EL TRANSITAR DE ANNA
SEGHERS
(Diario Judío México)
Anna Seghers, cuyo verdadero nombre era Netty Reiling, nació en Mainz,
Alemania el 9 de noviembre de 1900, hija de un adinerado comerciante de arte
llamado Isidor Reiling y Frau Fuld Hedwig; la familia profesaba la religión
judía ortodoxa.
Sus padres fomentaron en ella desde muy temprano el interés por el arte
y la literatura. Johann Schiller, Heinrich Heine, las leyendas y los cuentos
tradicionales eran un tema habitual de conversación en la familia. A esto, ella
añadió su pasión por Dostoyevski, palpable en la descripción de los personajes
de sus novelas, sujetos confusos, atormentados y angustiados por la vida que
arrastran.
En 1924 se doctoró en Historia del Arte y Sinología en la Universidad de
Heidelberg con una disertación sobre los judíos y el judaísmo en la obra de
Rembrandt.
El pseudónimo de Anna Seghers procede del pintor holandés del siglo XVII
Hércules Seghers. Comenzó a usarlo como parte de la ficción de uno de sus
primeros trabajos, una historia corta en la que el protagonista era un capitán
de barco holandés llamado Jan Seghers, y ella cuenta la historia como si fuera
su propia nieta, Anna Seghers. A partir de ahí usará este nombre el resto de su
vida.
Se casó en 1925 con el sociólogo húngaro László Radványi. En 1926 nació
en Berlín su hijo Peter. Publicó su primera obra, un cuento llamado “Grubetsch”
en 1927 bajo el nombre artístico Seghers (sin nombre de pila).
En 1928 nació su hija Ruth. También en ese año publicó su primer libro “La
Revuelta de los pescadores de Santa Bárbara” (Aufstand der Fischer von St.
Barbara) con el pseudónimo Anna Seghers. Por este primer libro, a propuesta
de Hans Henny Jahn ganó en ese mismo año el premio Kleist. También en 1928 se
unió al KPD (Partido Comunista Alemán, o Kommunistische Partei
Deutschlands), durante las encarnizadas luchas que mantenía contra los
nazis. En 1930 viajó por primera vez a la Unión Soviética. Tras la llegada al
poder del nacionalsocialismo, fue arrestada temporalmente por la Gestapo; sus
libros en Alemania fueron prohibidos y quemados. Poco después pudo escapar a
Suiza, desde donde se trasladó a París.
En el exilio colaboró con revistas de emigrantes alemanes; fue
colaboradora con el Neuen Deutschen Blätter (Periódico Nueva Alemania).
Fue uno de los fundadores del Schutzverbandes Deutscher Schriftsteller en
París. Con la llegada de la Segunda Guerra Mundial y la toma de París por parte
de las tropas alemanas, su marido fue internado en el campo de concentración de
Le Vernet en el sur de Francia. Anna Seghers consiguió escapar con sus hijos de
París a la parte del sur de Francia gobernada por Pétain. En Marsella intento
conseguir la liberación de su marido en cuanto hubo posibilidad de salir del
país. Esta etapa constituye la base de su novela Visado de Tránsito (Transit).
Como es sabido, para la escritora Anna Seghers existieron muchísimas
dificultades para abandonar Francia, a pesar de contar con la visa mexicana que
les había otorgado el Cónsul Gilberto Bosques.
La principal razón de ello fue que esa primera visa estaba expedida a su
nombre artístico y únicamente incluía a sus dos hijos, pero no su esposo, Lazlo
Radvanyi, que se encontraba en el campo de castigo de Le Vernet. Después de su
fuga en septiembre a la zona no ocupada de Francia, la escritora requirió dos
meses para obtener, después de la aclaración oficial de su identidad, una
segunda visa mexicana a nombre de Netty Radvanyi, con lo que finalmente su
marido obtuvo una para él.
Este fue liberado a fines de 1940 del campo de Le Vernet y colocado en
el campo de emigrantes de Les Milles en las cercanías de Marsella. Entonces, el
principal problema de la familia Seghers-Radvanyi, además de la obtención y el
financiamiento del boleto de barco, fue obtener las visas de tránsito para los
países que tocarían en su travesía hacia México. Primero se pensó en un viaje
por tierra a través de España para llegar a Lisboa (una ruta que especialmente
en 1940 fue utilizada por muchos refugiados) y después de ahí viajar por barco
vía Nueva York a Veracruz. Sin embargo, a fines de enero de 1941 se abrió la
posibilidad de viajar directamente en el mismo barco desde Marsella, vía norte
de África, a la isla antillana francesa de Martinica, y de ahí a Nueva York
para llegar a México, con lo que la única visa de tránsito necesaria sería la
estadounidense. El consulado estadounidense en Marsella había restringido mucho
el otorgamiento de dichas visas de tránsito. Como refleja una carta del
publicista Alfred Kantorowicz, fue decisiva para obtener el referido documento
la intervención personal del cónsul general Bosques, quien acompañó a Friedel,
la esposa del anterior y a Anna Seghers para persuadir a su colega
norteamericano para que emitiera una convocación a ambas mujeres para recoger
sus visas el 7 de marzo. Con la obtención de dicha visa se superó el último
obstáculo para la familia Radvanyi y el matrimonio Kantorowicz, y pudieron
abandonar Francia en el carguero Paul Lemerle.
En marzo de 1941 fue de Marsella a través de la Martinica, Nueva York y
Veracruz hasta Ciudad de México en donde se estableció. Su marido, mientras
tanto, encontró trabajo en universidades. También consiguió integrarse en el
idioma y la cultura de México, adonde llegó tras una huida complicada con
muchas paradas intermedias (los EE. UU. se negaron a acogerla).
Su correspondencia de la época muestra que el comienzo estuvo lleno de
dificultades culturales e idiomáticas, principalmente financieras. “Rodi
(su esposo), quien trabaja en dos escuelas y una imprenta, entre otras cosas,
siempre está muy ocupado. Apenas tiene tiempo para nosotros”, confesó
en una carta a un amigo.
László, -quien utilizaba el nombre de Johann Lorenz Schmidt como
seudónimo- fundó en 1941 el Instituto Mexicano de Investigación
Científica de la Opinión Pública, por lo que se le considera el padre de
las encuestas de opinión en México, tan populares en tiempos de elecciones.
El primer año vivieron con conocidos e incluso ya independizados
recibían ayuda de familiares y allegados para solventar gastos como los
estudios de Pierre y Ruth en el colegio francés.
Por otra parte, la familia Radvanyi-Segehrs llegó a México en momentos
de un apogeo cultural e ideológico, ejemplificado por el Muralismo, el Taller
de Gráfica Popular y las luchas sociales.
México ofreció asilo no sólo a exiliados políticos alemanes, sino que
también abrió sus fronteras a numerosos intelectuales y artistas españoles y
latinoamericanos, y les permitió seguir luchando contra el fascismo. Una
evidencia de los estrechos lazos que existieron entre refugiados de orígenes
tan diversos es la invitación a una comida de bienvenida que Anna Seghers
-recién llegada procedente del puerto de Veracruz, el 30 de Junio de 1941- recibió
de Pablo Neruda, entonces Cónsul General de Chile en aquel país y a quien había
conocido en España. Jorge Amado, el autor brasileño más importante del siglo
XX, dijo que para él y Pablo Neruda, Anna era como una hermana: “Nadie
poseyó en este mundo tanto encanto y fantasía como Ana - tanto, tanto.” Otros
personajes muy cercanos a ella fueron la feminista española Constancia de la
Mora y miembros de la comunidad germano parlante como Egon Erwin Kisch, Bodo Uhse, Ludwig Renn
y Leo Katz.
Su círculo no se remitió sólo a extranjeros. Sus grandes amigos
mexicanos fueron los muralistas Diego Rivera y Xavier Guerrero, y el líder
sindicalista Lombardo Toledano, fundador de la Universidad Obrera en la que
Laszlo Radvanyi era profesor, mientras Anna trabajaba en La séptima
cruz, la novela que la hizo famosa. Una vez terminada, las regalías de su
publicación la liberaron de preocupaciones económicas y más aún el pago por los
derechos de la filmación.
Anna Seghers formó parte de la dirección del movimiento Alemania
Libre y fundó el club antifascista Heinrich Heine, del cual fue la
presidente. En 1942 publicó la que probablemente es su novela más conocida, La séptima cruz (Das siebte Kreuz),
traducida al inglés en Estados Unidos y publicada en alemán en México.
En julio de 1943, en una de las grandes avenidas de la capital mexicana
la escritora sufrió un accidente automovilístico que la dejó gravemente herida
y con amnesia temporal. Durante la lenta recuperación creó su novela
autobiográfica y obra cumbre, La excursión de las muchachas muertas
(Bruguera, 2007). En una entrevista, su hija Ruth recordó que en el país azteca
su madre se rehusaba a escribir sobre él –aunque hizo varios apuntes-, pero al
volver a Europa creó hermosos cuentos como “Crisanta”, una joven indígena, o
“El azul verdadero. Una historia de México”, luego llevado al cine. De su
experiencia en las Antillas nacieron “Historias del Caribe” y “Las bodas de
Haití”.
En 1944 Fred Zinnemann filmó La séptima cruz, con Spencer
Tracy de protagonista, lo que hizo a Anna Seghers mundialmente conocida. Es la
historia de la huida de siete presos de un campo de concentración nazi, de los
que sólo se salvará uno. La autora describe la fuerza y la voluntad
inquebrantable del ser humano en un país dominado por el fascismo.
En 1944 publicó también en México la novela Visado de Tránsito (Transit), otra de sus obras maestras,
considerada por muchos como la novela más importante que se haya escrito sobre
el exilio. En ella se narra la experiencia de los exiliados que esperaban en
Marsella el tránsito hacia América huyendo de los nazis. En Marsella en 1940 se
apiñaban republicanos españoles, judíos, desertores, comunistas e intelectuales
venidos de todas partes de Europa, con los nazis pisándoles los talones. La
ciudad era una algarabía de gente que buscaba un medio para salir rumbo a
cualquier parte. Son refugiados saltando de un consulado a otro en busca de los
papeles que les permitan embarcar.
