CRISTINA PERI ROSSI
“SABER ES UNA PULSIÓN INNATA QUE SÓLO TERMINA CON
LA MUERTE”
por Andrés Seoane
(EL CULTURAL /
29-9-2017)
La escritora uruguaya publica Todo
lo que no te pude decir (MenosCuarto), una
novela multiforme que explora las relaciones personales.
Si bien fue una
escritora asociada al boom latinoamericano, la obra de Cristina Peri Rossi (Montevideo,
1941) se asemeja más a otro tipo de literatura provista de una modernidad
singular que atañe a la estructura y al género de sus artefactos literarios.
Este rasgo se encuentra más que presente en su nueva novela, Todo lo
que no te pude decir (MenosCuarto), un texto multiforme en el que las
peripecias de los personajes se van imbricando de forma casi imperceptible
hasta tal punto que casi puede leerse como un libro de relatos. A
través de amplias derivaciones de tono y temática, la escritora uruguaya
despliega una reflexión sobre el misterio de las relaciones personales,
tema constante en su obra narrativa y poética, y sobre la mayor asimetría que
se da en el mundo, la diferencia sexual y de género. Además, como asegura uno
de los personajes, las historias cruzadas de la novela esconden secretos porque
"siempre hay algo que no se dice. Nunca podemos saber sobre los demás,
sólo lo que nos quieren decir".
Entre el último año y éste ha publicado un libro de
relatos, un poemario, una antología de versos y ahora esta novela, ¿a qué se
debe este frenesí productivo?
Mi escritura abarca
todos los géneros, en este caso coincidieron en el tiempo diferentes obras.
También la Universidad de Sevilla publicó un volumen monográfico escrito por 21
académicos de universidades de todo el mundo con el título Erotismo,
transgresión y exilio: las voces de Cristina Peri Rossi, que abarca toda mi
obra y en la que se incluye un capítulo autobiográfico inédito. No hay una
razón, tú lo llamas frenesí que es del orden de las pasiones. Digamos
entonces que mi pasión por la vida y la escritura fue más intensa todavía.
Y agrego que siento que publiqué uno de mis mejores libros de relatos y una de
mis mejores novelas. La poesía es más sutil: no admite comparaciones.
Todo lo que no te pude decir va transformándose página tras página,
mutando en una historia completamente diferente cada poco, ¿por qué?
La vida es
transformación, la novela no puede ser estática, lo único estático es
la muerte. Los personajes de mi novela hacen cosas, tienen pasiones
(etimológicamente la palabra viene de padecer) están vivos, gozan, sufren,
interactúan, siempre son seres deseantes e ignoran su destino como cada uno de
nosotros.
Juega totalmente con la estructura, puede ser una
novela o un libro de relatos, e incluso mezcla lenguajes narrativos, ¿por qué
estas mixturas?
Mi primera
novela, El libro de mis primos, de 1971, mezclaba géneros, había
incluso versos. En la más famosa, La nave de los locos, hay recortes
de prensa, diarios personales, referencias bíblicas, pictóricas,
literarias. La novela dejó de ser realista y decimonónica en casi todas
las culturas. En España menos a causa del franquismo, pero en
castellano, Rayuela, de Julio Cortázar, rompió con todas
las tradiciones, como lo hicieron Foster Wallace, Lydia Davis, Clarice Lispector o Lobo Antunes. Una
novela con inicio, nudo y desenlace me parecería arcaica. Creo que hay que
escribir bien y no aceptar fórmulas ni convencionalismos, escribir como lo
necesita el texto y no las reglas. Y en cualquier caso, ser moderno, como
pedía Rimbaud.
En el fondo de todas las tramas late la exploración
del amor, de las relaciones personales, una constante en su obra, ¿por qué esa
búsqueda?
