HUGO GIOVANETTI VIOLA
HABEMUS CIELO
UNO: SOPA DE HORROR
SÉPTIMA ENTREGA
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El día de su cumpleaños Michita
decidió regalarse un teléfono celular con cámara fotográfica, lo que
significaba desobedecer una de las prohibiciones más tajantes impuestas por la terribilità de Pirín. Ni siquiera
discutieron, pero el viejo quiso quedarse encerrado a oscuras y sin comer: lo
único que se oía desde el comedor eran sus descensos cada vez más catastróficos
de la cama a la pelela.
-Me expulsaron del dormitorio
hasta la hora de acostarme -se aburrió de explicarle la maquilladísima mujer a
los vecinos y los parientes que llegaron a felicitarla por sus ochenta y cuatro
años.
Abel Rosso apareció a las nueve
de la noche, cuando ella ya se había puesto a lavar la cocina con el teléfono
nuevo en el bolsillo del delantal floreado.
-Te felicito por la decisión
-torció las cejas en dirección al dormitorio el hombre de calva lustrosa. -Se
debe armado flor de lío.
-Pero mirá quién habla. Un
fundamentalista igual que él.
-Es diferente, porque yo nunca
voy a poder soportar los celulares pero siempre reconocí la utilidad que tienen
cuando se los precisa en serio y además uso Internet. ¿Qué me decís del regalo
que te mandé esta tarde?
-Ya me lo había facebookeado
Brenda esta mañana, después que vino a saludarme y supo que yo ahora también
pertenezco al rebaño de los que se
envician con los aparatitos perversos,
como dice tu tío -llenó un plato con sandwiches y pedazos de tarta la mujer
relucientemente arrugada. -Sentate y comé algo.
-No me digas que Brenda te
compartió la foto de la aparición
sobrenatural que publicamos en el blog.
-Sí, querido. La tuya llegó de
tarde porque yo demoré mucho en llamarte para pasarte mi número.
-¿Y pensás que es la Virgen?
-La Virgen o la Shejiná. Como quieras llamarla.
-¿Y cuándo se la pensás mostrar a
tu esposito? -torció una sonrisa de
dientes menos irónicos que tristes Abel hacia el dormitorio donde se escuchaba
una especie de rodar de cacerolas.
-Mirá: mi esposito ni siquiera va
a querer mirar nada que me hayan impuesto
en el aparato perverso.
-¿Está tan emperrado?
-Él aprendió muchísimas cosas
buenas de Obdulio Varela. Pero del Negro Jefe también se le contagiaron estas
manías horribles. ¿Te das cuenta que ahora tengo que ir a ponerle desinfectante
a las pelelas y a dormir entre un jedor de letrina de estadio?
-¿Tenés que ir?
-Sí. Porque el peor pecado del
mundo es abandonar el amor. Y también
te confieso que si Pirín quisiera ver a Shejiná
en mi celular yo no se la mostraría.
-Pero eso sería una vendetta.
-Bueno, la felicidad de aprender
a morir con él también se come fría.
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-Por lo menos entendí lo que debe
haber sentido el negro Obdulio cuando quiso borrarse tirándose con el cachilo
en la bahía -le explicó Pirín a Senel al final de la charla de reconciliación.
-Y te aseguro que fue el emperramiento satánico que me agarré con ese celular
lo que me hizo llamarte: porque de estas vergüenzas tan espantosas solamente se
sale comulgando.
Después el viejo masticó
mansamente la hostia y se quedaron tomando mate callados durante mucho rato.
-Bueno -sonrió de golpe el
hombre-muchacho, con una sonrisa de comisuras que parecían aladas. -Y al final
fue mi madre la que te trajo el celular para mostrarte la aparición de Shejiná.
-Sí. Y no tuve más remedio que
darle pelota a un aparatito perverso por
primera vez en mi vida.
-¿Pero ella te comentó que las
facciones que le ve al rostro de la epifanía son las de Jerónimo?
