HUGO GIOVANETTI VIOLA
HABEMUS CIELO
DOS: ME SOBRA CORAZÓN
DECIMOCUARTA ENTREGA
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Al final las consuegras
decidieron ir solas a recibir a Senel, pero cuando bajaron del taxi en el
edificio de Erdbergstrasse 33 Poli estaba esperando a su hermano en la vereda y
se puso a revolear la capelina con una felicidad escolar.
-Hola, futuro cardenal
fachero -le frotó el pelo cortado al rape y de rubiedad ya muy canosa la
guitarrista apodada familiarmente Misobaco Yanosuda al hombre-muchacho con
facciones de galán. -Me pasé días soñando con el abrazo que nos íbamos a dar en
el aeropuerto y de últimas me copé tanto probándome el traje nupcial que
terminé fallándote.
-Cuando veas la belleza
de la combinación que eligió vas a entender por qué se apasionó tanto -le
contrabandeó una guiñadita Brenda a Doris. -Suban a desempacar que nosotras los
esperamos para tomar mate con Beto.
-Qué
increíble -sacó la cabeza por la ventana Senel para paladear las fachadas color
pastel que parecían armonizadas por Klee y el lomo del pequeño parque que
rodeaba a la iglesia de enfrente. -Pensar que estás a diez minutos de San
Esteban y uno siempre siente que todos los barrios son suburbios y que viven en
una especie de feriado eterno.
-Dicen
que Montevideo está hecho un caos total.
-Está
peor que en los tiempos de la colonia. Pero ojo que a ustedes ahora se les
vienen los inmigrantes y puede haber terrible despelote con el FPÖ, aunque a
Bergoglio todo esto le sirve para que la Iglesia arme lío solidario.
-No
te olvides que entre los fachos también hay salados chupacirios y que están
subiendo muchísimo en las encuestas por fomentar la discriminación.
-Acordate
de Charly: Pero los dinosaurios
desaparecerán. ¿Todo bien con mamá?
Poli
no contestó pero sacudió una mano y la cabeza renegrida sin demasiado optimismo
mientras se acercaba al baño y al gabinete del water:
-Ojo
que el colega que me prestó este apartamento es un maníaco-aséptico. Así que
acá además de mear sentado tenés que dejar la puerta del lavatorio abierta todo
el día para que no se apelotone la humedad.
-Pa.
Esa no la tenía -comentó divertido el cura garcesco mientras se ponía un short.
-Me
contó el gordo que vas a tratar de encontrarte con Schönborn.
-Sí.
Sturla me pidió que lo entrevistara porque yo ya lo vi varias veces en Roma, aunque
nunca hablé con él más de cinco minutos. Pero me cae muy bien.
-¿Y
vos pensás que una Alteza Ilustrísima que
tiene la sangre más azul que esos ojos de bonachón que le muestra a las cámaras
puede apoyar en serio al villero
Francisco?
-No
empecemos, petisa.
-Mirá
que a Beto tampoco le cae mal. Pero yo cada vez que lo veo en la tele siento
que está escondiendo los colmillos del lobo de Caperucita.
Entonces Senel abrazó a
su hermana con los ojos cerrados y le besó la nuca:
-Yo la única misión que tengo en este viaje es ayudar a que mamá resucite del todo,
Misobaco. Así que achicá el paño porque tengo que estar concentrado como en una
homilía. Ah, y además te traje un regalo familiar bastante complicado.
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Después que Poli
recibió un mensaje de su madre donde le avisaba que habían decidido ir solas al
aeropuerto con Doris, Beto esperó a que la mujer-chiquilina se diera una ducha
rápida y fuera a esperar a Senel en la puerta de Erdbergstrasse 33 para skypear
con el doctor Rabí.
-Me siento un espía
infiltrado en el País de las Madres -sonrió con picardía el hombre de córneas
neblinosas que acababa de hacer el amor clandestinamente en su propio
apartamento. -Me acaban de avisar por teléfono que mi futuro cuñado ya fue
recibido con más rimbombancia que el papa Francisco.
-¿Cómo está Brenda?
