ENTREPÁGINAS
por Juan de Marsilio
GRAN NARRADOR DE
SEGUNDA FILA (Y VARIAS CUESTIONES CONEXAS)
Hace poco, en
nota para este espacio a propósito de una selección de cuentos de Mario Levrero,
escribía yo que la colección “Lectores”, de Ediciones de la Banda Oriental, no
andaba precisamente necesitada de que este humilde escriba le hiciese
propaganda en este blog. Y resulta que justo llega a mis manos un volumen de la
misma editorial, un conjunto de cuentos de B. Traven*, que me da pie, con la
excusa de reseñarlo, para escribir sobre algunas cuestiones de ética del
escritor, política editorial y metodología de la enseñanza de la literatura que
hace tiempo me andan rondando por la cabeza. Por su puesto que el lector deberá
darle a mis opiniones el valor que tienen: el de un lector medianamente atento
que se gana la vida enseñando y escribiendo.
EL MISTERIOSO SR. TRAVEN. B. Traven -y no Bruno Traven, como insisten muchos-
es, lo mismo que Traven Torsvan, Hal Croves, Ret Marut, Otto Weinecke y algunos
otros más es el pseudónimo de…pues de no se sabe muy bien quién. Se da por
cierto que sus novelas y cuentos fueron escritos originalmente en alemán o en
inglés. También que habría nacido en Alemania hacia 1888 y que sus ideas
libertarias lo habrían llevado a participar en la Revolución de Baviera, de
fines de 1918, que estableció la República Soviética de Baviera, tras cuya
derrota en mayo de 1919, Traven huyó a México (se discute si llegó en 1922 o 23
y si hizo o no una escala previa en Inglaterra). Bajo pseudónimo fue publicando
novelas y libros de cuentos, en su gran mayoría de temática y ambiente
mexicano, en especial de la Selva Lacandona, en el Estado de Chiapas. Como
ocurriera con Graham Greene, Malcolm Lowry o D. H. Lawrence, las gentes y el
paisaje mexicano influyeron poderosamente en su obra. Se sabe con certeza que
falleció en Ciudad de México el 26 de marzo de 1969, y que estaba casado desde
1957 con Rosa Elena Luján, su traductora y apoderada en el tramo final de su
existencia.
Varias figuras
de interés han sido postuladas al rol de “escritor oculto” tras el pseudónimo.
Algunos sostuvieron que se trataba del norteamericano Ambrose Bierce,
desaparecido en la Revolución Mexicana en 1914. Otros creyeron ver tras sus
textos a Jack London, fallecido en 1916. Pero la identidad más interesante que
le fue atribuida es la de Esperanza López Mateos (1907 - 1951), traductora de
sus libros y hermana de Adolfo López Mateos, Presidente de México entre 1958 y
1964 (y también candidato, para algunos, al puesto de “verdadero B. Traven”).
No faltó tampoco quien afirmara que se trataba de un hijo bastardo del Kaiser
Guillermo II.
Sobre su
negativa a publicitarse, escribiría a sus editores norteamericanos: “Sencillamente
no entiendo por qué se ha de crear tanto alboroto en torno a un escritor, por
qué la gente quiere saber a qué hora se levanta, qué desayuna, si bebe, fuma,
come carne, si juega al golf o al póker, si es casado o soltero. Mi trabajo es
importante: yo en sí no lo soy; solamente soy un trabajador común y
corriente.”. Y tras ponerse a la altura de los otros trabajadores que hacen
posible al libro como objeto, añadía: “…jamás he oído que el lector de un buen
libro le haya pedido el autógrafo al tipógrafo, al impresor, al
encuadernador.”.
Si bien a Traven
lo hizo muy famoso el cine -por basarse en sus libros películas como “El tesoro
de la Sierra Madre”, de 1948, dirigida por Jon Huston y protagonizada por
Humprey Bogart, o “Macario”, de 1960, dirigida por Roberto Gavaldón y nominada
al Oscar como mejor película extranjera, entre otras- no es menos cierto que
entre fines de los años ’20 y en la década de los ’30 esos libros que juzgaba
más interesantes que su vida vendieron decenas de millones de ejemplares.
OBJETIVO CORRECTO / MÉTODO DISCUTIBLE. Lo que pretendía Traven me parece de lo
más pertinente. No pocos son los escritores que por perseguir la fama y la
figuración en los grandes ambientes literarios, e incluso en algunos más bien
modestos como el de por aquí, terminan escribiendo menos de lo que podrían, o
descuidando la excelencia de su obra. Y se sabe que el primer deber de un
escritor es escribir lo más y mejor que pueda. Está muy bien eso de que el
escritor se conciba a sí mismo como un trabajador y no como un divo.
Sin embargo, el
método de ocultamiento elegido -reeditado más acá por quien firma sus libros
como Elena Ferrante y que parecería estar confirmado que se trata de la
traductora Anita Raja- termina consiguiendo lo contrario que pretende, pues la
prensa termina poniendo en “cazar” a la persona oculta tras el pseudónimo y
especular sobre las razones de sus “perfil bajo” unas energías que, aplicadas
al análisis y la difusión de la obra, darían unos resultados más provechosos
para la literatura y los lectores. Y esta es la cuestión de ética del escritor
sobre la que quería escribir.
