CARLOS
CASTANEDA
LAS
ENSEÑANZAS DE DON JUAN
(Una
forma yaqui de conocimiento)
DECIMOCTAVA ENTREGA
PRIMERA
PARTE
“LAS
ENSEÑANZAS”
III
(2)
Domingo,
3 de setiembre, 1961 (1)
Hoy en la tarde don
Juan recogió del campo dos plantas Datura.
Inesperadamente trajo a
colación el tema de la yerba del diablo, y luego me pidió acompañarlo a los
cerros a buscar una.
Fuimos en coche hasta
las montañas cercanas. Saqué de la cajuela una pala y nos adentramos por una de
las cañadas. Caminamos bastante rato, vadeando el chaparral que crecía denso en
la tierra suave, arenosa. Don Juan se detuvo junto a una planta pequeña con
hojas de color verde oscuro y flores grandes, blancuzcas, acampanadas.
-Esta -dijo.
Inmediatamente empezó a
cavar. Traté de ayudarlo, pero él me rechazó con una vigorosa sacudida y siguió
cavando un hoyo circular en torno a la planta: un hoyo de forma cónica, hondo
hacia el borde exterior, con un montículo en el centro del círculo. Dejando de
cavar, se arrodilló cerca del tallo y
limpió con los dedos la tierra suave en torno, descubriendo unos diez
centímetros de una raíz grande, tuberosa, bifurcada, cuyo grosor contrastaba
marcadamente con el del tallo, que parecía frágil por comparación.
Don Juan me miró y dijo
que la planta era “macho” porque la raíz se bifurcaba desde el punto exacto en
que se unía al tallo. Luego se levantó y echó a andar buscando algo.
-¿Qué busca usted, don
Juan?
-Quiero hallar un palo.
Empecé a mirar en
torno, pero él me detuvo.
-¡Tú no! Tú siéntate
allí -señaló unas rocas como a seis metros de distancia-. Yo lo encontraré.
Volvió tras un rato con
una rama larga y seca. Usándola a manera de coa, aflojó cuidadosamente la
tierra a lo largo de los dos ramales divergentes de la raíz. Limpió en torno a
ellos hasta una profundidad aproximada de medio metro. Cuanto más ahondaba, más
apretada estaba la tierra, hasta el punto de ser prácticamente impenetrable a
la vara.
Dejó de cavar y se
sentó a recobrar el aliento. Me senté junto a él. Pasamos largo rato sin
hablar.
-¿Por qué no la saca
usted con la pala? -pregunté.
-Podría cortar y dañar
a la planta. Tuve que conseguirme un palo de este sitio para que así, en caso
de pegarle a la raíz, el daño no fuera tanto como el que haría una pala o un
objeto extraño.
-¿Qué clase de palo
trajo usted?
-Cualquier rama seca de
paloverde es buena. Si no hay ramas secas, tienes que cortar una fresca.
-¿Pueden usarse las
ramas de cualquier otro árbol?
-Ya te dije: sólo de
paloverde y de ningún otro.
-¿Por qué, don Juan?
-Porque la yerba del
diablo tiene muy pocos amigos, y el paloverde es el único árbol de por aquí que
se lleva bien con ella: lo único que prende. Si dañas la raíz con una pala, no
crecerá cuando la vuelvas a plantar, pero si la lastimas con un palo de esos,
lo más probable es que ni lo sienta.
-¿Qué va usted a hacer
ahora con la raíz?
-Voy a cortarla. Debes
dejarme. Vete a buscar otra planta y espera que te llame.
-¿No quiere que lo
ayude?
-¡Sólo puedes ayudarme
si te lo pido!
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