador; porque sólo el amor es el que une y junta al alma con Dios.



De donde, por que más claro se vea, iremos aquí apuntando los grados de esta divina escala, diciendo con brevedad las señales y efectos de cada uno, para que por allí pueda conjeturar el alma en cuál de ellos estará. Y así, los distinguiremos por sus efectos, como hacen San Bernardo y Santo Tomás, porque conocerlos en sí -por cuanto esta escala de amor es (como habemos dicho) tan secreta, que sólo Dios es el que la mide y pondera- no es posible por vía natural.

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