ANTONIN
ARTAUD
EL
TEATRO Y SU DOBLE
Traducción de Enrique Alonso y Francisco Abelenda
OCTAVA ENTREGA
1
EL
TEATRO Y LA PESTE (4)
Aunque no exista el
concepto de una verdadera entidad mórbida, hay formas que el espíritu podría
aceptar provisoriamente como características de ciertos fenómenos, y parece que
el espíritu pudiera aceptar también una peste descrita de la siguiente manera:
Con anterioridad a
cualquier malestar físico o psíquico demasiado notable, el cuerpo aparece
cubierto de manchas rojas, que el enfermo advierte de pronto cuando empiezan a
ennegrecer. Apenas tiene tiempo para asustarse, y ya le hierve la cabeza, le
pesa enormemente, y cae al suelo. Se apodera entonces de él una terrible
fatiga, la fatiga de una succión magnética central, de moléculas divididas y
arrastradas hacia su anonadamiento. Le parece que los humores enloquecidos,
atropellados, en desorden, le atraviesan las carnes. Se le subleva el estómago,
y siente como si las entrañas se le fueran a salir por la boca. El pulso, que
unas veces amengua y es como una sombra de sí mismo, una virtualidad de pulso,
otras galopa acompañando a los hervores de la fiebre interior; el torrente
extraviado del espíritu. Ese pulso que acompaña los latidos apresurados del
corazón, cada vez más intensos, más pesados, más ruinosos; esos ojos
enrojecidos, inflamados, vidriosos luego; esa lengua hinchada que jadea,
primero blanca, luego roja, más tarde negra, y como carbonizada y hendida, todo
proclama una tempestad orgánica sin precedentes. Muy pronto los humores
corporales, surcados como la tierra por el rayo, como lava arrasada por
tormentas subterráneas, buscan una salida. En el centro de las manchas aparecen
punto más ardientes, y a su alrededor la piel se levanta en ampollas, como
burbujas de aire bajo la superficie de una lava, y esas burbujas se rodean de
círculos, y el círculo exterior, como el anillo de un Saturno incandescente,
señala el límite extremo de un bubón.
El cuerpo está surcado
por bubones. Pero así como los volcanes tienen sus lugares preferidos en la
tierra, los bubones prefieren ciertos sitios del cuerpo humano. Alrededor del
ano, en las axilas, en los lugares preciosos donde las glándulas activas
cumplen fielmente su función, aparecen los bubones; y el organismo descarga por
ellos la podredumbre interior, y a veces la vida. En la mayoría de los casos una
conflagración violenta y limitada indica que la vida central no ha perdido su
fuerza y que cabe esperar una remisión del mal, y aun una cura. Como el cólera
blanco, la peste más terrible es la que no revela sus síntomas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario