FEDE RODRIGO
MATILDE, LA TILDE
ENAMORADA
(nuevo cuento para
peques)
Algunos creen que los tildes son comas voladoras, otros que
son puntos estirados; pero en realidad los tildes son eso: tildes. Y lo peor es
que hay gente que no sabe lo importantes que son. Los tildes pueden cambiar el
sentido de una palabra o hasta de un pensamiento entero. Pero si tenés algún
amigo que no me cree, contale lo que pasó una vez a causa del amor de Matilde.
Matilde es una tilde muy simpática, tiene el pelo largo y
negro siempre atrás de las orejas. Su función es ponerse sobre algunas letras para
indicar que están acentuadas en un cuaderno de clase.
Allí se hizo amiga de dos puntos gemelos: Germán y Mateo.
Germán y Mateo pasan todo el día juntos haciéndose bromas porque están como
diéresis (esos puntitos que se ponen sobre las u cuando quiere sonar entre una
g y una e o una i). Ayudan a las u de pingüino,
cigüeña, paragüitas, vergüenza o güevo (¡NO! ¡Huevo no!)
Resulta que cuando llegó el verano, Germán y Mateo ya no
soportaban más estar todo el día pegados y decidieron invitar a Matilde a irse
de vacaciones con ellos. “Conseguimos lugar en una de esas notitas que se pegan
con un imán a la heladera en una casa de la playa”. Parecía una idea excelente:
allí sólo iban a formar frases cortitas, conocer signos de puntación de otros
lados y disfrutar del aire fresco del mar. Todo eso en un block de notitas.
Ni bien llegaron Germán y Mateo se separaron para ser puntos
voladores (flotando contentos sobre alguna i o alguna j). Matilde es tan simpática
que rápidamente conoció una arroba muy moderna, un signo de porcentaje muy
serio, un signo de pesos muy materialista y a Joaquín. Aaahh, Joaquín era el
punto más increíblemente lindo que jamás había visto: tenía los ojos brillantes
y una cresta de pelo violeta. Aaahh, que lindo que era.
Joaquín es un punto de renglón: termina pensamientos o
sostiene signos de exclamación y de pregunta (sí, todo un signo él solito) (Es
que es lindo y valiente). Y Matilde no era una tilde que fuera a quedarse sin
hacer nada flotando arriba de quién sabe qué vocal. No. Aprovechó un día que
quedaron medio juntos en una notita porque un niño estaba organizando una
fiesta.
“Ma. Decile a cada
amigo que compré helado”
Salió corriendo desde la e, saltó de la c a la e como si
fuera una estrella de película de acción, rebotó en la cabeza de la q y salió
volando con todo calculado para caer justo en los brazos del hermoso y valiente
Joaquín. Germán estaba en la i de amigo y Mateo en la i de decile: ninguno de
los dos podía creer que su amiga fuera tan genia.
Todo salió casi perfecto. Sí, casi. Porque cuando mamá fue a
leer la notita el significado del pensamiento había cambiado un poco:
“Ma; decile a cada
amigo que compre helado”
Sip, un solo tilde fuera de lugar cambió completamente el
pensamiento. Igual eso poco le importó a Matilde o a Joaquín que quedaron super
enamorados en un punto y coma. Y mucho menos le importó al niño que tuvo la
fiesta con la mayor cantidad de helado de la historia.
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