HUGO GIOVANETTI VIOLA
HABEMUS CIELO
DOS: ME SOBRA CORAZÓN
DECIMOQUINTA ENTREGA
17
-No soporto más el frío
-dejó el paraguas en el palier de Michita el doctor Rabí. -¿Qué te pasa?
-Son días. La tormenta
no ayuda mucho.
-Aquí tenés las fotos
para llevarle a Olga. Ella siempre dice que en alguna otra vida deben haber
vivido juntos con Pirín y Jerónimo en la misma galaxia.
-Hoy me pasé pensando
en lo que le dijiste a Abel en el sanatorio -parecía haberse encogido como una
paloma mojada la mujer arrugadísima. -Aquello de que querer escaparse del mundo
es un pecado mortal.
-Sí. Y menos mal que a
vos eso no te pasa muy a menudo.
-¿Abel no te contó
nunca lo que le pasó cuando le pidió a la Virgen Milagrosa que se lo llevara de
una vez por todas?
-Creo que no.
-Fue después que rompió
el romance de dos meses que tuvo con la actriz de diecinueve años y la chamaca
lo abandonó. Él había hecho un pico de presión de 18 / 14 y el mismo día que pidió
para morirse fue a ver al urólogo y el tipo le mandó una pastillita para
reducir la próstata sin preguntarle si era hipertenso y esa noche la presión le
bajó de golpe a 10 / 6 y se reventó la cabeza contra la pared del duchero.
-A la mierda.
-Pero lo único que le
quedó fue una hematoma gigantesca en la pelada y estuvo desmayado cinco minutos
y enseguida pudo llamar a la urgencia y todo. Quiere decir que la Virgen hizo
el milagro que le había pedido pero al revés.
El doctor contempló largamente
el póster de Casiopea y al final
murmuró:
-Brenda le contó a
Senel que Pirín hizo un milagro con
ella el día antes de morir. Dice que la curó.
-Esperá que traigo un
mate -se le reazuló la muchachez inarrugable a Michita. -Y además hay
bizcochos.
Rabí fue hasta la
ventana a contemplar la lluvia y después que la mujer volvió de la cocina devoró
tres croissants mientras ella explicaba:
-La tarde que mi
esposito se quebró la cadera y hubo que internarlo me pidió que tratara de
localizar a tu hijo porque quería confesarse. Y enseguida que se fue Senel me
contó que una de las noches que Brenda se quedó a cuidarlo él no pudo contener
la diarrea y ella lo envolvió en una sábana como si fuera una criatura y de
golpe le pidió que le besara el corazón.
-Todo eso ya lo sé.
Pero no me animé a averiguar si se desnudó el pecho.
-Sí, claro. En nuestro
propio cuarto. Y él no se daba cuenta si aquello fue adulterio, pero tu hijo lo
tranquilizó diciéndole que el pecado hubiese sido no besarla.
-¿Y eso a vos no te
lastimó?
-Sí. Pero fue la primera
vez en mi vida que entendí que pensar
como Dios no es una elección nuestra.
Entonces el doctor
observó heridamente el póster de Casiopea.
18
-Anoche no te conté
algo muy importante que nos pasó antes de la filmación del desnudo de Casiopea -le cebó un mate Brenda a su
yerno después que Senel se fue a dormir una minisiesta para reponerse del jet
lag.
-Ah, en Osttirol quiero
que me pongas al día sobre todos esos detalles secretos de la película
-protestó Doris, abalanzándose hacia el último pedazo de una gigantesca rosca
frutada. -Dios mío, los antojos de tu hija van a hacerme poner más barrigona
que ella. ¿Y dónde se metió Poli?
-Tuvo que salir a encontrarse
con una amiga que le mandó un mensaje -chistó Beto. -No la dejan en paz. De
aquí al viernes va a terminar entrando en pánico
nupcial.
-Bueno, justamente.
Ayer me faltó explicarte lo que tuvo que hacer mi cuñado para hacerme zafar del pánico actoral que me agarró cuando íbamos a rodar en la playa.