LAS COLECCIONES
POPULARES. Las colecciones populares, como esta “Lectores”, acerca de la que
reincido, tienen entre muchos otros el mérito de acercar al nuevo público a
autores que, habiendo producido una obra de calidad y muy atendida en su
momento, han caído hasta cierto punto en el olvido por no haber marcado un
“antes y después” en la historia de las letras. O dicho de otro modo, por ser
buenos escritores, y hasta muy buenos, pero “de segunda fila”.
Quienes deciden las políticas culturales deberían fomentar estas colecciones
populares, que publican libros a bajo precio, entre otras cosas para combatir
el olvido. Escribo esto porque no sólo existen buenos escritores de segunda
fila extranjeros muy olvidados, como B. Traven. También los hay uruguayos (y
hasta de primera fila, para los de acá, que por aquí se escribe mucho y muy
bueno, pero también se olvida mucho y muy rápido).
Estas colecciones populares, a veces por razones de costo, al usar textos de
dominio público, o sólo pagar los derechos de traducciones ya existentes, en
lugar de encargar versiones nuevas, son una excelente puerta de acceso a la
lectura de calidad para ese público lector que no está dispuesto a tragar
cualquier banalidad impresa, sin por ello gustar de lo hipercomplejo e
hipervanguardista. Las autoridades que correspondan deben fomentarlas,
especialmente entre el público más joven.
LOS ESCRITORES DE SEGUNDA FILA EN EL AULA. Los clásicos en el aula están en su
salsa. Y los muchachos “se enganchan” con ellos mucho más de lo que solemos
quejarnos los docentes en nuestros ratos melancólicos, sin que esto que escribo
implique negar que tenemos serios problemas de alfabetización funcional.
No menos cierto que lo anterior son otras dos cosas. La primera es que la
mayoría de los buenos lectores no han leído de los clásicos mucho más de los
vistos en las aulas liceales, y aunque muchas veces recuerden esas clases con
placer y cariño, prefieren leer textos más cercanos a su tiempo. O de otras
épocas, pero escritos en tono menor, sin esa majestad propia de los clásicos,
que bien puede ser para todos, pero no para todos los momentos de lectura.
La segunda es que muchos de nuestros estudiantes llegan a las aulas de
literatura en secundaria, a los catorce o quince años, sin hábitos de lectura.
Y si bien el programa de 3º de Ciclo Básico es bastante "entrador",
por empezar con cuentos de Horacio Quiroga, muchos de nuestros estudiantes
necesitarán, para construirse como lectores, que sus docentes les recomendemos,
en lo que terminan de cursar el bachillerato, buenos escritores -y sobre todo
buenos narradores- de esos “de segunda fila” (que tanto nos deleitaran a tantos
docentes cuando aun leíamos con la inocencia de quien no está obligado a
enseñarles cosas trascendentes a las nuevas generaciones).
ESTOS CUENTOS (Y SU PRÓLOGO). En los diez cuentos de este volumen el lector
encontrará la pobreza de México, mostrada con pasión libertaria, pero a la vez
con un humor entre ácido y tierno que siempre deja a los textos bien pero bien
lejos del panfleto. Debe advertirse que este no es el único “registro”
narrativo de Traven, como apreciará quien lea sus novelas.
Encontrará, en el cuento que abre el libro -“Canastitas en serie”- una
demoledora crítica a la lógica del capitalismo, demoledora precisamente por lo
humorística. Este cuento muestra un tema central de la narrativa “mexicana” de
este autor: la incapacidad del blanco “civilizado” -es decir, autosuficiente y
vanidoso- para entender a los indios y mestizos de México. Si ellos no
entienden al gringo -salvo cuando se las ingenian para hacerlo víctima de
alguna pequeña estafa, como puede leerse en el cuento “Dos burros”-es por una
ignorancia y una miseria de la que no son culpables.
Este amor de Traven por sus personajes mexicanos no le impide mostrar su
costado brutal y violento, como por ejemplo en “Corresponsal extranjero”,
cuento que cierra el volumen, en el que presenta a Pancho Villa y uno de sus
más feroces lugartenientes, Adolfo Fierro, desayunando tranquilos ante la vista de varias
decenas de cabezas de enemigos, cortadas al solo efecto de amenizar el
desayuno.
Es interesante que, aunque cuestione el rol de la Iglesia Católica en México,
por considerarla un factor de opresión y atraso, y pinte lo brutal que puede
ser religiosidad sincrética de los indios -claro ejemplo es “El suplicio de San
Antonio”- puede captar la delicada espiritualidad cotidiana de su vida sencilla
y natural.
El prólogo de
Milton Fornaro es claro y didáctico. Sin embargo, hay descuidos en la
corrección que lo afean. Uno leve: dar dos fechas de publicación -1926 y 1927-
para la novela “El tesoro de la Sierra
Madre”. Uno más serio, referido a un libro de viaje por Chiapas: “Land des Frühlings, un delgado libro de
64 páginas con fotografías tomadas por el autor, fue editado en 1996 en México
con el título La tierra de la primavera,
en 1928, luego reeditado y ampliado.”. Si alguno de los lectores logra
entenderlo, ruego me explique.
* CUENTOS
MEXICANOS, de B. Traven (prólogo de Milton Fornaro). Ediciones de la Banda
Oriental (Colección “Lectores”), Montevideo, 2017. 144 págs.
No hay comentarios:
Publicar un comentario