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BARBARA PYM: HUELLAS DE JANE AUSTEN

Por Manuel Hidalgo


(El Mundo / 24-6-2017)


La durísima y cruel peripecia vivida por Barbara Pym entre 1961 y 1977, cuando cerca de 20 editores rechazaron publicar sus nuevas novelas, tuvo -hay que reconocerlo- cierta explicación: Inglaterra había cambiado mucho. Barbara Pym publicó con éxito seis novelas entre 1950 y 1961. Amor no correspondido, que ahora edita Gatopardo, fue precisamente la última de esa buena racha.


Pym había acreditado un ojo y un oído buenísimos para captar las vidas de mujeres solteronas o casadas, trabajadoras o no siempre dedicadas también a sus hogares, frecuentemente relacionadas con parroquias y clérigos anglicanos y, en general, con hombres no muy capaces de provocar grandes entusiasmos. En sus pisitos céntricos o en sus casitas periféricas con jardín, afanándose en el cuidado de la casa, sin abandonar las buenas costumbres salvo en grado de tentación, cultivando la amistad y la generosidad, mimando el trato con los vecinos, familiares y colegas, esas mujeres llevaban vidas corrientes y molientes, descritas por Barbara Pym, eso sí, con un sentido del humor -volveremos sobre esto- que puede resultar desconcertante.


Lo resumió y lo explicó muy bien el crítico y novelista José María Guelbenzu en su comentario sobre Jane y Prudence (1953) y Los hombres de Wilmet (1958), cuando las editó Lumen en 2009 y 2010. Decía Guelbenzu sobre Barbara Pym: "maliciosa, fascinante y dotada de una formidable capacidad de observación, transforma en únicos los seres más insustanciales. No muestra compasión por ellos, pero cabe pensar que los ama de alguna manera".


¿Pero qué había pasado mientras los editores y los lectores ingleses decidían si Pym quería a sus personajes o si era inclemente con ellos? Pues que esos personajes ya no estaban en el primer plano. La sociedad inglesa estaba cambiando, Inglaterra había cambiado. Los Beatles habían sacado Love me do (1962) y, lo que es tan o más importante aún, todo el panorama cultural británico estaba agitado por la irrupción tumultuosa de los nuevos lenguajes, la irreverencia y la tralla social y política de los jóvenes airados del teatro, la novela y el cine. ¿Y qué hacemos ahora con las solteronas de la también solterona (en torno a 50 años) Barbara Pym? Ya no pega, no la publicamos. Pero, como era muy buena, resucitó. Lo veremos.


Jonathan Cape se lo dio y Jonathan Cape se lo quitó. El sello editorial de ese nombre, fundado por Herbert Jonathan Cape -y hoy propiedad de Random House- fue el que publicó en 1950 Some Tame Gazelle, la primera novela editada y el primer gran éxito de Barbara Pym, quien, por cierto, ya tenía 37 años y había hecho su primera travesía del desierto, pues llevaba escribiendo sin conseguir ver la imprenta desde los 16 años.


Cape, un editor muy importante -publicó tanto a James Joyce y a T. E. Lawrence como las novelas de James Bond de Ian Fleming-, murió en 1960 y quizás fueron sus sucesores quienes dieron ingratamente el portazo a Barbara Pym y prefirieron, claro, a Kingsley Amis.


Barbara Pym nació en 1913 en la pequeña población de Oswestry, cercana a Gales, donde su madre tocaba el órgano en una parroquia. Estudió el bachillerato cerca de Liverpool, en el Huyton College -un colegio exclusivo para señoritas- y después se licenció en Literatura Inglesa en Oxford, en el St. Hilda's College, una institución que acogía preferentemente a mujeres estudiantes.


Desde 1946 y hasta su muerte, Barbara, que nunca se casó, vivió con su hermana pequeña, Hilary, que se había divorciado de un arquitecto. Pero, digámoslo ya, pese a las solteronas de sus novelas y pese a algunas coincidencias aparentes, Barbara Pym no respondió al arquetipo de escritora inglesa soltera, solitaria y apartada del mundo, aunque, también ella, colaborara con parroquias.


Sus biografías fechan sus primeros romances en sus tiempos de Oxford y documentan relaciones con variados y numerosos novios -uno que llegaría a ministro, un productor televisivo, un anticuario...-, pero el caso es que Barbara Pym no vio la conveniencia o la oportunidad de casarse. La vida matrimonial, según sus novelas, no es la juerga padre.
Además de escribir -también redactó diarios y cuadernos de notas durante toda su vida-, Barbara desarrolló otras intensas actividades. Durante la II Guerra Mundial se incorporó al WRENS (Women's Royal Naval Service) y estuvo un tiempo destinada en Nápoles. Después, trabajó durante años en el International African Institute de Londres, ocupándose en tareas de editora en la revistaÁfrica, dedicada a cuestiones culturales, históricas y sociales del continente negro.


Retirada con su hermana a una casita en Finstock, cerca de Oxford, no cabe duda de que fueron largos y tristes aquellos 16 años en los que ningún editor quiso probar suerte con ella, la autora de esa obra maestra que es Mujeres excelentes(1952), también editada por Gatopardo el año pasado.


Pero, aunque tarde, el destino volvió a sonreírle en 1977, cuando el poeta y novelista Philip Larkin y el historiador y crítico Lord David Cecil proclamaron en el Times Litterary Suplement que Pym era el mejor escritor inglés del siglo XX y que su infravaloración clamaba al cielo. Se volvieron a editar sus novelas antiguas, se publicaron otras inéditas y siguió publicando póstumamente, después de que un cáncer de mama le segara la vida, en 1980, a los 66 años.



El humor de Barbara Pym, como quien no quiere la cosa, es decididamente corrosivo, aun dentro de esos cuadros de costumbres que parece pintar. En Amor no correspondido -enredadas vidas de mujeres, con sus amistades y amores (frustrantes)- me he hartado de subrayar observaciones y diálogos divertidos y demoledores, dentro de la causticidad y la inteligencia fría y elíptica con la que escribe Pym. El tal Lord David Cecil fue experto en Jane Austen. En esta novela Pym cita Mansfield Park. Ahora la idea es que Barbara Pym fue la Jane Austen del siglo XX. Sea.

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