3/10/17


CARLOS CASTANEDA

LAS ENSEÑANZAS DE DON JUAN
                                                                                              
(Una forma yaqui de conocimiento)


TRIGESIMONOVENA ENTREGA



PRIMERA PARTE
“LAS ENSEÑANZAS”



IV (6)

Viernes, 6 de julio, 1962 (2)



A las 6 estábamos al pie de las montañas que marcaban el final del valle. Trepamos a una saliente. Don Juan dejó su saco y se sentó.


Yo tenía hambre de nuevo, pero no nos quedaba comida; sugerí que recogiéramos el Mescalito y volviéramos al pueblo. Pareció molestarse y chasqueó los labios. Dijo que íbamos a pasar la noche allí.


Permanecimos sentados en silencio. Había una pared de roca a la izquierda, y a la derecha estaba el valle recién atravesado. Se extendía una distancia considerable y parecía ser más ancho y menos llano de lo que yo pensaba. Desde esta perspectiva, se le veía lleno de cerritos y protuberancias.


-Mañana echamos a andar de regreso -dijo don Juan sin mirarme y señalando el valle. Caminamos de vuelta y lo recogemos al cruzar el campo. Es decir, lo recogeremos sólo cuando se nos presente en nuestro camino. Él nos encontrará y no al revés. Él nos encontrará… si quiere.


Don Juan se reclinó contra el farallón y, con la cabeza vuelta hacia un lado, continuó hablando como si hubiera otra persona aparte de mí.


-Otra cosa. Sólo yo puedo recogerlo. Tú a lo mejor puedas cargar la bolsa, o caminar delante de mí, todavía no sé. Pero mañana ¡no vayas a señalarlo como hiciste hoy!


-Lo siento, don Juan.


-Está bien. No sabías.


-¿Le enseñó su benefactor todo esto sobre Mescalito?


-¡No! Nadie me ha enseñado sobre él. Mi maestro fue el mismo protector.


-¿Entonces Mescalito es como una persona con quien se puede hablar?


-No, no es.


-¿Entonces cómo enseña?


Permaneció callado un rato.


-¿Te acuerdas de la vez que jugaste con él? Entendiste lo que quería decir, ¿no?


-¡Sí!


-Así enseña. No lo sabías entonces, pero si le hubieras prestado atención te habría hablado.


-¿Cuándo?


-Cuando lo viste por primera vez.


Parecía muy molesto por mis preguntas. Le dije que tenía que preguntar todo esto porque deseaba averiguar cuanto pudiese.


-¡No me preguntes a ! -sonrió con malicia-. Pregúntale a él. La próxima vez que lo veas, pregúntale todo lo que quieras saber.


-Entonces Mescalito es como una persona con quien se puede…



No me dejó terminar. Se dio vuelta, recogió la cantimplora, bajó de la saliente y desapareció al rodear la roca.

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