LA
CARRETA
Prólogo
de Wilfredo Penco
Montevideo
2004
CUADRAGESIMOSEGUNDA ENTREGA
XI
(2)
Pero el forastero
permanece mudo, serio, de pie, apoyado el codo en el pasador de madera de la
ventana.
Y el recién llegado
dice, entre dientes:
-Gracioso el mozo… ¿no?
¡Qué me dice!... Gracioso!
Todos clavan la mirada
en el intruso. Nadie pronuncia una sola palabra, por unos instantes, hasta que
uno del grupo pide al “cuentero” la repetición de la historia picaresca “del
chancho colorado”…
Se trata de un gracioso
relato, muy conocido en el paraje, al cual “el cuentero” le da cierto aire
novedoso enriqueciéndolo con cómicas alusiones al auditorio.
“El cuentero”, sin
acusar el impacto, termina el relato con un broche feliz que provoca ruidosa
hilaridad.
La lluvia arrecia.
Azota el vendaval. Tempestad o tormenta que traen hasta las casas a esos
pájaros negros que al día siguiente, cuando el sol comienza a secar los campos
inundados, desaparecen misteriosamente. Dejan impresión de mal augurio y no se
los olvida jamás.
El forastero tiene
apariencias de pájaro de tempestad. Al terminar una de las historias más
exitosas, pregunta con sorna:
-Y, ¿quién era el
comisario en ese tiempo?
El auditorio siente una
ráfaga helada.
Las quitanderas,
embebidas en el relato, despiertan a la realidad. El forastero aguafiestas se
queda inmóvil. “El cuentero” levanta la cabeza con humildad y alza los ojos
hacia la recia faz del que se expresa con burla “sobradora”. No se atreve a
responder. Sin duda alguna, se le ha presentado, por primera vez, el enemigo
inevitable e ignorado del “cuentero”.
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