21/6/17

FRIEDRICH HÖLDERLIN

POESÍA Y NATURALEZA

Traducción y texto introductorio: David Alvarado Archila
                                            
Johan Christian Friedrich Hölderlin nació el 20 de marzo de 1770 en Lauffen am Neckar, una ciudad ubicada al sur de Alemania. En 1788, Hölderlin ingresó al Tübinger Stift, el seminario de Tubinga fundado por el duque de Ulrich en 1536 y cuya enseñanza está a cargo de la iglesia protestante. Allí, el poeta entabló amistad con Hegel y, posteriormente, con Schelling, compañeros con los que debatió sobre los textos de Spinoza, Kant y Fichte. Por su parte, durante la década de 1790, Hölderlin se graduó como magister del seminario de Tubinga; publicó sus poemas en varias revistas y, a través de la intercesión de Friedrich Schiller, logró obtener el puesto de preceptor en Walterhausen, así como publicar, en 1794, un fragmento de la novela Hyperion en la revista Thalia.
Durante la segunda mitad de esta década, Hölderlin viajó a Jena y trabajó como preceptor de la familia Gontard desde 1795. Allí, el poeta conoció a Susette Gontard, de la que se enamoró profundamente. Los años con la familia Gontard fueron productivos para Hölderlin: en 1797, apareció el primer tomo del Hyperion. Además, Hölderlin conjugó el trabajo en el segundo tomo de la novela (que apareció en 1799) con el plan de elaboración de una tragedia: La muerte de Empédocles.  En 1798, y a raíz de la relación con Susette Gontard, Hölderlin abandonó su trabajo como preceptor y emprendió algunos viajes por Fráncfort, Homburg, Stuttgart y Suiza, a los que acompañaron los trabajos en las versiones de su tentativa de tragedia y algunas traducciones, específicamente, de Píndaro y de Sófocles.
Entre 1800 y 1802, Hölderlin estuvo en Stuttgart y, luego, en Homburg. En esta época comenzaron a aparecer los síntomas de su enfermedad, mientras trabajaba en las traducciones de  Edipo rey Antígona.  Dichas traducciones aparecieron en 1804, pero la reacción a esta publicación no fue la mejor. Por ejemplo, Goethe y Schiller se rieron a carcajadas al oír los coros de Antígona, mientras Hegel y Schelling, sus viejos amigos, vieron las traducciones como la evidencia de la locura del poeta.
En 1806, Hölderlin fue ingresado a una clínica psiquiátrica de Tubinga. Una vez allí, fue declarado enfermo mental incurable y fue recluido en una habitación de la torre del carpintero Zimmer. Durante este periodo de su vida, el poeta  continuó escribiendo, a pesar de que se le daba poco papel, pues se creía que escribir podría alterar su estado mental. Además, daba largas caminatas y tocaba el piano que estaba en su habitación. El poeta murió el siente de junio de 1843, tras 37 años en la torre.
Ahora bien, para hablar de la naturaleza en la obra de Hölderlin, es necesario tener en cuenta otro concepto: el arte. De manera similar a lo planteado por Schiller en las Cartas sobre la educación estética (1795), Hölderlin considera que existe una contraposición entre el arte (die Kunst) y la naturaleza (die Natur). Para el poeta, la naturaleza se asocia con lo que él denomina como lo aórgico (aorgisch) en el Fundamento para el Empédocles (1794-1804), esto es, “d[a]s Unbegreiflichen, d[a]s Unfühlbaren, d[a]s Unbegrenzten” [lo incomprensible, lo no sensible, lo ilimitado] (StA, 4,1, 153, L. 4-5). Por su parte, el arte se relaciona con la capacidad de reflexión y con la actividad autónoma.
Entre estos dos extremos se encuentra el hombre, a quien el poeta concibe como un ser orgánico, artístico (künstlich) y, por tanto, reflexionante. Según Hölderlin, al enfrentarse a la naturaleza, el hombre puede relacionarse con ella mediante la sensación o mediante el conocimiento. A través de la primera vía, el hombre le otorga el sentimiento de perfección (das Gefühl der Vollendung) a la naturaleza, al concebirla en la vida como lo meramente aórgico.
No obstante, el hombre puede conocer la naturaleza cuando transgrede sus propios límites y desequilibra la relación entre la consciencia (Bewustsein), la reflexión (Nachdenken) y lo que el poeta denomina como la sensibilidad física (physische Synnlichkeit). Con esta trasgresión, se presenta una unión entre la naturaleza y el arte en el hombre. Además, esta unión de los opuestos en el hombre implica la muerte de la individuación debido a que, según Hölderlin, la naturaleza se hace más orgánica a través de la acción del hombre, mientras que el ser humano adquiere algo de lo aórgico de la naturaleza.
Para esta traducción, he escogido once poemas de todas las etapas poéticas de Hölderlin. En los primeros, se puede encontrar una idealización de la naturaleza, contrapuesta a los sentimientos de la voz poética. Considero que estos primeros poemas pueden contribuir a ampliar o a ejemplificar la noción de lo aórgico que Hölderlin formuló en el Fundamento para el Empédocles. A estos, los suceden tres poemas en los que se evidencia la relación entre la figura del poeta y la naturaleza. El primer poema presenta una crítica a los poetas hipócritas, mientras que el segundo se puede denominar como prescriptivo, en tanto que la voz poética se dirige a los jóvenes poetas. El tercer poema tiene como figura central a Empédocles, poeta y filósofo. A éste, Hölderlin lo concibe como héroe de su tragedia y como el resultado de “gewaltige[n] Entgegensezungen von Natur und Kunst” [violentas oposiciones entre la naturaleza y el arte]  (StA, 4,1, 154, L. 26- 27).
Por lo demás, incluyo cuatro poemas de la época en la que Hölderlin estuvo recluido en la torre de Tubinga. Estos poemas suelen ser considerados por los críticos como estampas o poemas de estación y, usualmente, van acompañados de fechas que no necesariamente corresponden a la fecha de composición, así como del nombre Scardanelli (nombre que adoptó el poeta en algunos poemas de esta época). Finalmente, para esta traducción utilicé la Grosse Stutgarter Ausgabe, la edición de Stuttgart, que apareció en Alemania entre  1943 y 1985.