-Posiblemente tan
alborotada como tu hija, porque esta mañana se compraron los vestidos de boda.
Las dos se sienten novias.
-Dios te oiga -presionó
impacientemente el encendido de una estufa James el hombre ancho. -Acá hace un
frío mortal.
Entonces Beto puso
frente a la pantalla la magnolia de la Más Dimensión que le había regalado
Brenda y contó:
-Ayer nos quedamos
charlando a solas con tu ex-esposa hasta las tres de la mañana en el bungalow
del club donde festejamos el compromiso. ¿Sabés que mi madre todavía está
asombrada de lo ricos que quedan los costillares cortados a la criolla?
Rabí se aplastó el
rulerío ya muy ralo y aclaró:
-Yo preferiría que en
lugar de llamarla mi ex-esposa la
consideraras la mujer de mi vida.
-Muy bien -hundió el
rostro Beto en la corola de irradiación avitralada. -En ese caso paso a
informarte que anoche me enteré de algo sublime
que le pasó a la mujer de tu vida unos días después que te estuviste muriendo
en la sala de operaciones. Es una de esas cosas que uno no debería contar, pero creo que te va a hacer sentir que Dios la
está ayudando mucho.
El hombrón prendió el
panel más grande de la estufa sin poder sonreír:
-Y a mí el frío me está
matando.
-Perdón -pareció
arrepentirse de haber empezado a desembuchar la infidencia el violinista. -Me
expresé mal: a Brenda no le pasó nada.
Pero una de las noches que se quedó a cuidar a ese vecino que se llamaba Pirín
y sufría de Parkinson el viejito perdió el control intestinal y ella lo envolvió
en una sábana para sostenerlo igual que en La
pietà y de golpe le pidió que le besara el corazón que tenía lastimado desde antes de nacer. Dijo
así.
-¿Brenda le pidió a
Pirín que le besara el pecho?
-Ella dijo el corazón. La esposa de Pirín se quedaba
en el hospital a cuidarte a vos. ¿No es cierto?
-Sí. Michita.
-Y ahora la mujer de tu
vida siente que desde que el santo cagado
le besó las mordeduras se le abrió un poco el cielo. ¿Verdad que no
es obsceno?
El doctor tiritaba.
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-¿No le pedís a mamá que
baje a acompañarme a comprar un gorro de verano? -se pañueleó el pelo empapado
Senel cuando llegaron a la puerta de Baumgasse 27. -Ahí enfrente hay un super.
-Dale -cabeceó Poli sin
disimular la complicidad. -A ella le va a encantar elegirle ropa al nene. Y de
paso charlan un poco sobre los patos lindos.
Brenda bajó enseguida y
cruzaron Baumgasse con una especie de paso levitante que los sincronizaba como
a cisnes.
-¿Y si me encajo esto?
-se probó un panamá sintético el hombre que había decidido ser cura a los
diecisiete años, después de contemplarle el vellón a una muchacha que se bañaba
desnuda en Punta del Diablo.
-Dejame sacarte una
foto y la mandamos a tu parroquia -largó una carcajadita escandalizada Brenda.
-Ta. Vos siempre
castrándome.
-A ver: probate esta
gorra que es del color del short.
-Okey -ni siquiera
buscó un espejo Senel. -Pero te ruego que
no sigas revolviendo modelos porque nos están esperando y tengo que contarte
algo muy impactante.
-¿Malo?
-Perá -fue a pagar el párroco-teólogo-biblista
con el perfil celeste demasiado impasible y recién cuando salieron a la calle
informó: -El domingo vino tío Alfredo a misa de doce.
-Pero mirá qué bien -se
dejó llevar envaradamente hasta el banco de una placita la mujer defendida por
una pañoleta klimtiana. -¿Y a qué fue?
-A llevarme un regalo
para Poli.
-¿Y para eso precisaba
ir a misa?
-Parece que sí. Aunque
demoré en reconocerlo porque está muy canoso y tenía lentes negros.
-A mí me llamaron por
teléfono los dos: él y mi padre. Pero esto es mucho más raro.
