FEDERICO NOGARA
EL DRAMA DE LA
URUGUAYEZ
Este ensayo es la segunda parte de Izquierda y cultura: El Largo
desencuentro (extractos de un ensayo). La primera parte fue publicada en
Malabia 58.
CUARTA ENTREGA
Conflictos entre
Uruguay y Argentina
Los conflictos de Uruguay, el “Estado tapón”, con sus dos poderosos
vecinos son constantes. Limítrofes con Brasil, por tener una frontera
terrestre, y de mayor calado con Argentina, con quien comparte río y rivaliza en
puerto. De fondo, siempre, los intereses extranjeros dispuestos a dar una
“mano”.
La lucha entre unitarios y federales argentinos fue la continuación del
largo conflicto ideológico iniciado en la época artiguista. Los unitarios,
defensores del liberalismo político, se veían como representantes de la cultura
de raíz europea y desde ese lugar manejaban el esquema civilización contra
barbarie, mientras los federales, liderados por Rosas, se proclamaban
defensores de la soberanía nacional y acusaban a sus adversarios de
actuar al servicio de los intereses extranjeros. En Uruguay Oribe apoyaba
a los federales y Rivera a los unitarios. De fondo, como ocurrió durante la
historia, Francia, Inglaterra y la emergente nueva potencia, los Estados Unidos
tratando de sacar ventajas económicas de la situación.
El primer choque entre los caudillos uruguayos fue en 1836 en
Carpintería, batalla en que las divisas usadas por los contendientes dio lugar
a facciones que luego se convertirían en los partidos tradicionales, blancos y
colorados.
En 1837 Rivera, derrotado en Carpintería y refugiado en Brasil, invadió
el Uruguay. Tras varios combates con suerte diversa, recibió el apoyo de
Francia, descontenta con Rosas por su resistencia a abrir la Confederación
Argentina al libre mercado y a la entrada de cualquier mercadería extranjera.
Esa ayuda francesa decantó el poder en Uruguay de su lado y lo convirtió en
presidente. Una de sus primeras medidas de gobierno consistió en declarar la
guerra a Rosas.
La Guerra Grande, una sucesión interminable de cruentos combates
(1839-1951), terminó con una invasión conjunta de fuerzas brasileñas, unitarias
y coloradas (Ejército Grande). Consumada la derrota federal se firmó una paz
que estipulaba que no había habido “ni vencedores ni vencidos”. Días más tarde
se firmaron cinco tratados entre el gobierno brasileño y el de la “Defensa” que
beneficiaban totalmente a Brasil y en los que Uruguay perdía territorios y
soberanía.
El 26 de enero de 1858, la revuelta de un grupo de colorados acabó en la
Hecatombe de Quinteros. El presidente uruguayo, Gabriel Pereira, rompió
relaciones con el gobierno de Buenos Aires por su apoyo a los rebeldes.
Bartolomé Mitre y el emperador del Brasil apoyaron la revolución de
1863-1865 de Venancio Flores contra el gobierno de Bernardo Berro.
Triunfante la revolución, Flores agradeció los favores con la intervención
uruguaya en la Guerra de la Triple Alianza contra Paraguay.
Durante la guerra civil de 1904 el presidente argentino Julio A. Roca
hizo la vista gorda ante los envíos de armas a los rebeldes de Aparicio
Saravia. El presidente José Batlle y Ordóñez entonces solicitó en Washington la
presencia de buques de guerra estadounidenses en el Río de la Plata. La muerte
de Saravia en Masoller hizo innecesaria la intervención, pero los marines ya
estaban en el puerto de Montevideo y terminaron desfilando por 18 de Julio.
Durante el mandato del presidente uruguayo Claudio Williman (1907-1911),
el canciller argentino Estanislao Zeballos sostuvo la tesis de que Uruguay no
tenía derecho alguno a la costa del Plata ni del río Uruguay (teoría de la
costa seca). Uruguay fortaleció entonces sus relaciones con Brasil -en litigio
en ese tiempo con Argentina- que, como advertencia a Buenos Aires, reconoció la
soberanía uruguaya sobre la mitad del río Yaguarón y la laguna Merín.
En 1932 Gabriel Terra rompió relaciones con Argentina después que se
inspeccionara un barco de guerra uruguayo anclado en el puerto de Buenos Aires.
El gobierno de Alfredo Baldomir se planteó, en plena Segunda Guerra
Mundial, el permiso de instalación en Uruguay de bases aeronavales
estadounidenses. El gobierno argentino, totalmente neutral, amenazó con
acciones militares directas.
Las relaciones del gobierno de Luis Batlle Berres con el gobierno
de Perón fueron erráticas. El proteccionismo argentino y sus trabas
burocráticas y cambiarias pusieron en peligro el turismo argentino en el Este
uruguayo.
A partir de las década de los sesenta las tensiones entre los dos países
fueron constantes. Finalmente Perón viajó a Montevideo en 1973 y firmó con Juan
María Bordaberry un tratado que definió de forma permanente los límites
fluviales.
La crisis económica argentina de 2002 puso en peligro a los bancos
uruguayos. El presidente Jorge Batlle llegó a perder los nervios hasta el punto
de afirmar ante una cámara: "Los argentinos son todos una manga de
ladrones, del primero hasta el último". Luego tuvo que viajar a Buenos
Aires a rectificar y pedir disculpas.
Tabaré Vázquez, agobiado por los cortes de puentes internacionales de
los piqueteros argentinos debido a la instalación de la planta de Botnia en
Fray Bentos, trató de imponer un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos.
El proyecto no se hizo realidad por las presiones de Brasil y Argentina y los
desacuerdos dentro del Frente Amplio. En 2008 los piqueteros ocuparon el
Consulado uruguayo en Gualeguaychú. El gobierno uruguayo llegó a considerar la
ruptura de relaciones con Argentina. Vázquez admitiría haber pedido ayuda,
incluso militar, al presidente Bush.
El presidente
Mujica (o el personaje que interpreta) dijo ante micrófonos que creyó apagados:
"Pa`conseguir algo de Argentina tenés que recostarte un poquito a Brasil.
Esta vieja (Cristina Fernández) es peor que el tuerto (Kirchner). El tuerto era
más político, esta es terca”.
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