Referencia bibliográfica

Höldelrin, F. (1943-1985). Sämtliche Werke. Friedrich Beißner, Adolf Beck y Ute Oelmann (eds.). Alemania: Grosse Stuttgarter Ausgabe.

A LA NATURALEZA

Cuando aún jugaba alrededor de tu velo,
aún estaba adherido a ti como una flor,
aún sentía tu corazón en cada sonido,
el corazón que rodeaba mi corazón tierno y tembloroso.

Cuando rico, como tú, me erguía ante tu imagen
aún con fe y añoranza, aún encontraba un lugar
para mis lágrimas, un mundo para mi amor.
Cuando mi corazón se encaminaba hacia el sol,
como si él percibiera sus tonos,
y cuando llamaba a las estrellas sus hermanas
y, en la primavera, la melodía del dios.

Cuando en el aire, que mueve el soto,
tu espíritu, tú espíritu de la alegría,
aún hacía surgir tranquilas olas  en el corazón,
los días dorados me rodeaban.

Cuando en el valle, donde la fuente me refrescaba,
donde los arbustos proporcionaban el verde
a la tranquila pared rocosa
y el éter aparecía a través de las ramas.
Cuando allí, en el valle, rociado por flores,
yo tomaba su aliento tranquilo y ebrio
y descendía hacia mí la dorada nube desde las alturas,
rebosante de luz y de brillo-

Cuando iba lejos entre los brezos desnudos,
donde resuena el titánico canto de las corrientes,
provenientes del regazo de desfiladeros oscuros,
cuando me rodeaba la noche nublada
y me conducía a lo largo de las montañas,
y en torno a mí volaban las flamas del cielo,
¡allí aparecías tú, alma de la naturaleza!

Con frecuencia, con ebrias lágrimas y ebrio amor,
me perdía en tu abundancia, ¡bello mundo!,
como anhelan perderse las corrientes en el océano,
tras un largo trasegar.
¡Ah!, cuando me precipitaba desde la soledad del tiempo
hacia los brazos del infinito, junto con todos los seres,
como un peregrino se precipita a la casa paterna.

Sed bendecidos, dorados sueños de la niñez.
Vosotros me ocultasteis la pobreza de la vida,
criasteis el buen germen del corazón;
lo que nunca conseguí, ¡vosotros lo proveíais!

¡Oh, naturaleza!, en la luz de tu belleza se revelan,
sin esfuerzo ni violencia, los reales frutos del amor,
como las cosechas en la Arcadia.

