PEDRO
GAUDIANO
LOS
VALORES DE JOSÉ ARTIGAS
(Para
iluminar el bicentenario)
Setiembre 2011
Tierra Adentro Ediciones
Fundación Omar Ibargoyen Paiva
www.fundacionip.org
PRIMERA ENTREGA
A
todo aquellos que tienen
la
vocación de educar en valores
a
las nuevas generaciones.
PRÓLOGO
(1)
Dr.
José Squadroni, S.J.
Ex
rector de la Universidad Católica del Uruguay
Directivo
de la Fundación Omar Ibargoyen Paiva
La
personalidad de Artigas
La celebración del
Bicentenario del Proceso de Emancipación Oriental está alumbrada por la
personalidad de José G. Artigas, considerado en Uruguay como héroe máximo de la
emancipación. La ocasión es propicia para promover y justificar la aparición de
numerosos trabajos históricos que convergen en el empeño de iluminar las
diversas facetas que caracterizan al Prócer.
Numerosas investigaciones
se han realizado y publicado acerca de la rica personalidad de Artigas. No ha
faltado la controversia en torno a él, que ha llevado a algunos a elevarlo al
más alto pedestal, y a otros denigrarlo sin piedad alguna. Ante estos
antagonismos de juicios vertidos por una y otra parte, los historiadores han
logrado brindarnos paulatinamente no sólo una visión general de su
personalidad, sino que también han podido aclarar el conjunto de valores que
constituyen el núcleo más preciado de su persona.
Calmados con el tiempo
los ánimos de la polémica, es justo recordar que la única forma de bucear
honradamente en la realidad histórica es tratar de descubrir -exhumar- la
verdad a través de los dichos, hechos y escritos de la persona investigada.
Sólo la verdad nos hará libres para atribuir con justicia a cada individuo lo
que constituye el fondo característico de su actuar, es decir, el conjunto de
valores que lo guiaron en su desempeño histórico. Pues sabemos que las cosas no
valen, sino que las hacemos valer. Los valores verdaderos son universales. Los
valores son como la verdad: nos liberan, de acuerdo al evangelio de San Juan: “La
verdad os hará libres” (Jn 8, 32).
Uno es grande de acuerdo a los valores que lo guían.
En esta época en la que
vivimos nos ha invadido una epidemia que mundialmente relativiza los valores
más auténticos, saqueando las mismas bases de la sociedad. Necesitamos pensadores
que revaloricen los valores que enriquecen a las personas y a las comunidades
necesitadas de orientación. El ejemplo del Prócer puede ser un motivo de
renovación de valores en este Bicentenario.
Existe una conformidad
general con respecto a algunos valores menos discutidos, que o suscitan
animosidad alguna en los espíritus y que dejan en paz aparente a quienes los
formulan.
Puede haber dos formas
de engaño o falsedad en las afirmaciones que realizamos. Una consiste en hacer
pasar por verdad lo que sabemos que burda y sistemáticamente es falso; este
actuar es menos frecuente. La otra, es callar y escamotear sistemáticamente una
realidad o un hecho como si este nunca hubiera existido. Este tipo de fraude es
sinuoso y difícil de detectar a no ser por alguien conocedor del tema.
Por largo tiempo una de
las facetas más relevantes de la personalidad de Artigas ha sido relegada y confinada
al silencio. Como si esa arista fuera algo denigrante y digno de ser ocultado
en beneficio del ser nacional. Invito a reflexionar acerca de las frases
seleccionadas para decorar el mausoleo de Artigas en la Plaza Independencia. La
objetividad histórica exige que digamos toda
la verdad, mientras que se nos muestra a un Artigas disminuido y mutilado
en sus valores. Artigas es más grande que el conjunto de sentencias
seleccionadas.
La faceta religiosa de
Artigas es una de las características fuertes del Prócer, que iluminó su vida
desde su bautismo en la catedral de Montevideo hasta la recepción del Santo
Viático en Asunción, próximo a su fallecimiento. Nuestros escolares todos saben
que Artigas en sus últimos años dijo: “¡Tráiganme a mi Morito!”; pero no se les enseña que el Prócer, en sus
últimos años, rezaba el Santo Rosario diariamente con los guaraníes en su mismo
idioma, leía la Biblia, enseñaba catequesis a los niños… y practicó su fe
religiosa hasta hacer un gran esfuerzo para recibir la Santa Eucaristía de pie,
pues estaba postrado en su lecho de muerte.
No nos avergoncemos de
la verdad, que es la virtud que nos hará realmente libres. No es necesario que alguien pertenezca a un
credo religioso determinado para aceptar la verdad histórica de los valores y
convicciones religiosas de un tercero. Pues hay tres cosas que no pueden
ocultarse por mucho tiempo: el sol, la luna y la verdad. Porque la verdad la
verdad a veces padece, pero nunca perece. Es lamentable que haya personas que
prefieran escuchar mil mentiras antes que una verdad que no quieren aceptar
(Samuel Johnson).
Romper las cadenas de
los prejuicios de cualquier signo, será una forma realista y práctica de
celebrar este Bicentenario, donde confluiremos todos, codo a codo, llevando
nuestras propias convicciones y respetando las ajenas.
La fe religiosa no
atropella, sino que deja espacio a la propia libertad. La verdad no se impone,
se descubre. Los cristianos, junto con Artigas, compartimos una misma fe
religiosa, la cual nos estimula a ser creyentes pero no crédulos. Artigas fue
un hombre de fe, pero no un monaguillo. El valor de la fe es la brújula
orientadora que marca un destino, pero que no dispensa de remar para llegar a
buen puerto. Escamotear la sensibilidad y convicción religiosa de Artigas,
lleva necesariamente a empobrecer y falsear su personalidad. Sabemos que poseía
un profundo espíritu religioso, heredado de su familia y fomentado con su
frecuente trato con los padres franciscanos de quienes fue alumno en su niñez.
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