LA REVOLUCIÓN RUSA Y LAS MUJERES: UNA REVOLUCIÓN DENTRO DE OTRA
(Espacio de Mujeres del Movimiento
Liberación / 23-10-2017)
"Soy mujer. Y un entrañable calor
me abriga cuando el mundo me golpea. Es el calor de las otras mujeres,
de aquellas que hicieron de la vida este rincón sensible, luchador, de piel
suave y tierno corazón guerrero"
Alejandra Pizarnik
La historia de las mujeres que
protagonizaron la Revolución Rusa así como la historia de la mayoría de las
mujeres, es parte de conjunto de muertes simbólicas que la historiografía- y la
ciencia en general- ha hecho persistir en su solapado recorte, tras el “buen
sentido de la humanidad” una razón androcéntrica: el “logos patriarcal” [1]. La
invisibilización de las mujeres, su historia y sus luchas, es producto de su
condición histórica y social subordinada y expresa a su vez el discurso
patriarcal operando también desde la producción de conocimiento.
Si pensamos en la ciencia y los modos
en que el patriarcado atraviesa las construcciones historiográficas,
filosóficas y de las ciencias en general, debemos dar cuenta de que las mujeres
han hecho historia, pero los vínculos entre las mujeres y la Historia responden
más a la ausencia de una indagación “sexuada” de los procesos históricos hasta
finales del S.XX [2], que a una realidad constatable de nuestro protagonismo en
diversas luchas. Muy tarde aparecemos las mujeres como grupo social y hemos
sido precisamente mujeres quienes tomamos en nuestras manos la reconstrucción
de nuestra propia la historia y protagonismo, memorias y saberes [3].
Sabemos poco de las mujeres soviéticas,
las conocemos tardíamente en tanto esposas y/o amantes de consagrados líderes
políticos, pero sobre todo sabemos que sin proclamarse feministas (la categoría
feminismo a principios de siglo aludía al feminismo sufragista de carácter
burgués [4]) sentaban las bases teóricas del feminismo de clase, y sus
conquistas fueron tomadas posteriormente como reivindicaciones del movimiento
feminista mundial del cual las mujeres rusas también habían sido pioneras,
proclamando la liberación de la clase y la de sí mismas en tanto oprimidas. Por
ello queremos en este artículo dar cuenta de los aportes de las mujeres
socialistas y de los avances históricos de la Revolución Rusa en relación con
lucha de las mujeres, pese a su posterior retroceso con el régimen estalinista
y la restauración capitalista plena en 1991, luego de la caída del Muro de
Berlín.
"¡Queremos pan! ¡Abajo el
zar!"
Este era el grito de las obreras
textiles de Petrogrado, que un 8 de marzo [5] iniciaban la huelga que daría
lugar a la primer revuelta en febrero, encontrando la victoria en octubre de
1917 en lo que se dio a llamar Octubre Rojo, consagrado por la toma del poder
de los soviets. Estallaba así una huelga de masas que devino progresivamente en
el Soviet de Petrogrado, restando solo que el ejército se aliara a la
revolución para que la caída del zar fuese un hecho.
En aquella Rusia zarista y en medio de
la guerra imperialista, las mujeres -parte más explotada de la clase
trabajadora- salieron a las calles a protestar por las escasez de alimentos y
los dos millones de muertos que la Primera Guerra Mundial dejaba tras su
doliente paso. Fueron ellas quienes, desacatando la orden del comité de
distrito del partido que establecía celebrar el Día Internacional de la Mujer
con discursos y actos, comenzaron la huelga que desataría el proceso
revolucionario coronado con la toma del poder en octubre de 1917.
Desde comienzos de siglo, las mujeres
socialistas rusas intentarían promover la organización sindical y política de
las obreras. Alexandra Kollontai fue una de las principales figuras dedicada a
la organización de las mujeres trabajadoras para la creación de organizaciones
sindicales y políticas de mujeres. Entre sus escritos más destacados se
encuentran Los fundamentos sociales de la cuestión femenina (1907), Las
relaciones sexuales y la lucha de clases (1911), y El comunismo y
la familia (1918).
