19/10/17

HUGO GIOVANETTI VIOLA


HABEMUS CIELO



DOS: ME SOBRA CORAZÓN


DECIMOCUARTA ENTREGA


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Al final las consuegras decidieron ir solas a recibir a Senel, pero cuando bajaron del taxi en el edificio de Erdbergstrasse 33 Poli estaba esperando a su hermano en la vereda y se puso a revolear la capelina con una felicidad escolar.

-Hola, futuro cardenal fachero -le frotó el pelo cortado al rape y de rubiedad ya muy canosa la guitarrista apodada familiarmente Misobaco Yanosuda al hombre-muchacho con facciones de galán. -Me pasé días soñando con el abrazo que nos íbamos a dar en el aeropuerto y de últimas me copé tanto probándome el traje nupcial que terminé fallándote.

-Cuando veas la belleza de la combinación que eligió vas a entender por qué se apasionó tanto -le contrabandeó una guiñadita Brenda a Doris. -Suban a desempacar que nosotras los esperamos para tomar mate con Beto.

-Qué increíble -sacó la cabeza por la ventana Senel para paladear las fachadas color pastel que parecían armonizadas por Klee y el lomo del pequeño parque que rodeaba a la iglesia de enfrente. -Pensar que estás a diez minutos de San Esteban y uno siempre siente que todos los barrios son suburbios y que viven en una especie de feriado eterno.

-Dicen que Montevideo está hecho un caos total.

-Está peor que en los tiempos de la colonia. Pero ojo que a ustedes ahora se les vienen los inmigrantes y puede haber terrible despelote con el FPÖ, aunque a Bergoglio todo esto le sirve para que la Iglesia arme lío solidario.

-No te olvides que entre los fachos también hay salados chupacirios y que están subiendo muchísimo en las encuestas por fomentar la discriminación.

-Acordate de Charly: Pero los dinosaurios desaparecerán. ¿Todo bien con mamá?

Poli no contestó pero sacudió una mano y la cabeza renegrida sin demasiado optimismo mientras se acercaba al baño y al gabinete del water:

-Ojo que el colega que me prestó este apartamento es un maníaco-aséptico. Así que acá además de mear sentado tenés que dejar la puerta del lavatorio abierta todo el día para que no se apelotone la humedad.

-Pa. Esa no la tenía -comentó divertido el cura garcesco mientras se ponía un short.

-Me contó el gordo que vas a tratar de encontrarte con Schönborn.

-Sí. Sturla me pidió que lo entrevistara porque yo ya lo vi varias veces en Roma, aunque nunca hablé con él más de cinco minutos. Pero me cae muy bien.

-¿Y vos pensás que una Alteza Ilustrísima que tiene la sangre más azul que esos ojos de bonachón que le muestra a las cámaras puede apoyar en serio al villero Francisco?

-No empecemos, petisa.

-Mirá que a Beto tampoco le cae mal. Pero yo cada vez que lo veo en la tele siento que está escondiendo los colmillos del lobo de Caperucita.

Entonces Senel abrazó a su hermana con los ojos cerrados y le besó la nuca:

-Yo la única misión que tengo en este viaje es ayudar a que mamá resucite del todo, Misobaco. Así que achicá el paño porque tengo que estar concentrado como en una homilía. Ah, y además te traje un regalo familiar bastante complicado.


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Después que Poli recibió un mensaje de su madre donde le avisaba que habían decidido ir solas al aeropuerto con Doris, Beto esperó a que la mujer-chiquilina se diera una ducha rápida y fuera a esperar a Senel en la puerta de Erdbergstrasse 33 para skypear con el doctor Rabí.

-Me siento un espía infiltrado en el País de las Madres -sonrió con picardía el hombre de córneas neblinosas que acababa de hacer el amor clandestinamente en su propio apartamento. -Me acaban de avisar por teléfono que mi futuro cuñado ya fue recibido con más rimbombancia que el papa Francisco.

-¿Cómo está Brenda?

