CARLOS
CASTANEDA
LAS
ENSEÑANZAS DE DON JUAN
(Una
forma yaqui de conocimiento)
VIGÉSIMA ENTREGA
PRIMERA
PARTE
“LAS
ENSEÑANZAS”
III
(4)
Miércoles,
6 de septiembre, 1961 (1)
Hoy, al atardecer,
volvimos al tema de las yerbas del diablo.
-Creo que deberíamos
empezar otra vez con esa planta -dijo de pronto don Juan.
Tras un silencio cortés
pregunté:
-¿Qué va usted a hacer
con las plantas?
-Las plantas que saqué
y corté son mías -dijo. -Es como si fueran yo mismo, con ellas voy a enseñarte
la manera de domar a la yerba del diablo.
-¿Cómo lo hará usted?
-La yerba del diablo se
divide en partes. Cada parte es distinta; cada una tiene su propósito y su
servicio únicos.
Abrió la mano izquierda
y midió sobre el piso desde la punta del pulgar hasta la del dedo anular.
-Esta es mi parte. Tú
medirás la tuya con tu propia mano. Ahora bien, para establecer dominio sobre
la yerba del diablo, debes empezar por tomar la primera parte de la raíz. Pero
como yo te he traído con ella, debes
tomar la primera parte de la raíz de mi planta.
Yo la he medido por ti, de modo que en realidad es mi parte la que debes tomar al principio.
Entró en la casa y sacó
uno de los bultos de arpillera. Se sentó y lo abrió. Advertí que era la planta
macho. También noté que sólo había un pedazo de raíz. Don Juan tomó el trozo restante
de los dos originales y lo sostuvo frente a mi cara.
-Esta es mi primera
parte -dijo-. Yo te la doy. Yo mismo la he cortado para ti. La he medido como
mía, ahora te la doy.
Por un instante, se me
ocurrió que debería masticar la raíz como una zanahoria, pero él la metió en
una bolsita blanca de algodón.
Fue a la parte trasera
de la casa. Allí tomó asiento en el piso, cruzando las piernas, y con una “mano”
redonda empezó a macerar la raíz dentro de la bolsa. Trabajaba sobre una piedra
lisa que servía de mortero. De vez en vez lavaba las dos piedras, conservando
el agua en un pequeño recipiente plano, labrado en un trozo de madera.
Al golpear cantaba, en
forma muy suave y monótona, una cantinela ininteligible. Cuando hubo convertido
la raíz en una pulpa blanda dentro de la bolsa, la colocó en el recipiente de
madera. Volvió allí el metate y la mano, llenó de agua la palangana y después
la llevó a una especie de bebedero rectangular para cerdos colocado contra la
cerca trasera.
Dijo que la raíz debía
remojarse toda la noche y tenía que dejarse afuera de la casa para que
recibiera el sereno.
-Si mañana es día de
sol y calor, será muy buena señal.
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