Somos seres
gregarios, el otro (hombre o mujer) interactúa, nos seduce, nos irrita, somos
su cómplice o su enemigo, colaboramos o nos desafiamos y competimos, una gran
variedad de emociones y sentimientos que nos atrapa. "El infierno son los
otros", dijo Sartre, pero él era el
otro de Simone de Beauvoir. Para Mark Twain, en cambio, Eva
era el paraíso. ¿Cómo no iba a ser ese el tema de la mayoría de las
obras literarias o del arte en general?
Asegura que "La mayor asimetría del mundo es la
sexual, hombres y mujeres somos completamente diferentes", ¿en qué sentido
lo dice? ¿Qué implicaciones tiene esta realidad?
No lo aseguro yo,
lo aseguran científicos que estudian el cuerpo de hombres y mujeres, lo dicen
los psicólogos también. Esas diferencias son un abismo que hay que
franquear con todos los conflictos, seducciones, frustraciones y
malentendidos que implican. No es lo mismo menstruar que no menstruar, parir
que no parir, no es lo mismo que un cerebro de mujer tenga miles de neuronas
espejos y que el del hombre no. ¿Es posible amar las diferencias? Uno
de los personajes de mi novela, Claudia, dice que amó a Suárez justamente por
ser diferente, en cambio otra mujer, Silvia, fue víctima de esa diferencia, y
Fonseca dice que si las mujeres supieran las fantasías masculinas serían todas
homosexuales. Es lo que dicen mis personajes.
Pueblan la novela, múltiples referentes culturales
procedentes del cine, la pintura, la fotografía, el psicoanálisis y por
supuesto la literatura, ¿por qué todas estas referencias?
Me fascinan las
relaciones entre ciertos mitos, leyendas que atraviesan todas las épocas desde
los griegos hasta nosotros. El rapto de Proserpina por Plutón originó leyendas
hasta el gran poema de Curtius La muerte y la doncella, que a su
vez inspiró a Schubert una famosa balada, y poco después a Egon Schiele un cuadro terrible con el
mismo nombre. Luego, Ariel Dorfman escribió la
obra de teatro y Polanski la llevó al cine. Y ahora, la
recojo yo. Hay en estos mitos modernizados la fascinación de lo
simbólico, de las fuerzas más primitivas e instintivas del ser humano, como
ocurre con la famosa película King Kong que también evoco. Esto
permite varios estratos de lectura: el más superficial se quedará en lo
anecdótico, en la trama, el lector curioso aprenderá, y el que ya sabe gozará
con el reconocimiento.
Como se desprende del título siempre hay algo que
no se dice. ¿Nunca podemos saber todo sobre los demás, sólo lo que nos quieren
decir? ¿Es necesario saberlo todo?
Nunca sabremos todo
acerca de nada, ni de nadie, por lo cual el interés, la intriga y la duda son
permanentes, porque como dijo Mefistófeles en el Fausto de Goethe, los seres humanos
somos insectos curiosos olisqueando el estiércol. Saber es una pulsión
innata, insaciable tanto de los hombres como de los animales que sólo puede
terminar con la muerte. Por supuesto que sólo sabemos lo que el otro o la
otra nos quieren mostrar y además nuestras propias fantasías e ilusiones a
veces convierten al otro en un maniquí de lo que soñamos. Y no siempre nuestros
sueños son buenos, hay sueños de dominación, de sadismo, de posesión, de
esclavitud. En mi novela algunos personajes quieren saber y otros
prefieren callar. En todo caso yo soy de las que prefieren saber, aunque
piense que casi todo saber es provisional e ilusorio.
La trama da un giro hacia el final de la novela y
aborda de refilón la dictadura uruguaya, ¿es un tema que tiene constantemente
presente al escribir?
No siempre. En este
caso simplemente hay dos personajes cuyo vínculo de amor-odio nace en las
catacumbas de la tiranía. La dictadura es un tema que ya desarrollé en
mi novela La nave de los locos, de 1984, sin especificar de qué
país, porque todas son iguales, totalitarias, represoras y brutales. Y yo nunca
escribo el mismo libro.
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