GÉRARD DEPARDIEU
“NO ME SIENTO ORGULLOSO DE NADA”
(Clarín / 8-6-2017)
"Che, franchute”, le dice Peter Lanzani en tono amenazante. En
verdad se lo dice su personaje en Sólo se vive una vez, el filme
que Gérard Depardieu vino a rodar en octubre del año pasado a Buenos Aires.
Estuvo poco tiempo, pero comió carne, aunque no pudo conseguir mesa en El
Obrero, el bodegón cerca de la Usina del Arte. Fue por entonces que la estrella
francesa, desde 2013 con ciudadanía rusa, aceptó dar una única entrevista a un
medio gráfico argentino, no en inglés, que habla fluido, sino en francés.
“Entiendo poco de español. Poquito. Puedo entender lo cotidiano, y hablo
italiano… poquito”, se excusó.
Depardieu (68), enorme de físico y no sólo a lo ancho, camina con crocs
negras en la suite de su hotel porteño sobre la avenida 9 de julio. Fuma, se
hace un café, no convida, y se sienta a la mesa. Llegó cansado del rodaje: todo
se demoró una hora y media. Su personaje es un empresario que quiere conseguir
una patente para conservar la carne a toda costa, aunque los resultados
indiquen que el conservante pueda provocar cáncer.
Aprovechó su viaje, cuenta aunque no hay mucho tiempo, no solamente para
trabajar. “Tuve la oportunidad de conocer gente, cuando tuve tiempo no sólo fue
una visita turística. Se conoce mejor la cultura cuando uno trabaja con la
gente. Y pude constatar que hay un pequeño complejo de inferioridad entre los
argentinos y los españoles. Es un poco raro, porque soy un ciudadano del mundo,
me gustan las culturas y las civilizaciones. Me llama la atención que los
argentinos estén acomplejados de España”, es su análisis de esta coproducción,
precisamente con España.
¿Usted tiene viñedos aquí?
Tenía en Mendoza, pero los vendí. Hay viñedos franceses muy conocidos.
El negocio cambió. La mano de obra es barata, el terruño es muy bueno. En
América compran muchísimos vinos chilenos para hacer enlaces de cepas, y es una
lástima. Pero que creo que la Argentina tiene otra cosa más que carne para
mostrar. Ustedes tienen una historia política muy rica, pero van mucho más
rápido que España, que dejó a Franco e hicieron un progreso hipotético en
Europa.
¿Cuánto sabe de la historia política de nuestro país?
Hemos perdido mucho, hay que volver a encontrar la identidad. Ustedes y
en Francia. Aquí, en los años ’90, con Carlos Menem como presidente, Fidel
Castro (N. de la R.: Castro y Depardieu fueron grandes amigos) no
aguantaba que Menem vendiera miles de hectáreas…
Volviendo al cine, ve mucha producción que se realiza, no sólo de
Francia. ¿Cree que el cine está atravesando una crisis?
En el cine internacional noto que se hace una cantidad impresionante de
películas por países. Son películas para el cine, no para televisión. En los
Estados Unidos se realizan 1.000 por año, en Nigeria, 800, en India, 900. Son
películas baratas, sobre castas, el mejor cineasta indio es Satyajit Ray, que
lo veían hasta en Norteamérica y le dieron el Oscar honorario. Ahí se ve la
salud del cine. Sólo hablando de cine, en salas, en Alemania, que es un país
importante europeo, se hacen 50 películas por año. En Inglaterra, los
directores que no emigraron a América, hacen 45 películas. El conocido es Ken
Loach, sí, pero el resto… Son pequeños cosas. En Bélgica se hacen muchas
coproducciones, en Francia se hacen 180, filmes, en Italia y España, 80. Pero
excepto por dos o tres españoles que pueden viajar por el exterior con sus
películas, es muy poco.
Para no hablar del cine estadounidense.
El cine estadounidense es una industria que funciona como capitalista y
se volvió una máquina de hacer dinero terrible. Es difícil luchar contra esta
industria idiota, el capitalismo de la cultura.
¿Y del cine francés? ¿Qué opina?
A mí particularmente el cine francés no me conmueve, no hay corazón, ni
hay calidad. Y se perdió esa identidad cultural. Antes estaban Truffaut,
Renoir… No hay nada interesante.