-Sí. Y el hermano de la muchacha
que descubrió la epifanía piensa que son las facciones de John Lennon. Pero lo
que interprete cada uno tanto da.
-Lo que importa es que gracias a
las apariciones del cáncer y de la Shejiná
ella se despetrificó y mi padre
recibió un mail escrito con afecto.
El gordo casi se enloquece de felicidad.
-Mirá vos -besó la bombilla el
viejo. -Me imagino que sabrás que Abel Rosso y tu tío se consideraban
integrantes de La sociedad de los
escarabajos peloteros, junto con Boccanera.
-No -se rio fuerte Senel. -¿Y qué
vendría a ser eso?
-Una especie de cofradía de
artistas juramentados para alquimizar el fracaso de la personalidad en un
destino insignificante y precioso. Y la consigna era no darse nunca por vencidos en la sacrosanta
misión de transformar los requechos de estiércol en estrellas sordomudas. ¿Te
acordás de un poema de tu tío que se llama Atlántida?
-El amor de los huesos que te anclaron al mundo / lame aquí la mañana -recitó
hundiendo la cabeza ojicerrada entre los omóplatos el cura con complexión de
garza. -Y hay un escarabajo penoso / que
reluce contra la eternidad. / Se oye callar al viento.
-Bueno -cloqueó Pirín. -Y eso se
puede unir perfectamente con el poema de Abel que le gusta tanto a Boccanera: Si te duelen los brazos de sufrir no los
bajes / más que para peinar el lomo de tu sombra.
-Es verdad.
-Y yo te aseguro que recién hoy
me siento integrado al equipo de los escarabajos morfadores de mierda. Porque
los jugadores de fútbol también somos artistas.
-Cómo no.
-¿Así que Brenda le escribió una
carta a tu padre ofreciéndole otra vez el corazón?
-Sí. Y para mí fue como ver a
Satchmo cuando canta What a wonderful
world y te hace sentir que la iluminación se reparte nada más que con ojos
de loco.
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-Considerábamos, hace poco, un ser tan exterior a las
cosas que las envolvía a todas juntas con su influencia -leyó con exaltación de juglar Abel Rosso mientras el
doctor Rabí terminaba de prender el fuego de un parrillero sobrevolado por una
gigantesca magnolia todavía desbordante de corolas impolutas. -Imaginemos ahora a este mismo ser vuelto tan
interior a los resortes que preside que puede, a su arbitrio, aumentar o
relajar su tensión hasta el límite extremo de la elasticidad (actual o
posible). Tendríamos mediante esa ficción una imagen bastante exacta de la
“operación particular de Dios”, o sea, de la que rige el mundo, ya no solamente
como un conjunto, sino como una reunión de “seres individualmente unificados”.
Esta vez la acción de la causa trascendente se halla perfectamente localizada.
Se sitúa en un punto muy determinado del Universo. ¿Acaso vamos a poder asirla?
No, ya que tampoco en este caso aparece la operación divina “en el mismo plano
que lo demás”, como un elemento inmediatamente discernible. A fuerza de
intimidad, se vuelve inasible. El resorte movido “ab intra” por el ser animador
de la esfera, puede imaginarse que actúa solo (mientras que está “siendo
actuado”) y los otros, sus vecinos, compartir su ilusión. Así es como sucede en
el terreno de nuestra experiencia. Allí donde quien actúa es Dios, no es
siempre posible (si permanecemos en un cierto nivel) no percibir más que la
“actuación de la naturaleza”.
-Disculpame -levantó un brazo el
hombrón de papada gredosa aprovechando el largo punto y aparte. -Pero al final
no entendí bien si fue mi hermano o Senel el que te hizo conocer ese artículo.
-Esta Nota sobre los modos de acción de Dios en el Universo se la
escuchamos leer a Jerónimo en la sierra -informó Abel, contemplando
deslumbradamente el espiralamiento de glicinas blancas que rodeaba el tronco de
la magnolia. -Fue en el último fogón que hicimos con Pirín.
-A mí lo que me recitaba siempre
de Teilhard de Chardin era el Himno a la
materia.