-Y cuando me vino a
saludar en la puerta lo invité a tomar un café en la sacristía y charlamos un
rato. A mí me había costado una barbaridad concentrarme en la homilía.
-Me imagino. Con Jesús
sentado enfrente.
-No te pongas maligna.
Yo creo que no nos habíamos visto desde antes de ordenarme y lo encontré
cariñoso de verdad.
-Él siempre fue
encantadoramente diplomático.
-Sí. Pero está vacío. Y
mirá que yo a la soberbia la huelo más rápido que al diablo. Ya no tiene ni soberbia.
-¿Y qué le mandó de
regalo a Poli?
-Tres mil euros. Me dio
una pena horrible. Te puedo asegurar que el tío Alfredo será un sociólogo muy
brillante pero el endiosamiento infantil lo enfermó para siempre. Y ahora está
tan derrotado que lo único que le importa es disimular el miedo a la decrepitud.
Entonces Brenda le
acomodó el gorro nuevo a su hijo como si fuera un niño.
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-Tres mil euros -le mostró
el sobre Poli a su suegra, sin poder forzar más que una muequita alegre. -Es un
regalo conjunto de mi tío y de mi abuelo.
-¿Y tu madre qué dijo?
-Ella se debe estar
enterando recién en este momento de que los patos
lindos se acordaron de mi boda. Fue por eso que Senel le pidió que bajara a
acompañarlo al super.
-No entiendo lo de los
patos -se cebó un mate Doris.
-Es por el cuento de
Andersen, mamá -le acarició el pelo Beto a la mujer-niña, que de golpe salió
corriendo hasta el gabinete del water.
Y mientras escuchaban
la cavernosa explosión de las arcadas murmuró:
-Está vomitado asco. No
es por el embarazo.
Poli demoró muy poco en
cambiarse la blusa y lavarse los dientes, aunque al volver con el pelo mojado y
cepillado arrastraba las galochas igual que si se acabara de pegar un porrazo.
-¿No te parece lindo
que los patos le manden un regalo al cisnecito que va a nacer? -se la sentó en
la falda el violinista, que todavía estaba muy pálido.
-Es que justo anoche
tuve una pesadilla donde me di cuenta de lo insoportable que debe ser para
ellos que Senel vaya a cada rato al Vaticano y que yo toque en la Ópera. A los
patos les molesta la gracia de los cisnes. Y a mamá este
regalo la puede hacer puré.
-Pero Brenda ya debe
estar acostumbradísima a la soberbia, nena -se puso a servir la mesa Doris. -Y
además en este momento no parece sentirse para nada una patita fea.
-Vos no la conocés
bien, todavía.
-Bueno, ya la invité a
pasar una semana en el Osttirol y allí vamos a tener tiempo de ponernos al día.
-Lo que pasa es que a
vos no te enseñaron a vivir odiando y matando en el nombre de la revolución, como hacía esta comadreja
que ahora es candidato al Nobel de la Paz. Y el único que podía sacar a mamá de ese rencor eterno era mi tío Jerónimo.
Beto manoteó la magnolia
de la Más Dimensión y sentenció:
-Y sin embargo ella reconoce
muy bien el resplandor, pajarita.
-Sí, pero lo que le
falta saber a Doris es que mamá vino a Viena para escuchar mi examen final con
la condición de que no se lo dijéramos al gordo y él se agarró un disgusto tan
grande que terminó psicosomatizando un cáncer.
Entonces la matrona
tirolesa se llevó un dedo a la sien derecha y después sacó maquinalmente un
cigarrillo, aunque no lo prendió:
-Pero Brenda tenía que
estar muy trastornada para lastimarlo así.
-Sí. Casi paranoica del todo. Lo aprendió de
chiquita, porque mi abuela se pasó toda la vida diciendo muy orgullosa que ellas
eran capaces de matarte con la
indiferencia.
-Qué pena.
-Y no te imaginás las veces
que las escuché decir cuando odiaban a alguien: Ojalá que se muera. Lo decían a cada rato.
-Shhhh -se endureció
Beto. -Ahí se abrió el ascensor.
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