ANA RHOGIO
(tercer cuento para
peques)
LA LEYENDA DEL
VIENTO EN LA MONTAÑA HUECA
Cuando la etnia Tron escaló las cumbres
escapando de la era glacial anunciada por astrónomos y astrólogos, el interminable
y nuboso paisaje de picos nevados les avasalló los ojos y el aire sutil de
aquellas latitudes inundó sus espíritus de pureza.
Después exploraron el tibio interior de
la montaña y descubrieron aguas plateadas cayendo desde las cimas en piscinas
naturales y terrazas cultivables donde crecían flores y alimentos.
Entonces decidieron que ese era el
mejor lugar para vivir.
La luz exterior que entraba a través de
cientos de huecos transformaba el lugar en un deslumbrante escenario de
arcoíris que alumbraban miles de grutas doradas intercomunicadas por infinidad
de puentes de piedra que al ocultarse el sol se convertían en peligrosos y
fantasmales pasos por los que nadie se animaba a transitar.
El viento, olvidado durante el día,
entraba y salía por las chimeneas asustando mortalmente hasta a los más
valientes, que necesitaron un largo tiempo de acostumbramiento para poder
dormir tranquilos.
Al-Torik era un niño poeta de diez años
que inventaba cuentos y leyendas para entretener a sus hermanos y ayudarlos a
olvidar el miedo en el instante en que se consumían las velas.
Había creado un gigantesco personaje
llamado Tumán, que era el causante de tantos quejumbrosos rugidos, y los
animaba a imaginarlo bailando al compás de sus desafinadas sinfonías, subiendo
y bajando interminablemente por el aire de sus oquedades.
Pero el pobre tenía la mala fortuna de
que sus larguísimas barbas y negros cabellos se le enredaban en las aristas
salientes de las rocas, lo que le causaba terribles dolores que lo hacían
gritar furiosamente al tratar de liberarse.
-Cierren los ojos y traten de
imaginarse lo que sufre Tumán tratando de desengancharse -les pedía el niño a
sus hermanos.
Y como el gigante era bueno, terminó
enseñándoles a fabricar velas con grasas vegetales y a fabricar vitrales
fundiendo las arenas, los cuarzos y los fuegos interiores del planeta.
Los cristales resplandecientes copiaban
las formas y los colores de las flores, y con ellos los pobladores del interior
de la montaña pudieron fabricar ventanas y puertas que cuidaban la intimidad de
sus hogares.
Al-Torik sumaba a sus dotes de buen
escritor, las excelencias de un gran juglar y quería que sus visiones
florecieran en las mentes de todos:
-Ahora imagínenselo sentado allá abajo
en un momento de calma, acariciándose el mentón dolorido y contemplando
admiradamente el alto fulgor de sus creaciones amarillas, rojas, anaranjadas,
añiles, verdes y violetas. Las paredes de oro y las cataratas de plata de la
montaña la hacían resplandecer como a una joya, pero sucedió que en un
crepúsculo carmesí vinieron desde las simas del planeta varias mujeres brujas y
varias mujeres hadas a exigirle a Tumán que no aullara más, porque ellas
tampoco podían dormir: “Tus alaridos se oyen en lo más profundo de la tierra,
así que por favor termina ya mismo con tus aspavientos!!!!”.
Y de golpe Tumán se enamoró de una de
aquellas mujeres y sin importarle si era hada o bruja, la conquistó con su
admirable simpatía y se casó con ella.
Y Al-Torik, a punto de ser vencido por
el sueño, murmuraba:
-Ahí andan cantando y girando,
incansables, Tumán y su esposa. Ella está vestida con gasas transparentes y
envuelve a su marido con frescas brisas celestes mientras él la abraza
rodeándole con sus suaves cabellos que le llegan hasta los pies. Si la que
canta es ella, su voz se parece a los silbidos del agua cayendo en las
piscinas. Pero si canta él, su voz suena igual que los aludes rodando laderas
abajo hasta llegar al valle. ¿Cuál será el nombre de esa adorable y dulce
mujer?
Hasta que una noche Al-Torik recibió un
trueno por respuesta:
-AAAAHHHH!!!! MI ESPOSA SE LLAMA
SILBA!!!!
Y su carcajada se enredó en la cascada
formando un remolino azul.
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