ENCUENTRO
CON LA SOMBRA
(El poder del lado oscuro de la
naturaleza humana)
Carl
G. Jung / Joseph Campbell.
ll
/ Marie-Louise von Franz / Robert Bly / Ken Wilber / Nathaniel Branden / Sam
Keen / Larry Dossey / Rollo May
/ M. Scott Peck / James Hillman / John Bradshaw y otros.
Edición
a cargo de Connie Zweig y Jeremia Abrams.
CIENTOCTAGÉSIMOCUARTA
ENTREGA
DÉCIMA PARTE
RECUPERAR NUESTRO LADO OSCURO
MEDIANTE LA INTUICIÓN, EL ARTE Y EL RITUAL
43: ASUMIR EL YO ENAJENADO
Nathaniel Branden (2)
Pero
para “controlar” sus sentimientos el niño debe enajenarlos, es decir, dejar de experimentarlos. Las emociones son
experiencias psicosomáticas, experiencias que se manifiestan simultáneamente a
nivel mental y a nivel físico y, por tanto, el intento de “controlar” las
emociones también debe tener lugar a esos dos niveles. En consecuencia, en el
nivel psicológico el niño deja de reconocer -es decir, deja de ser consciente-
de los sentimientos indeseables separando su conciencia de ellos mientras que
en el nivel físico, por su parte, debe tensar muscularmente su cuerpo para
anestesiarlo parcialmente e insensibilizarse con respecto a sus propios estados
internos (como ocurre, por ejemplo, en el caso de los niños que tensan los
músculos de su rostro y de su pecho para contener su respiración y tratar de
ignorar y reprimir, de ese modo, el daño que siente). Es innecesario decir que
este proceso no parte de una decisión consciente y calculada sino que se origina
en una determinación subconsciente. Ello no impide, sin embargo, que de ese
modo el niño empiece el proceso de enajenación mediante el cual aprende a negar
sus sentimientos, invalidar sus juicios y valoraciones, rechazar su propia
experiencia y despojarse de determinados aspectos de su personalidad. Debemos
señalar, no obstante, que no nos estamos refiriendo aquí al aprendizaje de la
regulación racional de nuestro comportamiento -que constituye un tema
completamente diferente- sino tan sólo a la
censura y negación de la experiencia interna. Hecha esta salvedad podemos
seguir con la historia del desarrollo de la represión emocional.
Los
primeros años de la vida de la mayoría de los niños encierran muchas
experiencias terribles y dolorosas. Quizás sus padres nunca atiendan a su
necesidad de ser tocado, abrazado y acariciado; tal vez le griten
constantemente o bien se griten entre sí; quizás utilicen deliberadamente el
miedo y la culpabilidad como una forma de control; es posible que oscilen entre
la sobreprotección y negligencia; quizás le mientan o se burlen de él; puede
que se muestren negligentes o indiferentes; quizás le critiquen y le reprendan
de continuo; tal vez le desconcierten con normas confusas y contradictorias; es
posible que le abrumen con expectativas y exigencias que no tienen en cuenta
sus aptitudes, necesidades e intereses; quizás, en fin, le sometan a malos
tratos físicos o descalifiquen todos sus esfuerzos por expresar su
espontaneidad y su asertividad.
El
niño carece del adecuado conocimiento intelectual necesario para reconocer sus
necesidades o comprender la conducta de sus padres. Pero lo cierto es que, en
ocasiones, el miedo y el sufrimiento pueden desbordarle e incapacitarle. En
consecuencia, cuando el contacto con sus emociones deviene intolerable si el
niño quiere sobrevivir se ve abocado inexorablemente a protegerse
desconectándose de sus emociones. Para ello debe negar sus sentimientos y
congelar en su cuerpo -mediante la tensión muscular y fisiológica- todo el
miedo y el sufrimiento que no puede experimentar, expresar y descargar. De ese
modo, sin embargo, se inicia una pauta de conducta que tenderá a repetirse cada
vez que se sienta amenazado por algún sentimiento que no desea experimentar.
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