-Ay, ahora me siento
igual que si Julia Roberts estuviera contándome cómo se fue enamorando de
Richard Gere en Pretty Woman -se le
enjoyó desorbitadamente el entusiasmo a Doris, que no podía dejar de tantear a
cada rato la caja de cigarrillos.
-Mirá vos -sonrió Brenda
con asombro. -Justo me estás nombrando una de las dos películas que en un
tiempo necesitaba ver por lo menos
una vez por semana. Esa y El
guardaespaldas.
-Sí. Me comentó Poli
-cabeceó el violinista. -Las de los príncipes azules.
-Es que yo nunca tuve
un novio ni un marido que me quisiera así.
-Lo que pasa es que los
hombres que te quieren así existen nada más que en Hollywood -carcajeó Doris.
-Contengan la paranoia
y traten te acordarse de que yo me caso pasado mañana, señoras divorciadas -pegó
dos golpecitos de bastonero palaciego Beto.
Las consuegras se
miraron con culpabilidad y el hombre de pupilas de pez las volvió a hacer reír
agregando:
-¿O alguna piensa
discutirme que mi amor es ciego?
-Bueno, hay que
reconocer que mi cuñado supo quererme así -se le sobredoró la devoción a
Brenda. -Aunque Jerónimo jamás podría haber sido mi pareja.
-¿Pero al final qué fue
lo que pasó con la escena de la película?
-Él estaba jubilado
porque tenía una cardiopatía congénita y vivía en un balneario y siempre nos
mandaba magnolias de la Más Dimensión. Y la tarde que lo llamé paralizada por
los escalofríos me hizo escuchar el tango Ninguna
en el teléfono y dijo que ya era hora
de que dejara que la luna me vistiera la tristeza. Nosotros acabábamos de
perder una nena de ocho meses. Entonces pude filmar mirando a Jesús con los pezones y sintiéndome más eterna que una
estrella, como pedía el guión.
-Mi Dios -se colgó un cigarrillo
en la boca Doris, aunque no sacó el encendedor.
-Y muy poco tiempo
después Jerónimo se suicidó y yo demoré años en volver a aceptarle otro
proyecto a Abel Rosso y a Moure Clouzet.
-A Beethoven le costó
horrores volver a componer cuando se quedó completamente sordo -suspiró el
violinista.
19
Poli nunca había
hablado a solas ni con su cuñada ni con su suegro, aunque los dos iban a
escucharla puntualmente a todos los conciertos.
-Perdoname que te esté
robando tiempo justo en el medio de los últimos aprontes -se paró haciendo
chirriar la silla de la cafetería Karla, que hablaba con un acento más
aporteñado que el de Beto. -¿Ellos no saben que me viniste a ver, verdad?
-Tranquila -pidió un
café por señas la guitarrista. -Está todo bajo control.
Entonces la mujerona
que le llevaba una cabeza y había heredado la rusticidad rubia de los
campesinos tiroleses sonrió confidencialmente:
-Mi padre tampoco sabe
que te cité para preguntarte si te parece bien que vayamos a la boda.
-¿Y por qué me va a
parecer mal?
-Porque no nos conocés,
baby. Y somos ruinas humanas.
-Bueno -tomó un trago
demasiado caliente Poli y terminó frunciéndose y agigantando la mirada color
borra de café hasta que las dos se rieron. -Achicá el drama, baby.
-¿Y si te dijera que yo
me siento un hombre?
-A mí eso me chupa un
huevo.
-Pero no me entendiste,
porque yo ya no soy ni siquiera lesbiana. Me imagino que vos sabés que la plurienfermedad
genética que dejó ciego a mi hermano se llama retinosis pigmentaria.
La mujer-niña sopló la
taza sacudiendo afirmativamente su rostro muy redondo y al final agregó como si
estuviera leyendo una información de Google:
-Se caracteriza por una degeneración progresiva de la retina, que poco a
poco va perdiendo los conos y los bastones. En las primeras etapas afecta
predominantemente a la visión nocturna y al campo periférico provocándole
túneles. Afecta a una persona de cada 3.700, aunque esta cifra no es la misma
en todos los países. El patrón hereditario es muy variable y el 50 por ciento
de los pacientes no presenta ningún familiar conocido que padezca la afección.
