JULIO
CÉSAR CASTRO (JUCECA)
LA
VUELTA DE DON VERÍDICO
QUINTA ENTREGA
UNO
CON RUEDAS
Pero más enamorau de las ruedas que Anilino Adulto,
difícilmente.
Hombre muy capacitau pa
los inventos, a todo le encajaba ruedas. Al brasero, al banquito pa tomar mate,
cosa de cebarle a las visitas sin tener que levantarse, al de ordeñar, a la
mesa, a los pollos y al catre. Cuidadoso pa dormir la siesta, si alguien le
golpeaba la puerta él afirmaba una pata contra la paré y sin bajarse del catre
iba a ver quién era. Si no era gente de hacer pasar, atendía, cerraba, afirmaba
la pata en la puerta y se volvía rodando pa su rincón.
Una noche en un baile,
conoció a Bobelina Mocheta. Un lujo e baile. Piso de porlan lustrau, pa poder
reventar las pulgas contra el suelo con el talón. Acordeona, guitarra, peine
con hojilla, cucharas soperas y tamboril. Vino tinto y clericó, pa tirar pa
arriba.
El indiaje estaba
sacudiendo el aspeto de la persona con una polca, cuando llegó Anilino Adulto.
Lo primero que hizo fue tirar dos puñados de bolitas en la pista, cosa que la
gente bailara como si tuviera rueditas. ¡Fue el desparramado del genterío! Se
desarmaron las parejas y todo el mundo manotiaba en el aire y se abrazaban a
cualquiera, y allá iban a rebotar contra las paredes y volvían pal medio, y
arrancaban con una bolita pa allá y otra bolita los traía pa acá y se pechaban
como cascarudo contra el farol ¡y era el griterío de las viejas nomás!
Ahí conoció a Bobelina.
La china había calzau una bolita con el talón, y pa que no se reventara contra
la paré Anilino la desvió pal lau de los musiqueros. El del peine con hojilla
de tragó el peine pero salvó la hojilla.
Manotón va, bolita
viene, Anilino quedó enamorau hasta las muelas y la china similar. Pa casarse
el hombre puso una condición:
-¡Rancho con ruedas!
¿Agarra?
-Lo que usté mandé, mi
gaucho -dijo ella sin criterio pa nada.
Se hizo un rancho con
ruedas que era una preciosidá de bonito. Venía gente de lejos pa verlo. Cuando
apretaba el sol, lo corría pal lau de los ucalitos. Cuando quería pescar, lo
llevaba pal lau del arroyo. Cuando no quería recibir visitas lo escondía atrás
del balcón de los zapallos.
Pero un día se levantó
bruto temporal, y Anilino se olvidó de calzar el rancho con unas piedras. El
hombre taba fumando en el catre y la mujer haciendo tortas fritas, cuando el
rancho sacudido por el viento salió rodando en una bajadita. Sin bajarse,
Anilino miró pa afuera por una rendija y después le dijo a su mujer:
-Parece que vamo a
conocer mundo, si Dios quiere y no chocamos.
El rancho a una
velocidá infinita, el hombre fumando en el catre y la mujer haciendo tortas
fritas.
En una vuelta el rancho
agarró un pozo, se le abrió la puerta, se inclinó, y Anilino salió rodando en
el catre pa fuera. Los dos a toda velocidá. El rancho adelante, con la mujer
haciendo tortas fritas, y el catre atrás, con el marido fumando.
Cuando pasaron frente
al boliche El Resorte, el tape Olmedo muy mamau taba mirando por la ventana y
comentó:
-Parece mentira señor;
no hay un criterio pa nada. Que una mujer se vaya del rancho, vaya y pase… pero
que se le vaya con el rancho, no tenía visto.
Bajó medio vaso de
vino, miró otra vez pa afuera y agregó:
-Y menos tenía visto
que el marido la persiguiera en catre.
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