Marsella es una ciudad a la que había que acceder sólo para poder irse,
la cadena de trámites burocráticos que mantiene a los que huyen en permanente
estado de alerta, se tensa cada vez que se anuncia la partida de un barco hacia
Martinica, México, Brasil o Estados Unidos. Quien no consiga irse será devuelto
a su origen. El exilio aparece situado en un punto de máxima tensión, en ese
espacio y tiempo en el que la víctima parece suspendida en el vacío con un pie
en cada uno de los extremos del abismo: el lugar de salida y el lugar de llegada.
Por fin el 22 de abril de 1947, catorce años después de su partida, Anna
Seghers regresó a Berlín, como miembro del Partido Socialista Unificado de
Alemania (Sozialistischen Einheitspartei Deutschlands). Un Berlín que en
aquella época era, en palabras de Bertolt Brecht, un aquelarre de brujas.
Muchos intelectuales que regresaban del exilio se encontraron de pronto
viviendo “atemorizados por las intrigas, sospechas y vigilancias”: la guerra
fría había comenzado.
Se quedaron en la Ciudad de México siete años (1941-47), “una de
las etapas más bonitas e importantes de mi vida“, manifestó la escritora.
Su marido se quedó cinco años más en México, mientras sus hijos
estudiaban en Francia. Poco después de su partida, Laszlo y Anna recibieron la
nacionalidad mexicana. No obstante, ella nunca volvió a “su nueva nación”.
“La nostalgia hacia su patria, en especial hacia su lengua materna
fueron las causas de su regreso”, así como “la promesa de una
Alemania diferente a la que ella había vivido”, explicó Melchert, también
estudiosa de la obra literaria de Seghers.
En el año de su regreso a Berlín se le otorgó el premio Georg Büchner.
Inicialmente vivió en el sector occidental de Berlín, pues quería que sus
libros se leyeran también en las zonas no rusas. Sin embargo la persecución de
era objeto hizo que en 1949 se instalara finalmente en la zona soviética, la
futura República Democrática Alemana. En 1951 ganó el Premio Nacional de la
DDR, le fue concedido el Premio Lenin de la Paz y realizó un viaje a la República
Popular de China.
En realidad, la mayor parte de los escritores alemanes exiliados
regresaron a la zona de administración soviética: Bertolt Brecht, Ernst Bloch,
Willi Bredel, Johannes R. Becher, Friedrich Wolf, Ludwig Renn, Wieland
Herzfelde, Stefan Heym, Arnold Zweig, Jan Petersen, Stephan Hermlin y Erich
Arendt. Años más tarde a la pregunta de por qué regresó a la zona de
administración soviética respondió Anna Seghers:
“Porque aquí puedo alcanzar la resonancia que todo escritor desea.
Porque aquí existe una estrecha relación entre la palabra escrita y la vida.
Porque aquí puedo expresar para qué he vivido”
Desde 1952 hasta 1978 fue la presidente de la Federación de Escritores
de la DDR. En 1955 Anna Seghers y su marido se mudaron a Volkswohlstraße
81 (calle hoy llamada Anna-Seghers-Straße), en
Berlín-Adlershof, donde vivió hasta su muerte; hoy aloja un museo sobre su vida
y obra.
Cuando en 1957 Walter Janka, el director de Aufbau-Verlages (una
editorial donde Seghers también publicaba), fue procesado por una presunta
“conspiración contrarrevolucionaria”, ella se organizó e intervino a su favor
junto con Walter Ulbricht, sin éxito. En 1961 viajó a Brasil. En 1975 se la
hizo Ciudadana de Honor de Berlín-Este. En 1978 murió su marido. En 1981 le fue
otorgada la Ciudadanía de Honor de su ciudad natal, Mainz. Anna Seghers murió
el 1 de junio de 1983; fue enterrada en Berlín.
“Anna Seghers: alemana, judía, comunista, escritora, mujer, madre. En
cada una de estas palabras hay que pararse a reflexionar. Tantas identidades
contradictorias, aparentemente excluyentes, tantos ligamentos profundos y
dolorosos…”, dice de ella otra gran escritora alemana, Christa Wolf.
Anna Seghers fue una de las escritoras y feministas alemanas más
importantes del siglo XX. Escribió novelas y cuentos inspirados en las Antillas
o México, donde vivió exiliada y desde donde continuó luchando contra el
fascismo.
Sus textos, políticos o literarios, son una pieza clave para comprender
el exilio de los años 30 y 40 -sobre todo de los intelectuales germano
parlantes- y otros aspectos de la Europa de entreguerras, entre ellos el rol
femenino.
Su interés en promover el arte y las letras fue más lejos de su muerte.
En su testamento ordenó usar las regalías de su obra para reconocer año con año
a un joven escritor alemán y otro de países en vías de desarrollo. De esta
forma nació el premio Anna Seghers, dotado actualmente con 25.000 euros, y años
más tarde la fundación que lleva su nombre.
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