Además no todas las formas hereditarias tienen la misma gravedad ni igual
evolución.
-Pero lo que los
médicos nunca te explicaron es lo que va sufriendo una chiquilina mientras lo único que le importa a la familia son los ojos del hermano mayor y primero se vuelve gay y termina
transformándose en una militante cocainómana y cuando cae presa uno de los
oficiales se enamora de ella y la obliga a cojérselo con un consolador de dos
puntas que la hace sentirse un hombre.
Y ya hace años que eso es lo único que
me hace sentir bien, cuñadita. Porque
además el oficial se ponía un body rosado y mientras se echaba el polvo aullaba
Ich liebe dich mein Führer. Y yo me
sentía un dios.
-Dios mío.
-A mi las religiones me
chupan todas un huevo -se secó la cara Karla. -Y te aclaro que esto que te
conté lo sabe muy poca gente. Ni mi padre lo sabe.
-Y yo te agradezco
mucho que me lo hayas contado.
-Okey. Y ahora pensá
tranquila si querés que vaya el viernes y después me llamás.
20
Las mujeres se probaron
los vestidos después de cenar y Beto invitó a Senel a dar una vuelta por el
Donaukanal.
-Fue viajando a
Bratislava en una de estas barcazas que respiré
por primera vez el oro de tu hermana -sonrió el violinista apenas se sentaron
entre la frescura de la orilla derecha. -Y me acordé de Klimt.
-Mater Deus -le
fosforeció la diversión al cura. -A eso sí que se le puede llamar un desnudo
total.
-En cuerpo y alma,
claro. Y todavía no éramos novios.
-Yo pienso que cuando
mi tío Jerónimo se enloquecía con las mujeres las respiraba así. Él tampoco debía verlas.
Entonces el hombre con
pómulos aindiados esperó a que repicara el décimo campanazo de la iglesia de
Erdbergstrasse y suspiró:
-Pobre Klimt.
-Bueno, yo te puedo
asegurar que mi tío no las pasó mejor con las mujeres. La primera esposa que
tuvo parecía una actriz de Hollywood y después que él publicó Los montes de Tabor y se lo tradujeron
al finlandés ella vino a reclamarle un porcentaje de los derechos porque decía
que se lo había escrito a sus tetas.
-Ah. Esos eran los
montes de Tabor. Recién caigo. Carajo.
-Es que Jerónimo era un
idiota dostoievskiano perfecto. Y
mirá que yo empecé a entender que casi todas mujeres del mundo están
esencialmente paranoicas recién cuando me hice párroco.
-¿Y eso también se lo
decís a mi futura esposa? -carcajeó Beto acompañándose con los golpecitos de
pájaro carpintero del bastón.
-A ella y a mi mamá.
Pero ya ni se ofenden. Y además los que estamos verdaderamente jodidos somos
nosotros, porque cargamos con la cruz de un machismo milenario. Aunque nos
portemos bien.
-¿Y entonces cómo
hacemos?
-Dios no elije a los
capacitados sino que capacita a los elegidos. A los elegidos para amarse les va bien, al final. Porque la fe es más fuerte que los imposibles.
Senel se paró para
contemplar el rebrillo titilante del Danubio y murmuró:
-Qué bien sé yo la Fonte que mana y corre / aunque es de noche.
-Voy a pisar hielo muy
frágil, cuñado -demoró en desembuchar el violinista. -¿No pensás que tu madre
tiene cierto derecho a decir que Jerónimo se suicidó cuando violó amorosamente a la muchacha infectada de SIDA?
-No. Papá y yo pensamos
que dio la vida para desinfectarle el
alma a la muchacha. Y es evidente que en ese momento no debe ni de haber
pensado en que se le podía reventar el corazón, por más que tuviera
contraindicado el sexo. Además hace muy poco tiempo supimos que mientras ella tenía
el orgasmo sintió como si mi tío estuviese eyaculando el último poema que había
escrito. El que tiene tres palabras. ¿Lo conocés?
-Sí. El reino reinará -cabeceó el violinista.
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