¿La televisión y el streaming influyen en la calidad de la producción?
La televisión hizo bajar el nivel de sensibilidad de cualquier
espectador, sea de cine o no.
¿De qué se siente orgulloso de su carrera?
De nada. Simplemente de haber tenido, y tener, encuentros con la gente.
De aprender a hablar. Hice ese trabajo, el de la actuación, no para el cine
sino para aprender a hablar, descubrir culturas, autores. De joven hacía
muchísimo teatro, Peter Handke, Pirandello, todos los grandes clásicos, lo
moderno, hasta Camus. Pero ahora ¿qué es lo moderno?
¿Qué es lo moderno?
Lo moderno es Internet, ver filmes, música, en los teléfonos portables.
¿Por qué es actor?
Porque quise aprender. Yo no hablaba, tenía un shock hiperemotivo, no
entendía demasiado. Y en el teatro veía lo que lograba hacer en la gente.
“Con la comedia es más fácil entrar a la cabeza de la gente”
¿Qué le atrajo de “Sólo se vive una vez”, para venir a filmar hasta acá?
¿Por qué eligió una comedia de acción?
Es un proyecto que ha cambiado tres veces desde que me llegó. Era un
interesante plan para la Argentina, porque se trata sobre cómo conservar la
carne y otros alimentos. Es una cosa de la que ahora se empieza a hablar, la
manipulación genética de Monsanto, que se sirve de la Argentina como
laboratorio, con la carne, la verdura, esas cosas. Y en la película, a partir
de ahí nace una mafia sobre los conservantes de la carne, y mi personaje quiere
tener la patente de eso. Y así surge la comedia, que como las grandes comedias
en la historia del cine se basan en la tragedia humana, como el cine de (Ernst)
Lubitsch, o El gran dictador. La manipulación humana, y la falta de
cultura de la gente que es manipulada, en este caso. Con la comedia es más fácil
entrar en la cabeza del público. Esas cosas las vivimos cada día. Es bueno que
esta película se realice en la Argentina, en una producción en la que también
participa España, con este actor argentino, uno muy bueno, Peter… ¿Cómo es?
Lanzani.
Ah, italiano... Lanzani.
Iba a dejar el cine: filma 4 películas por año
Es el actor que mayor cantidad de nominaciones al César (el Oscar
francés) tiene: 17. Lo ganó tres veces. Por Cyrano de Bergerac fue
candidato al Oscar y ganó como mejor actor en el Festival de Cannes.
Pese a que en 2005 anunció que se retiraría de la actuación (“Ya he dado
todo y he filmado mucho”) para dedicarse a sus otras actividades, continúa
rodando entre 4 y 5 películas por año. No sólo en Buenos Aires: rodó la aún
inédita Mon cochon et moi (la relación entre su personaje y un
cerdo) en Bulgaria, y el thriller The Blue Mauritius transcurre
en Ciudad de Cabo (Sudáfrica), donde hace de ladrón. Y tiene por estrenar Les
confins du monde, de Guillaume Nicloux, el thriller Carbone, de
Olivier Marchal, Bonne Pomme, con Catherine Deneuve, y la exquisita
Un beau soleil intérieur, de Claire Denis con Juliette Binoche, que se
vio en la Quincena de realizadores en Cannes unas semanas atrás.
No sólo de pelis vive el hombre
Gérard Xavier Marcel Depardieu tiene 68 años. Abandonó el colegio a los
13, fue a operarse del corazón conduciendo su moto. Lo condenaron por conducir
borracho en 1990 en Francia y sentenciado a dos meses en prisión en suspenso.
Perdió su licencia de conducir por 6 meses. Su hijo Guillaume, quien falleció
hace casi nueve años, a consecuencia de una neumonía, lo había hecho abuelo en
2001, a sus 52 años.
En diciembre de 2012 se autoexilió en Bélgica para evitar la fuerte
carga impositiva francesa. Y en enero de 2013 Vladimir Putin le concedió la
ciudadanía rusa. Depardieu entregó su pasaporte francés. Tiene viñedos en
varios países, además de Francía, en Italia, Marruecos y Algeria, y es dueño de
dos restaurantes en el centro de París, en Place Gaillon: La Fontaine Gaillon y
L’Ecaille de la Fontaine.
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