PEDRO
GAUDIANO
LOS
VALORES DE JOSÉ ARTIGAS
(Para
iluminar el bicentenario)
SEGUNDA ENTREGA
A
todo aquellos que tienen
la
vocación de educar en valores
a
las nuevas generaciones.
PRÓLOGO
(2)
Dr.
José Squadroni, S.J.
El
proyecto de Artigas
En esta celebración del
Bicentenario del Proceso de Emancipación Oriental, se debe recordar que América
Latina tuvo un gesto común: “Ser nosotros, ser libres”. “América Latina no debe
imitar a nadie, sino ser ella misma” (Omar Ibargoyen Paiva).
Los avatares de la
historia, la índole y el genio de diversas personalidades locales y las
características geográficas del continente, acabaron por legarnos un continente
fragmentado políticamente a partir de una patria grande que mucho sufrió con
ocasión de cada desgaje local. Llamados históricamente a construir esta patria
grande, nos encontramos hoy con una realidad fracturada que limita el libre
accionar de un continente que posee raíces comunes. Artigas fue un gran
visionario de esta realidad posible y, sin embargo, tuvo que sufrir el
infortunio de ver evaporarse sus sueños de un gran federalismo que, en términos
breves, se sintetiza en la frase latina “E
pluribus unum” (“Ser uno a partir de muchos”). La configuración de la
geografía americana contiene un llamado a la unidad.
Hay una raza de
uruguayos que buscan la identidad enmarcada en el pensamiento latinoamericano: son
los que se han jugado por la “utopía latinoamericana”. La conmemoración de este
Bicentenario no puede limitarse a un simple recuerdo, como quien celebra
anualmente la fecha de bodas o el cumpleaños. Esta celebración debiera hacer
revivir, volver a hacer presente, los anhelos de nuestros próceres visionarios.
La época es propicia, ya que estamos viviendo un tiempo de globalización.
América debe llegar a ser una, evitando que este proceso se desvíe y acabe
aplastando identidades. La identidad como tal es la libertad desde la cual cada
uno debe construir su propio proyecto, reflejo del gran proyecto común.
Para eso es necesario
formular un sistema de valores que no sean efímeros sino permanentes. Esto
significa rectificar los valores fugaces que profesan muchos de nuestros
jóvenes. Muchos centros de educación están remisos en el capítulo de la
educación en valores. Hay mucha instrucción pero poca formación.
Es el momento de
exhortar a los más jóvenes a que “si
alguna vez en tu vida recibes un llamado a algo grande y generoso, ¡no vaciles!”·
Incorporarse en forma personal al nacimiento de una patria grande es una
vocación para visionarios. Cada joven puede ser ese visionario.
El pensamiento es la
semilla de la acción. Conviene sembrar esa semilla en forma abundante para que
el fin se traduzca en acción. Porque toda persona es culpable -responsable- de
todo el bien que no hizo.
En los grandes eventos
se espera que actúe la solidaridad. Cada uno debe colaborar con su esfuerzo
personal, y no sentirse eximido del trabajo que puede favorecer a la comunidad.
Voltaire decía que “ningún copo de nieve se siente responsable de una avalancha”.
El pequeño esfuerzo mancomunado de muchos, puede mover montañas y construir
imposibles. Si no se puede con todo, empecemos por algo.
“Aunque nadie ha podido
regresar y hacer un nuevo comienzo… cualquiera puede volver a comenzar ahora y
hacer un nuevo final” (San Francisco Javier). La pequeña colaboración de todos
o de muchos es la base de las grandes realizaciones. Por lo cual el trabajo de
concientización de la población acerca de nuestras raíces y de nuestro destino
continental, genera una identidad común, amplia, que hoy conocemos muy poco. En
nuestra nace espacial Tierra no hay pasajeros, pues somos todos tripulantes.
Este ejercicio presupone
que, para lograr el gran objetivo de la patria grande, se necesitará una
re-creación permanente de generaciones. Conviene recordar al respecto que,
según las leyes de la aerodinámica, el abejorro no puede volar. ¡Por eso vuela!
No existe tal cosa como una tarea imposible, con excepción de la que Ud, no se
anima a comenzar. Pues la utopía es el principio de todo progreso. El futuro
tiene muchos nombres. Para los débiles es inalcanzable; para los temerosos, es
lo desconocido; para los valientes y decididos, la oportunidad. La mejor manera
de predecir el futuro es crearlo (Peter Drucker). “Cada uno debería tener los
pies en la tierra bien plantados en su país, pero los ojos puestos en el mundo”
(Jorge Santallana).