-Posiblemente tan alborotada como tu hija, porque esta mañana se compraron los vestidos de boda. Las dos se sienten novias.

-Dios te oiga -presionó impacientemente el encendido de una estufa James el hombre ancho. -Acá hace un frío mortal.

Entonces Beto puso frente a la pantalla la magnolia de la Más Dimensión que le había regalado Brenda y contó:

-Ayer nos quedamos charlando a solas con tu ex-esposa hasta las tres de la mañana en el bungalow del club donde festejamos el compromiso. ¿Sabés que mi madre todavía está asombrada de lo ricos que quedan los costillares cortados a la criolla?

Rabí se aplastó el rulerío ya muy ralo y aclaró:

-Yo preferiría que en lugar de llamarla mi ex-esposa la consideraras la mujer de mi vida.

-Muy bien -hundió el rostro Beto en la corola de irradiación avitralada. -En ese caso paso a informarte que anoche me enteré de algo sublime que le pasó a la mujer de tu vida unos días después que te estuviste muriendo en la sala de operaciones. Es una de esas cosas que uno no debería contar, pero creo que te va a hacer sentir que Dios la está ayudando mucho.

El hombrón prendió el panel más grande de la estufa sin poder sonreír:

-Y a mí el frío me está matando.

-Perdón -pareció arrepentirse de haber empezado a desembuchar la infidencia el violinista. -Me expresé mal: a Brenda no le pasó nada. Pero una de las noches que se quedó a cuidar a ese vecino que se llamaba Pirín y sufría de Parkinson el viejito perdió el control intestinal y ella lo envolvió en una sábana para sostenerlo igual que en La pietà y de golpe le pidió que le besara el corazón que tenía lastimado desde antes de nacer. Dijo así.

-¿Brenda le pidió a Pirín que le besara el pecho?

-Ella dijo el corazón. La esposa de Pirín se quedaba en el hospital a cuidarte a vos. ¿No es cierto?

-Sí. Michita.

-Y ahora la mujer de tu vida siente que desde que el santo cagado le besó las mordeduras se le abrió un poco el cielo. ¿Verdad que no es obsceno?

El doctor tiritaba.


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-¿No le pedís a mamá que baje a acompañarme a comprar un gorro de verano? -se pañueleó el pelo empapado Senel cuando llegaron a la puerta de Baumgasse 27. -Ahí enfrente hay un super.

-Dale -cabeceó Poli sin disimular la complicidad. -A ella le va a encantar elegirle ropa al nene. Y de paso charlan un poco sobre los patos lindos.

Brenda bajó enseguida y cruzaron Baumgasse con una especie de paso levitante que los sincronizaba como a cisnes.

-¿Y si me encajo esto? -se probó un panamá sintético el hombre que había decidido ser cura a los diecisiete años, después de contemplarle el vellón a una muchacha que se bañaba desnuda en Punta del Diablo.

-Dejame sacarte una foto y la mandamos a tu parroquia -largó una carcajadita escandalizada Brenda.

-Ta. Vos siempre castrándome.

-A ver: probate esta gorra que es del color del short.

-Okey -ni siquiera buscó un espejo Senel. -Pero te ruego que no sigas revolviendo modelos porque nos están esperando y tengo que contarte algo muy impactante.

-¿Malo?

-Perá -fue a pagar el párroco-teólogo-biblista con el perfil celeste demasiado impasible y recién cuando salieron a la calle informó: -El domingo vino tío Alfredo a misa de doce.

-Pero mirá qué bien -se dejó llevar envaradamente hasta el banco de una placita la mujer defendida por una pañoleta klimtiana. -¿Y a qué fue?

-A llevarme un regalo para Poli.

-¿Y para eso precisaba ir a misa?

-Parece que sí. Aunque demoré en reconocerlo porque está muy canoso y tenía lentes negros.

-A mí me llamaron por teléfono los dos: él y mi padre. Pero esto es mucho más raro.

