ENCUENTRO
CON LA SOMBRA
(El poder del lado oscuro de la
naturaleza humana)
Carl
G. Jung / Joseph Campbell.
ll
/ Marie-Louise von Franz / Robert Bly / Ken Wilber / Nathaniel Branden / Sam
Keen / Larry Dossey / Rollo May
/ M. Scott Peck / James Hillman / John Bradshaw y otros.
Edición
a cargo de Connie Zweig y Jeremia Abrams.
CIENTOSEPTUAGESIMOCUARTA
ENTREGA
DÉCIMA PARTE
RECUPERAR NUESTRO LADO OSCURO
MEDIANTE LA INTUICIÓN, EL ARTE Y EL RITUAL
41: ASUMIR LA RESPONSABILIDAD DE
NUESTRA PROPIA SOMBRA
Ken Wilber (1)
Probablemente
el más famoso de los filósofos transpersonales de la actualidad, es un
prolífico escritor, autor, entre otros, de Conciencias
sin Fronteras; El Espectro de la Conciencia; El Proyecto Atman; Los tres ojos
del conocimiento: Cuestiones Cuánticas (todos Ed. Kairós); Up from
Eden y Grace and Grit: Spirituality and Healing in the History of Treya
Killam-Wilber.
Al
igual que sucede con la proyección de emociones negativas también es muy común
en nuestra sociedad la proyección de cualidades negativas ya que equiparamos
erróneamente “negativo” con “indeseable”. Pero, de ese modo, en lugar de
aceptar e integrar nuestros rasgos negativos no hacemos más que alienarlos y
proyectarlos viéndolos entonces en
cualquiera menos en nosotros mismos. A pesar de todo, sin embargo, esas
cualidades no desaparecen sino que siguen perteneciéndonos. Veamos un ejemplo.
En
un grupo de diez amigas nueve de ellas quieren a Jill, pero Betty, la décima,
no puede soportarla porque, según dice, es una remilgada y ella detesta la
mojigatería. Por ello intenta convencer a sus amigas de la supuesta mojigatería
de Jill pero nadie parece estar de acuerdo con ella, lo cual la enfurece
todavía más. Quizás resulte evidente que la única razón por la que Betty odia a
Jill sea su propia tendencia inconsciente a la mojigatería proyectada sobre
Jill. De esta manera, un conflicto que originalmente tiene lugar entre Betty y
Betty termina convirtiéndose en una disputa entre Betty y Jill. Jill, por
supuesto, nada tiene que ver con ese conflicto y su único papel en esta escena
se limita actuar como espejo involuntario del desprecio que Betty siente hacía
sí misma.
Todos
tenemos puntos ciegos, tendencias que simplemente nos negamos a admitir como
propias, rasgos que rehusamos aceptar y que, por consiguiente, vertemos hacia
el exterior, blandiendo toda nuestra cólera e indignación puritana para luchar
contra ellos cegados por un idealismo que nos impide reconocer que la batalla
es interna y que el enemigo está mucho más cerca de lo que nos imaginamos. Lo
único que necesitamos para integrar esas facetas es concedernos a nosotros
mismos la misma amabilidad y comprensión que dispensamos a nuestros amigos.
Como afirmaba elocuentemente Jung:
La aceptación de uno mismo es la
esencia del problema moral y el epítome de cualquier comprensión global de la
vida. Dar de comer a los hambrientos, perdonar los agravios y amar a nuestros
enemigos en nombre de Cristo son, sin duda, grandes virtudes. Lo que hago al
último de mis hermanos se lo hago también a Cristo. Pero ¿qué sucede cuando
descubro que el más insignificante de todos ellos, el más miserable de los
mendigos, se hallan en mi interior y que soy yo mismo quien necesita de la
limosna de mi propia amistad, que yo soy el enemigo que debe ser amado? (1)
Las
consecuencias de esta situación tienen siempre una doble vertiente. En primer
lugar, llegamos a creer que carecemos por completo de las cualidades que
proyectamos, cualidades que, por consiguiente, permanecen fuera de nuestro
alcance y no podemos actuar sobre ellas, utilizarlas ni satisfacerlas en modo
alguno, lo cual nos provoca una tensión y una frustración crónica. En segundo
lugar, vemos esas cualidades en nuestro entorno asumiendo proporciones
aterradoras hasta el punto de que terminamos flagelándonos con nuestra propia
energía.
Notas
(1)
C. G. Jung, Modern Man in Search of a
Soul (Londres: Harcourt Brace Jovanovich, 1955), pp. 271-2.
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