Lo que actualmente conocemos como
feminismo socialista, tenía en sus postulados abolir la división sexual del
trabajo mediante la integración plena de las mujeres a la producción social, la
socialización del trabajo doméstico, la propagación del amor libre tras nuevas
relaciones sociales y la destrucción de la familia. Escribía Kollontai sobre el
amor y las nuevas relaciones sociales: “Pretendemos conquistar la
totalidad del alma del ser amado, pero, en cambio, somos incapaces de respetar
la fórmula de amor más sencilla: acercarnos al alma de otro dispuestos a
guardarle todo género de consideraciones. Esta sencilla fórmula nos será
únicamente inculcada por las nuevas relaciones entre los sexos, relaciones que
ya han comenzado a manifestarse y que están basadas en dos principios nuevos
también: libertad absoluta, por un lado, e igualdad y verdadera solidaridad
como entre compañeros, por otro” [6]. Para Kollontai, el amor cumplía un
rol fundamental en la opresión de la mujer, por ello politiza la dominación
masculina que se manifiesta a través de la ideología del amor sin perder de
vista la explotación de las mujeres en tanto clase trabajadora,
producto de la enajenación de su propio trabajo. Para Kollontai, de nuevas
relaciones sociales devenidas de una estructura económica socializante,
resultaban modos superiores de la conciencia en un planteo verdaderamente
revolucionario para su época donde la familia y el matrimonio no tendrían lugar
alguno, y la sexualidad a través de las uniones libres caracterizarían la nueva
moral proletaria, alejadas de todo dominio o propiedad sobre la mujer que la
supremacía masculina establecía.
Fueron miles de mujeres quienes
participaron anónimamente en la lucha armada o desempeñaron tareas logísticas,
productivas y educativas durante la revolución. Yelena Dmitriyevna Stessova,
Klavdia Nikolayeva, Inessa Armand, Konkordia Samoilova son algunos nombres de
estas mujeres que aún teniendo una participación protagónica, hoy desconocemos.
Inessa Armand o Helène Blonina
(pseudónimo con el que firmaba habitualmente) escribió La obrera en la
Rusia soviética (1920), sobre la mujer y su importancia dentro del
nuevo sistema político que se habría paso. Nadezhda Krupskaya, más conocida
como la esposa de Lenin que por su lucha incansable por la emancipación de la
mujer y el socialismo, protagonizó la creación del sistema educativo soviético
y un sistema de bibliotecas populares, conformando el Comité Central el Partido
desde 1927 a 1939.
Rabotnitsa (La obrera) era el nombre del periódico
bolchevique donde escribían muchas de estas mujeres que para financiar el
primer número se emplearon como costureras. Nadezhda Krupskaya hacía un llamado
a la unión de las obreras y obreros para derribar a la burguesía y así proteger
los intereses de las y los trabajadores en el primer número de Rabotnitsa. La situación de las mujeres
en las fábricas y talleres constituía la primera explotación que se extendía al
terreno del hogar y la familia: vender la fuerza de trabajo al capital en
fábricas y talleres, regalar su fuerza de trabajo en el hogar, esclavizadas por
la familia y la opresión social. La situación de las trabajadoras soviéticas
parece no encontrar mayores diferencias con las trabajadoras el día de hoy, a
más de un siglo de distancia. Versaba un panfleto bolchevique distribuido a las
mujeres trabajadoras en Kiev: “el
camino de la lucha obrera organizada contra el capital, el camino de la lucha
contra toda opresión, maldad y violencia. Compañeras, no tenemos otro camino.
Los intereses de los trabajadores y las trabajadoras son iguales y son los mismos” [7].
Emancipación de la mujer y revolución
La Revolución Rusa trajo consigo uno de
los más firmes intentos para la emancipación de la mujer y una vasta
legislación sobre la familia, el matrimonio, los derechos sexuales y
reproductivos tan avanzada y progresiva como no se ha visto en épocas recientes
en países capitalistas, o donde se tardó décadas para concederlos, producto de
la presión de las luchas de la clase trabajadora y los movimientos feministas.
Luego del triunfo de la revolución,
múltiples leyes fueron aprobadas para que las mujeres alcanzaran los mismos
derechos que los hombres. Las mujeres obtenían así igual salario que los
hombres por desempeñar el mismo trabajo y podían elegir libremente su
profesión. La educación fue mixta y se prohibieron los despidos a mujeres
embarazadas así como el trabajo nocturno de las mismas, el matrimonio civil era
legal al igual que el divorcio, y una seguridad social sin retenciones
salariales constituyó una conquista de derechos colectivos imposible de
desconocer.
Escribía Lenin respecto a las
limitaciones de la igualdad formal entre hombres y mujeres y sobre la necesidad
de un cambio profundo en la cultura como antesala de la igualdad total: “Allí
donde hay propietarios terratenientes, capitalistas y comerciantes, no puede
haber igualdad entre el hombre y la mujer, ni aún ante la ley. Allí donde no
hay propietarios terratenientes ni capitalistas ni comerciantes, allí, el poder
de los soviets construye una nueva vida sin esos explotadores, allí hay
igualdad del hombre y la mujer ante la ley. Pero esto todavía no es suficiente.
La igualdad ante la ley todavía no es la igualdad frente a la vida. Nosotros
esperamos que la obrera conquiste, no sólo la igualdad ante la ley, sino frente
a la vida, frente al obrero”[8].