-Y cuando me vino a saludar en la puerta lo invité a tomar un café en la sacristía y charlamos un rato. A mí me había costado una barbaridad concentrarme en la homilía.

-Me imagino. Con Jesús sentado enfrente.

-No te pongas maligna. Yo creo que no nos habíamos visto desde antes de ordenarme y lo encontré cariñoso de verdad.

-Él siempre fue encantadoramente diplomático.

-Sí. Pero está vacío. Y mirá que yo a la soberbia la huelo más rápido que al diablo. Ya no tiene ni soberbia.

-¿Y qué le mandó de regalo a Poli?

-Tres mil euros. Me dio una pena horrible. Te puedo asegurar que el tío Alfredo será un sociólogo muy brillante pero el endiosamiento infantil lo enfermó para siempre. Y ahora está tan derrotado que lo único que le importa es disimular el miedo a la decrepitud.

Entonces Brenda le acomodó el gorro nuevo a su hijo como si fuera un niño.


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-Tres mil euros -le mostró el sobre Poli a su suegra, sin poder forzar más que una muequita alegre. -Es un regalo conjunto de mi tío y de mi abuelo.

-¿Y tu madre qué dijo?

-Ella se debe estar enterando recién en este momento de que los patos lindos se acordaron de mi boda. Fue por eso que Senel le pidió que bajara a acompañarlo al super.

-No entiendo lo de los patos -se cebó un mate Doris.

-Es por el cuento de Andersen, mamá -le acarició el pelo Beto a la mujer-niña, que de golpe salió corriendo hasta el gabinete del water.

Y mientras escuchaban la cavernosa explosión de las arcadas murmuró:

-Está vomitado asco. No es por el embarazo.

Poli demoró muy poco en cambiarse la blusa y lavarse los dientes, aunque al volver con el pelo mojado y cepillado arrastraba las galochas igual que si se acabara de pegar un porrazo.

-¿No te parece lindo que los patos le manden un regalo al cisnecito que va a nacer? -se la sentó en la falda el violinista, que todavía estaba muy pálido.

-Es que justo anoche tuve una pesadilla donde me di cuenta de lo insoportable que debe ser para ellos que Senel vaya a cada rato al Vaticano y que yo toque en la Ópera. A los patos les molesta la gracia de los cisnes. Y a mamá este regalo la puede hacer puré.

-Pero Brenda ya debe estar acostumbradísima a la soberbia, nena -se puso a servir la mesa Doris. -Y además en este momento no parece sentirse para nada una patita fea.

-Vos no la conocés bien, todavía.

-Bueno, ya la invité a pasar una semana en el Osttirol y allí vamos a tener tiempo de ponernos al día.

-Lo que pasa es que a vos no te enseñaron a vivir odiando y matando en el nombre de la revolución, como hacía esta comadreja que ahora es candidato al Nobel de la Paz. Y el único que podía sacar a mamá de ese rencor eterno era mi tío Jerónimo.

Beto manoteó la magnolia de la Más Dimensión y sentenció:

-Y sin embargo ella reconoce muy bien el resplandor, pajarita.

-Sí, pero lo que le falta saber a Doris es que mamá vino a Viena para escuchar mi examen final con la condición de que no se lo dijéramos al gordo y él se agarró un disgusto tan grande que terminó psicosomatizando un cáncer.

Entonces la matrona tirolesa se llevó un dedo a la sien derecha y después sacó maquinalmente un cigarrillo, aunque no lo prendió:

-Pero Brenda tenía que estar muy trastornada para lastimarlo así.

-Sí. Casi paranoica del todo. Lo aprendió de chiquita, porque mi abuela se pasó toda la vida diciendo muy orgullosa que ellas eran capaces de matarte con la indiferencia.

-Qué pena.

-Y no te imaginás las veces que las escuché decir cuando odiaban a alguien: Ojalá que se muera. Lo decían a cada rato.


-Shhhh -se endureció Beto. -Ahí se abrió el ascensor.

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