Ahora, está muerta la que me amamantó y me educó.
Ahora, está muerto el mundo juvenil,
este pecho, que una vez sentía un cielo,
muerto y mísero, como un campo de rastrojos.
¡Ah!, aún canta la primavera de mis penas,
como antaño, una canción alegre y consoladora,
pero rota está la mañana de mi vida,
la primavera de mi corazón se marchitó.

Eternamente, debe vivir en la miseria el amor más querido,
lo que amamos es solo una sombra.
Cuando los sueños dorados de la juventud murieron,
murió para mí la naturaleza amigable.
Pobre corazón, en los días alegres no  experimentaste
estar lejos de la patria. Pobre corazón, nunca podrás encontrarla,

si un sueño de ella  no te basta.


NATURALEZA Y ARTE O SATURNO Y JÚPITER

Reinas sobre el día y tu ley florece,
¡tú sostienes la balanza, hijo de Saturno!
Distribuyes la suerte y descansas en la fama
de las inmortales artes soberanas.

Pero, se dicen los cantores, expulsaste
al viejo padre, al tuyo, hacia el abismo
y se lamenta en las profundidades,
donde están los salvajes por tu justicia,

el inocente que hace tiempo fue dios del
tiempo dorado: alguna vez sin esfuerzo y tan grande como tú,
aun cuando ya no pronunciaba ninguna ley
y ningún mortal lo invocaba por su nombre.

¡Baja o no te avergüences de agradecer!
Y si quieres permanecer, ¡sirve al anciano
y no lo envidies cuando el cantor lo nombre
ante todos, hombres y dioses!

Pues así como tu relámpago surge de las nubes,
de él proviene lo que es tuyo, ¡mira!, de  él proviene
lo que tú repartes, y de la paz de Saturno
ha crecido todo el poder.

Y en solo mi corazón sentí y entreví
lo vivo a lo que dabas forma
y creía dormido de manera placentera
al tiempo cambiante:

¡luego te conocí, Cronión! Luego, te oí,
oí al sabio maestro; un hijo del tiempo,
como nosotros, que dicta leyes
y promulga lo que alberga
el sagrado crepúsculo.


CANTANDO BAJO LOS ALPES 

¡Sagrada inocencia familiar y amada
por los hombres y los dioses! Te gusta
estar en casa o afuera, sentada
                                      a los pies de los ancianos,


siempre llena de alegre sabiduría; pues el
hombre conoce lo bueno, pero se asombra
ante el cielo como un animal. ¡Mas cuán puro es todo
                                      para ti, que eres pura!

¡Mira! El tosco animal del campo te sirve con gusto
y confía en ti; el bosque mudo te dice
sus sentencias como antaño;
                                     las montañas te instruyen

mandamientos sagrados, y las innumerables experiencias
que aún el gran padre no nos quiere revelar, solo a ti te está
permitido predecírnoslas con claridad.

No deseo ni conozco nada más feliz que
estar así, a solas con los celestiales, con la mirada
fija en ellos, mientras fluye la luz, la corriente y el viento,
y mientras el tiempo pasa,

hasta que me arrastre fuera la marea,
como al sauce, levantado y dormido
                                    entre las olas.

Mas en casa permanece con gusto quien mantiene
lo divino en su pecho fiel. Y en tanto me sea permitido,
quiero interpretaros y cantaros a todos vosotros libremente,
                                                         ¡lenguajes del cielo!


LOS ROBLES 

Vengo desde el jardín hacia vosotros, ¡hijos de las montañas!
Del jardín, donde vive la naturaleza familiar y paciente,
cuidadora y vuelta a cuidar junto a los hombres laboriosos.
Mas vosotros, ¡grandiosos!, estáis como un pueblo de titanes
en el mundo domesticado y sólo os pertenecéis a vosotros, al cielo,
que os alimenta y os educa, y a la tierra de la que nacisteis.
Ninguno de vosotros ha asistido a la escuela de los hombres
y crecéis  alegres y libres desde vuestras fuertes raíces hacia arriba,
no debajo del otro;  agarráis el espacio  con brazos violentos,
como el águila a su botín, y vuestra copa soleada
se orienta alegre y grandiosa hacia las nubes.
Cada uno de vosotros es un mundo. Vivís como las estrellas del cielo;
cada uno un dios, juntos en una libre alianza.
Si yo pudiese soportar la servidumbre, nunca envidiaría
este bosque y me ajustaría a la vida en sociedad.
Y si el corazón, que no se aparta del amor,
no me atara a la vida en sociedad,
¡con cuánto gusto viviría entre vosotros!


POETAS HIPÓCRITAS 

¡Vosotros, fríos hipócritas, no habléis de los dioses!
¡Vosotros tenéis entendimiento! No creéis en Helios,
ni en el dios del trueno, ni en el de los mares.
La tierra está muerta, ¿a quién le gustaría agradecerle?-

¡Tranquilizaos, dioses! Vosotros aún adornáis la canción,
aunque el alma haya desaparecido de vuestros nombres,
y cuando se necesita una palabra significativa,
¡madre naturaleza!, uno recuerda tu nombre.


A LOS JÓVENES POETAS 


¡Queridos hermanos! Quizá nuestro arte madure,
tras una larga fermentación similar a la de la juventud,
y pronto llegará a la calma de la belleza.
¡Sed piadosos, como lo eran los griegos!

¡Amad a los dioses y pensad amablemente en los mortales!
¡Odiad la ebriedad tanto como la frialdad! ¡No describáis,
ni aleccionéis! Si os atemoriza el maestro,
pedid consejo a la gran naturaleza.


EMPÉDOCLES 

Tú buscas la vida, la buscas, y brota y arde
un fuego divino para ti desde lo profundo de la tierra.
Tú te arrojas hacia abajo, a las llamas del Etna,
con ansía estremecedora.

Así, la arrogancia de la reina mezcla perlas
en el vino, y ¡cómo le gustaría que tú , poeta,
no hubieras sacrificado tu riqueza
aquí, en el cáliz hirviente!

Pero eres sagrado para mí, como el poder de la /tierra
que te arrebató, ¡muerto osado!
Y yo quisiera seguir al héroe en la profundidad,
si el amor no me detuviera.


LA PRIMAVERA 

Cuando se ve nuevamente la luz de la tierra,
el verde valle alumbra por la lluvia de la primavera y, alegre,
desciende el blanco de las flores sobre la corriente clara
después de que un día sereno declina para los hombres.

La visibilidad se beneficia de claras distinciones,
el cielo de la primavera está con su paz
para que el hombre pueda observar el encanto del año sin ser molestado
y atienda la perfección de la vida.
Con humildad
Scardanelli

15 de marzo de 1842


EL VERANO 

Cuando desaparecen las floraciones de la primavera,
allí está el verano que se desliza por el año.
Y como el arroyo desciende por el valle,
así irradia el esplendor de las montañas.

Que casi siempre el campo se muestre con esplendor,
es como el día que tiende hacia la tarde;
así como  el año permanece, así son las horas del verano
y, con frecuencia, las imágenes de la naturaleza
desaparecen para los hombres.

24 de mayo de 1778
Scardanelli

EL OTOÑO

Las leyendas del espíritu que fue y ha vuelto,
las que se han alejado de la tierra,
vuelven a la humanidad y mucho aprendemos
del tiempo que se apresuraba y se consumía.

Las imágenes del pasado no han sido abandonadas
por la naturaleza. Así como se desvanecen los días
en el cenit del verano, retorna el otoño a la tierra. Una vez más,
el espíritu de los aguaceros se encuentra en el cielo.

En poco tiempo, mucho ha terminado.
El campesino, que araba,
ve cómo el año tiende hacia un final feliz.
En tales imágenes, se completa el día del hombre.

La redondez de la tierra, adornada con rocas, no es
como la nube que se pierde en la tarde,
sino que se muestra con un día dorado
y la perfección es sin tacha.

24 de mayo 1778
Scardanelli


INVIERNO 

Cuando se ha perdido el follaje de las llanuras,
cae el blanco sobre el valle,
pero el día resplandece por agudos rayos solares,
la fiesta de los estados resplandece desde las puertas.

Es la calma de la naturaleza, el silencio del campo
es como la espiritualidad del hombre y las diferencias
se muestran tan grandes, que conforman la gran imagen
que muestra la naturaleza, en vez de la clemencia de la primavera.

25 de diciembre de 1841

El humilde Scardanelli


Noticia biográfica


David Alvarado Archila (1989) es profesional en Literatura con énfasis en Filosofía de la Pontificia Universidad Javeriana, máster en Literatura de la Universidad de los Andes y traductor. Ha sido librero, profesor y, actualmente, trabaja como gestor de evaluación en el Centro de Español de la Universidad de los Andes.

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