24/7/17


SAN JUAN DE LA CRUZ

CÁNTICO ESPIRITUAL



CUARTA ENTREGA


4 / Y es de notar, para saber hallar este Esposo (cual en esta vida se puede), que el Verbo, juntamente con el Padre y el Espíritu Santo, está esencialmente en el íntimo centro de la alma escondido; por tanto, el alma que por unión de amor le ha de hallar, conviénele salir y esconderse de todas las cosas criadas según la voluntad y entrarse en sumo recogimiento dentro de sí misma, comunicándose allí con Dios en amoroso y afectuoso tracto, estimando todo lo que hay en el mundo como si no fuese. Que por eso San Agustín hablando en los Soliloquios con Dios, decía: “No te hallaba yo Señor, de fuera, porque mal te buscaba de fuera a ti que estabas dentro”. Está, pues, en el alma escondido, y allí le ha de buscar el buen contemplativo, diciendo: “¿Adónde te escondiste”,

Amado, y me dejaste con gemido?


5 / Llámale “Amado” para más moverle e inclinarle a su ruego, porque cuando Dios es amado de veras con gran facilidad oye los ruegos de sus amantes; y entonces se puede de verdad llamar “Amado” cuando el alma está entera con Él, no teniendo su corazón en otra cosa alguna fuera de Él. De donde algunos llaman al Esposo Amado, y no es su Amado de veras, porque no tienen con Él entero su corazón; y así, su petición no es en la presencia de el Esposo de tanto valor.


6 / Y en lo que dice luego: “Y me dejaste con gemido”, es de notar que la ausencia de el Amado es un continuo gemido en el corazón del amante, porque, como fuera de Él nada ama, en nada descansa ni recibe alivio. De donde en esto se conocerá si alguno de veras a Dios ama, si con alguna cosa menos de Dios no se contenta. Este gemido dio bien a entender San Pablo (Rom 8,23) cuando dijo: “Nos intra nos geminus, expectantes adoptionem filiorum Dei”; esto es: “Nosotros dentro de nosotros tenemos el gemido, esperando la adopción y posesión de hijos de Dios”; que es como si dijera: Dentro de nuestro corazón, donde tenemos la prenda, sentimos lo que nos aqueja, que es la ausencia. Este, pues, es el gemido que el alma tiene siempre en el sentimiento de la ausencia de su Amado, mayormente cuando, habiendo gustado alguna dulce y sabrosa comunicación suya, la dejó seca y sola.

Lo cual sintiendo ella mucho, dice luego:

Como el ciervo huiste.


7 / Donde es de notar que en los Cantares compara la esposa al Esposo al ciervo y a la cabra montañesa, diciendo: “Similis est dilectus meus capreae hinnuloque cervoreum”; esto es: “Semejante es mi Amado a la cabra y al hijo de los ciervos” (2,9), y esto, por la presteza del esconderse y mostrarse, cual suele hacer el Amado en las visitas que hace a las almas, y en los desvíos y ausencias que las hace sentir, después de las tales visitas; por lo cual les hace sentir con mayor dolor la ausencia, según agora da aquí a entender el alma, cuando dice:


habiéndome herido.

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