30/10/17

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ANNA RHOGIO

PEQUE CHARLA CON PEQUE



(para peques que aman la naturaleza y creen en sus milagros)




En la siesta del domingo, las hamacas de la placita están quietamente dormidas.


El frío y loco viento de primavera duerme en el ramaje de los paraísos que aun no florecen. Esos alilados aromas nos embriagan de placer y bienestar  en el amanecer de octubre. 


Peque tiene en las manos y en la cara tibios medallones de sol. Intenta atraparlos jugando mientras enreda y desenreda su larga trenza en la cadena de la hamaca, pensando mil cosas a la vez. 


Hay una paz luminosa y una dorada somnolencia que la invitan a charlar  consigo misma, igual que siempre, y no siente vergüenza de que la vean hablando sola. Varios miembros  de su familia tienen esa costumbre, opinan que es sanadora y no les importa el qué dirán:  


-Che, ¿viste a esos dos gorriones gordos pelear por miguitas? Esponjan las plumas ahuecando las alas y piando: seguramente se gritan palabrotas en su idioma. Todos  los bichos hablan sus propias lenguas, pero nosotros las desconocemos.


-Sí, estos discuten como verduleros en la feria y abuela los bautizó. A uno le puso Turillo, que es un nombre italiano del sur y se escribe con dos eles aunque solamente se pronuncia una, y al otro Brontolone, que es nombre italiano del  norte. Los dos quieren decir peleador. Ella los conoce requete bien y les trae todos los días restos de pan cuando viene a pasear a la perra y a regar su arbolito.


-Pero el arbolito no es de ella, sino que pertenece al ornato público, lo que significa que es de todos.


-Tamos, pero conociendo la historia del arbolito, bien podríamos darle el título de propiedad.


-Ja.


-La historia me la contó una noche en que el sueño se me escapó por la ventana y no podía dormir. Entonces, con amorosa, ilimitada paciencia, me dijo:


-Érase que era, un pobre pichón de árbol nacido al pie de su padre, de una de sus semillas. El año pasado, ya  muy avanzada la primavera, cuando la  naturaleza  había hecho su trabajo, vi que sus ramas alzadas al cielo azul turquí, como brazos pidiendo ayuda, sólo tenían unas pocas yemas renegridas y pensé que el muchacho estaba frito. Y me dio tanta pena que comencé  hablándole bajito para no asustarlo. Venía varias veces al día a pasear la perra, con migas para Turillo y Brontolone y lo conversaba, sin importarme que  los vecinos creyeran que estaba colifata. “Quiero que te  animes a vivir. Mirá que ya es primavera y la vida es muy bella” le decía: “Acordate que el mundo necesita millones de ustedes y acordate que yo te amo. Quiero verte  crecer fuerte y lozano, quiero ver hojitas verde claro en las ramas. Mirá que tu árbol padre hace muchos días que reverdeció”. Y tanto hizo, che, que el tipo se cansó de escucharla y aburridazo, le hizo caso. Y esa primavera, a pesar  del frío, la  lluvia helada y otros inconvenientes del tiempo, lo vio revivir. Sintió gran felicidad en su corazón y entendió que árboles y plantas y flores necesitan que los cuidemos, respetemos y les hablemos con inmenso amor. Ella me enseñó a decirles al pasar, acariciando los  troncos: “¡Te quiero, árbol!”.


-Sí, y ahora declara que le pertenece porque lo salvó y lo cuida como a su hijo vegetariano.


-¡Vegetariano nooo! ¡Querrás decir vegetal, Peque!


-¡Ta, cheeee! ¡Maestra ciruela! ¡Me equivoqué y chau! Seguí con la historia.


-Una tarde sintió gran angustia al ver que dos niños lo agarraban a palazos. Pensó que si los rezongaba severamente como se lo merecían, no le harían caso y se pondrían más malos, burlándose de esa vieja bruja cascarrabias como llaman a todas las señoras de mucha edad. Los invitó a sentarse en uno de los bancos y los convidó con bizcochos crocantes y perfumados, recién comprados en la panadería. Les dio un cariñoso sermón consejero y les hizo prometer que nunca más lastimarían a un hermoso ser indefenso, incapaz de escaparse de sus ataques. También les enseñó por qué son tan necesarios y ellos prometieron respetarlos. Y abuela está segura de que van a cumplir la promesa. 


-Lindaza la historia. Che, me dijiste que por ahí había otra "muletilla" bailadora.


-Hay.


-¿Cuál es?



-Pa. Se me olvidó.

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