La falla de nuestra
época consiste en que los hombres no quieren ser útiles, sino importantes. Esta
campaña no necesita de personas autocomplacientes, sino de servidores humildes.
Esta misión supone la existencia de un fervor interior que justifique el
prolongado esfuerzo de orientar por contagio la mentalidad actual hacia nuevos
rumbos. Pues sólo se puede encender un fuego con algo previamente ya encendido.
Un fuego que enciende a otros fuegos.
Esta misión debe ser ejecutada
por personas con intelecto receptivo, pues las mentes son como los paracaídas:
sólo sirven cuando están abiertos. Se trata de una misión mancomunada: de
corazones y mentes unidas, pues “llegar juntos es el principio, mantenerse
juntos es el progreso, trabajar juntos es el éxito” (Henry Ford). Los
entusiastas de este futuro deben valorar la enorme riqueza humana y cultural
que puebla el continente americano. Una enorme diversidad en la multiplicidad
de razas y tradiciones.
Que todos los hombres
son iguales, es una propuesta con la que en tiempos normales, ninguna persona
razonable estuvo jamás de acuerdo. Pues aunque es cierto que todos procedemos
del mismo barro, sin embargo no fuimos modelados con un mismo molde. América Latina
es riquísima en la variedad de estructuras y modelos que nos identifican. Y el
objetivo a lograr debe ser: “E pluribus
unum”. Ser uno a partir de muchos. Unidos en la diversidad. Por eso debemos
atrevernos a ser diferentes en la pluralidad de naciones.
Artigas es el profeta
de la unión latinoamericana, la gran América. No lo derrotaron las armas, sino
la miopía de sus detractores. Por lo cual su gran sueño no pudo ejecutarse en
su vida. Pero nos dejó un legado, una gran misión continental para retomar e
intensificar en este Bicentenario y en el tiempo que seguirá. Se trata de
desandar el camino de la división y retomar el de la colaboración, partiendo de
la cultura de los intereses comunes que hay que cultivar y reforzar. Se trata
de ser visionario para poder realizar la gran América. En este esfuerzo no hay
milagros, hay trabajo, sobre todo cuando el subdesarrollo y el statu quo se han instalado en nuestras
mentes.
Solamente se conserva
lo que se valora. Por lo cual la educación en valores es un requisito esencial
para la paz y el bienestar de la sociedad. El Bicentenario nos encuentra en una
época de ruptura de toda clase de códigos especialmente morales, que a su tiempo
explicaron nuestra identidad, pero que ya no nos identifican más.
No somos aficionados a
ser más activos para remover el statu quo
de nuestras complacencias, que tanto nos satisface, para hacer que las
cosas se muevan en uno u otro sentido. Es un país acostumbrado a discutir pequeñeces
hasta el hartazgo, falto de amplios horizontes. Fernán Cisnero dice que los
uruguayos somos “petisos inseguros con amor propio”.
Cada persona, cada
institución, cada país ofrece lo que se es. Por eso, o levantamos la mira o no
vamos a tener nada que ofrecer porque no vamos a tener nada que ser. Y es en
libertad que debemos desempeñar esta tarea. Necesitamos voluntarios
convencidos. De lo contrario se nos podrá aplicar con razón el ingenioso dicho:
“Ahí te envío un voluntario. Por favor, devuélveme las cadenas”.
Para que nuestros
países no pierdan el ómnibus de la historia, este Bicentenario debe ser una
efemérides renovadora de los grandes ideales que distinguieron a nuestros
próceres.
El
presente libro
Me congratulo con el
Dr. Pedro Gaudiano, quien tan oportunamente ha destacado la necesidad de
reflexionar acerca de la verdadera personalidad de Artigas, como el auténtico
sentido que deberíamos atribuir a la celebración de este Bicentenario del Proceso
de Emancipación Oriental que a todos los concierne.
En esta obra el autor
nos presenta, en forma altamente didáctica y concisa, la figura y los
principales valores permanentes que enriquecieron a la personalidad de Artigas.
Aprecio, en forma particular, que haya adoptado en su trabajo el estilo
expositivo y llano al alcance del gran público.
Cada ficha aporta un
claro mensaje, como si fuera un chasque que en su forma sobria y sucinta
entrega el correo que se le ha confiado. Aprecio sobre todo el esfuerzo de ser
objetivo, alejado de todo intento de controversia que los diversos temas
podrían suscitar. Valoro en su exposición el esfuerzo de avanzar en la verdad
histórica y de enriquecer la figura de
nuestro Prócer.
Montevideo, 2 de marzo
de 2011.
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