-Pero fijate cómo cierra la cosa
-volvió a calzarse los lentes el hombrecito de aura cézanniana: -Así, tanto por “exceso de extensión”, como
por “exceso de profundidad”, el punto
de aplicación de la fuerza divina es, por esencia, extra-fenoménico. La causa
primera no interfiere con los efectos: actúa sobre las “naturalezas”
individuales y sobre el movimiento del “conjunto”. Dios, propiamente hablando,
no “hace” nada: “hace que se hagan” las cosas. He aquí por qué, por donde él
pasa, no se percibe rastro de fractura, ni de fisura. El tejido de los determinismos
sigue virgen, la armonía de los desarrollos orgánicos se prolonga sin
disonancias. Y sin embargo, el Dueño ha penetrado en su morada.
Entonces el doctor Rabí se puso a
tajear transversalmente dos riñones en la mesada y recién después de arrastrar
el primer braserío murmuró:
-Ta. Y es obvio que cuando el
tomografista me localizó accidentalmente el
tumor estaba colaborando con una carambola celestial organizada para que Brenda
eligiera seguir bailando en la oscuridad. Y el que no ve eso es un burro, como decía Jerónimo.
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-Pirín estuvo en un par de asados
que hizo Jerónimo en la casa de las magnolias de la Más Dimensión -le aclaró
Michita a Brenda. -Aunque no se conocen personalmente con tu todavía esposo.
-Sería lindo que se animara a ir.
-Pero le da mucha vergüenza que
lo tengan que ayudar en el baño. Hace unos líos terribles.
-Entre hombres no hay cornadas,
no te preocupes. Todos viven cagándola.
Entonces la mujer con compulsión
de paloma observó la repisa y al descubrir que la foto del casamiento por civil
estaba destapada puso cara de cómplice:
-¿Qué era lo que no te animabas a
pedirme?
-Te vas a reír de mí -le prensó
una rodilla con la mano donde todavía
brillaba el anillo de compromiso la ex-actriz a su vecina. -Pero ahora el
corazón me está saltando mucho y tengo necesidad de comprarle unos calzoncillos
y un piyama como la gente al gordo.
-Y querés que te acompañe.
-Es que hace siglos que no le
regalo algo y me da cosa ir a revolver sola. Aunque te aclaro que ni se me pasa
por la cabeza la posibilidad de reconciliarnos.
-Yo conozco una tienda de la
calle Colón donde le compro todo a Pirín. Baratísimo.
-Eso -se le aterciopeló la
muchachez a Brenda.
-Bueno, entonces mañana mismo lo
mandamos a mi marido a comer riñones a Atlántida y salimos a buscar ofertas con
todo el tiempo del mundo. Llamalo ya a tu hijo, si te parece.
Y después que la todavía esposa del doctor Rabí localizó
a Senel para pedirle que viniera a buscar al viejo en la camioneta de la
parroquia al otro día temprano, le hizo una seña intrigante a Michita:
-Acercate a la pantalla, por
favor. Necesito mostrarte un mail que ni siquiera me animé a reenviarle a Poli.
-¿Es algo grave?
-No sé si llamarlo grave. Es lo
que me respondió el gordo apenas le mandé decir que podía contar conmigo.
-A ver -arrimó una silla
manoteando los lentes la mujer suavemente maquillada.
-No, esperá: mejor te lo leo yo.
Me da menos vergüenza.
Y el cuerpo de madonna pareció
empezársele a llenar de un tañido más dulce que cascado mientras leía el
mensaje del doctor Rabí:
-Mi amor: no te olvides que fuiste la mujer de mi vida y te pido lo
mismo que la noche que tu sangre quedó brillando en la sábana del amueblado:
teneme fe. No te voy a fallar.
-Qué hermoso -sonrió Michita.
-Una rosa tatuada.
-¿Pero dónde está lo hermoso si
él ya no me quiere hace años? ¿Por qué sigue mintiéndome?
Entonces la mujer diminuta
contempló la pantalla con un horror azul pero no dijo nada.
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