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ANNA RHOGIO
PEQUE CHARLA CON
PEQUE
(para peques que
aman la naturaleza y creen en sus milagros)
En la siesta del domingo, las hamacas de la placita están
quietamente dormidas.
El frío y loco viento de primavera duerme en el ramaje de
los paraísos que aun no florecen. Esos alilados aromas nos embriagan de
placer y bienestar en el amanecer de octubre.
Peque tiene en las manos y en la cara tibios
medallones de sol. Intenta atraparlos jugando mientras enreda y
desenreda su larga trenza en la cadena de la hamaca, pensando mil cosas a
la vez.
Hay una paz luminosa y una dorada somnolencia que la
invitan a charlar consigo misma, igual que siempre, y no siente vergüenza
de que la vean hablando sola. Varios miembros de su familia tienen esa
costumbre, opinan que es sanadora y no les importa el qué
dirán:
-Che, ¿viste a esos dos gorriones gordos pelear por
miguitas? Esponjan las plumas ahuecando las alas y piando: seguramente se
gritan palabrotas en su idioma. Todos los bichos hablan sus
propias lenguas, pero nosotros las desconocemos.
-Sí, estos discuten como verduleros en la feria y
abuela los bautizó. A uno le puso Turillo, que es un nombre italiano del sur y
se escribe con dos eles aunque solamente se pronuncia una, y al otro Brontolone,
que es nombre italiano del norte. Los dos quieren decir peleador. Ella los conoce requete bien y
les trae todos los días restos de pan cuando viene a pasear a la perra y a
regar su arbolito.
-Pero el arbolito no es de ella, sino que pertenece al
ornato público, lo que significa que es de todos.
-Tamos, pero conociendo la historia del arbolito, bien
podríamos darle el título de propiedad.
-Ja.
-La historia me la contó una noche en que el sueño se
me escapó por la ventana y no podía dormir. Entonces, con amorosa,
ilimitada paciencia, me dijo:
-Érase que era, un pobre pichón de árbol nacido al pie de
su padre, de una de sus semillas. El año pasado, ya muy avanzada la
primavera, cuando la naturaleza había hecho su
trabajo, vi que sus ramas alzadas al cielo azul turquí, como brazos
pidiendo ayuda, sólo tenían unas pocas yemas renegridas y pensé que el
muchacho estaba frito. Y me dio tanta pena que comencé hablándole
bajito para no asustarlo. Venía varias veces al día a pasear la perra, con
migas para Turillo y Brontolone y lo conversaba, sin importarme que los
vecinos creyeran que estaba colifata. “Quiero que te animes a vivir. Mirá
que ya es primavera y la vida es muy bella” le decía: “Acordate que el mundo
necesita millones de ustedes y acordate que yo te amo. Quiero verte
crecer fuerte y lozano, quiero ver hojitas verde claro en las ramas. Mirá que
tu árbol padre hace muchos días que reverdeció”. Y tanto hizo, che, que el tipo
se cansó de escucharla y aburridazo, le hizo caso. Y esa primavera, a
pesar del frío, la lluvia helada y otros inconvenientes del tiempo,
lo vio revivir. Sintió gran felicidad en su corazón y entendió que árboles y
plantas y flores necesitan que los cuidemos, respetemos y les hablemos con
inmenso amor. Ella me enseñó a decirles al pasar, acariciando los
troncos: “¡Te quiero, árbol!”.
-Sí, y ahora declara que le pertenece porque lo
salvó y lo cuida como a su hijo vegetariano.
-¡Vegetariano nooo! ¡Querrás decir vegetal, Peque!
-¡Ta, cheeee! ¡Maestra ciruela! ¡Me equivoqué y chau! Seguí
con la historia.
-Una tarde sintió gran angustia al ver que dos niños
lo agarraban a palazos. Pensó que si los rezongaba severamente como se lo merecían,
no le harían caso y se pondrían más malos, burlándose de esa vieja bruja
cascarrabias como llaman a todas las señoras de mucha edad. Los invitó a
sentarse en uno de los bancos y los convidó con bizcochos crocantes y
perfumados, recién comprados en la panadería. Les dio un cariñoso sermón
consejero y les hizo prometer que nunca más lastimarían a un hermoso ser
indefenso, incapaz de escaparse de sus ataques. También les enseñó por
qué son tan necesarios y ellos prometieron respetarlos. Y abuela está
segura de que van a cumplir la promesa.
-Lindaza la historia. Che, me dijiste que por ahí
había otra "muletilla" bailadora.
-Hay.
-¿Cuál es?
-Pa. Se me olvidó.
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