JULIO
HERRERA Y REISSIG
POLÉMICA
CON ROBERTO DE LAS CARRERAS
QUINTA ENTREGA
En esto no hacía otra
cosa que corresponder por una intuición misericordiosa al apóstata que después
de ofrecerme solaces de adoración, estética, bombones de cumplido, apenas yo me
esfumaba después de concluir la tarea de corregirla se quedaba torciéndose de
risa en compañía de su hermanito y de algún íntimo. La diferencia entre la risa
de Herrera y Reissig y la que él me inspira consiste en que las arrugas burlescas
de Reissig eran como sus frases, sin sentido, mientras que mi risa es capaz de
encontrar a oscuras los recovecos de las debilidades del que, como Vasseur, no
halla tropiezo en proclamarse divino. Hay otra diferencia, ésta consiste en que
la risa de Reissig, como él lo manifiesta en su enojo, nos proporciona el espectáculo
curioso de un fenómeno sísmico de la fisonomía -que los labios se le junten con las orejas.
En reconocimiento a lo
inofensivo de sus ataques, le remito un proyecto generoso que puede abrirle los
brazos de la fortuna económica que tan débilmente le ha sonreído en su empleo
en La Prensa, donde era remunerado
con doce pesos mensuales para cigarros.
He aquí la idea
salvadora con que acaricio el corazón de Reissig que él tiene en el bolsillo.
Que se exponga en una barraca, exhibiendo un fenómeno humano nunca visto. A
este fin no tiene más que presentarse él mismo y reír entremezclando labios y
orejas. La entrada: un real.
Reissig reía de que yo
tenga un talento que algunos hombres me negarán, pero cierto ninguna mujer. Si
Reissig lo duda no tiene más que interrogar a su amante la señorita de M. cuya
admiración, bien lo sabe Reissig, es evidente por éste su compañero de tareas…
¿Reissig no considera
que si hay un hombre en Montevideo de cuya testuz puede hablarse es él? Ataca
para no ser atacado: es una táctica. No debe olvidar Reissig que yo soy algo
esgrimista y conozco todos los secretos del arte de hablar y esconder el
blanco.
La diferencia entre
Reissig y yo ante la infidencia femenina consiste en que yo he empollado en
invernáculo, autorizado, glorificado, mientras él ha tenido que soportar contra
toda su áspera voluntad que yo acaricie a la madre de su hijita natural.
Los tiros de Reissig
caen a mis pies como las balas sin alcance de los rusos que se hundían en las
aguas sin inmutar a los inaccesibles navíos japoneses.
Yo no soy una víctima
del Matrimonio como insinúa pobremente Reissig, el cual se halla perfectamente
convencido de mi bello gesto. Soy su destructor. Ibsen dijo: “Yo pongo una
bomba bajo el arca”. Yo puse una bomba bajo el código la cual ha volado con
gran dolor del escapulario bendito que Reissig lleva al cuello y besa antes de
acostarse, cosa que no negará pues ha cumplido esa ceremonia en mi presencia.
A mis pies está la ley
domada; esa ley que maniata a los infelices y deja las manos del superhombre
Roberto lo bastante libres para que éstas ondulen en la única querida que ha
logrado el satírico Reissig.
(Continuará)
(La Tribuna Popular, año XXVII, Nº 9231, Montevideo, abril 23 de
1906, pág. 2, cols 4 y 5).
IV
El robo del diamante
Polémica de las
Carreras-Reissig
En el deseo de evitar
que se diluciden por medio de la prensa las cuestiones de índole personal,
solicitamos de nuestro ilustrado colaborador el señor Roberto de las Carreras
la supresión de algunas asperezas contenidas en el tercer artículo de
contestación a nuestro también ilustrado colaborador Julio Herrera y Reissig.
Entendiendo el señor de
las Carreras que él ha sido provocado por su contrincante y obligado a
descender a este terreno, no ha creído posible acceder a lo que de él
solicitamos, retirando de nuestro poder los originales.
Lamentamos la
determinación del señor de las Carreras, que priva a nuestros lectores, creemos
que por el momento, de las producciones siempre originales del vigoroso
estilista.
(La Tribuna Popular, año XXVII, Nº 9232, Montevideo, abril 24 de
1906, página 6, col. 4).
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