En 1917 Alexandra Kollontai asume el
cargo de Comisaria del Pueblo para la Asistencia Pública e impulsa varias de
estas reformas que modifican la legislación de la mujer y la familia. En 1918
se creaba un ministerio de protección de la maternidad y la infancia,
introduciendo medidas para la socialización del trabajo doméstico y los
cuidados, creando guarderías, lavanderías y comedores comunales así como
viviendas colectivas. En 1920 se decreta el derecho al aborto libre y gratuito
para todas las mujeres y se despenaliza la homosexualidad. Se anuncia la idea
de desintegración de la familia y las uniones libres en el marco de las nuevas
relaciones sociales del comunismo, pues la revolución no buscaba simplemente la
igualdad formal entre hombres y mujeres, sino que la creación de las condiciones
materiales, culturales y políticas de la nueva sociedad con nuevas relaciones
sociales. El ascenso de Stalin acabaría con las conquistas que la revolución
trajo para las mujeres, prohibiendo el aborto, criminalizando la prostitución y
la homosexualidad. La nueva propaganda estatal colocaría nuevamente a la mujer
en la esfera del hogar y la familia, estableciendo el matrimonio civil como
única unión legal. Posteriormente sería suprimida la sección de mujeres dentro
del PCUS y el conjunto de órganos de poder.
Feminismo y socialismo en el horizonte
de nuestras luchas [9].
Reflexiones finales
Algunos debates siguen presentes en la
actualidad en torno al vínculo -no siempre armonioso- entre socialismo y
feminismo, “matrimonio mal avenido” al que Hartmann[10] aludía en los 80. El
dilema entre clase y género y los esfuerzos teóricos por su unificación
realizados por las feministas radicales merecen un análisis propio, el punto de
inflexión política que buscaron desentrañar tiene que ver con la opresión de la
mujer en el seno de la propia clase (llegando incluso a considerar a la mujer
como una clase social), y ha planteado serias dificultades al momento de pensar
estratégicamente el feminismo y su articulación con la lucha de clases, sobre
todo cuando la opresión patriarcal sucede al interior de las organizaciones de
izquierda.
Es así que la especificidad de la lucha
feminista se ha vuelto un repliegue casi necesario desde el cual instrumentar
la acción política y existir, posibilitando a su vez que los reclamos
específicos de las mujeres no queden subordinados al purismo de clase y sus
escenarios tradicionales de lucha. La parte y el todo, la fragmentación y la
totalidad han sido binomios simplificadores que nos dejan atrapados en el
laberinto poco fértil de las disquisiciones teóricas que se resisten al devenir
de las luchas actuales, donde el movimiento feminista tiene un potencial y un
protagonismo indiscutible a la hora de impugnar el sistema en su totalidad. La
lucha feminista no fragmenta la clase, sino que se organiza en torno a la
fragmentación que el propio capitalismo le imprime, para denunciar así todas
las opresiones que de éste sistema se derivan, para destruirlas junto al propio
sistema capitalista. Esta parcialidad no está exenta de problemas, sobre todo
respecto a la articulación de las luchas con la estrategia general, y es por
ello un aspecto que las feministas debemos seguir problematizando.
Por otro lado, la experiencia histórica
nos muestra que modificando las bases materiales no se modifican mecánicamente
las estructuras de dominación, sino que es la acción consciente de las y los
oprimidos del mundo (las propias reivindicaciones de las mujeres rusas ya daban
cuenta de ello) que deberá llevar a cabo esta lucha, para que sea definitivamente
la lucha de toda una clase, pues capitalismo y patriarcado deben caer juntos.
La experiencia de la URSS y la lucha de
las mujeres rusas por su emancipación nos plantea entonces algunas reflexiones.
El Muro se derrumbó y tras él, la existencia de proyectos históricos
alternativos. Se detuvo también nuestra imaginación política y quedamos
inmersos en los grandes debates de esta caída. Creemos que el fracaso de la
URSS como experiencia histórica y el ensayo del socialismo no invalida el fundamento
del propio proceso revolucionario que le dio origen, pues las razones para
transformar nuestra sociedad son quizás más abrumadoras que hace 100 años. Dice
Badiou que “el comunismo es una idea demasiado grande como para dejarla
en manos de un Estado”[11], con lo cual la experiencia soviética así como
todas las revoluciones truncas siguen evocando a pesar de sí, como grandes
“monumentos”, la necesidad histórica de superación del capitalismo y la
revolución como camino o trayecto político al que debemos entregarnos para que
sea una posibilidad.
Las particularidades de este proceso
deben necesariamente contemplar aquellos aspectos que preceden el capitalismo y
que a su vez lo constituyen: el patriarcado, el racismo. En Rojava, región de
Kurdistán occidental, las mujeres kurdas están llevando adelante su propia
revolución, pues las particularidades históricas de su opresión frente al
Estado Islámico requieren una especificidad política y hasta militar hecha a su
manera[12], allí donde los niveles de violencia contra las mujeres son
extremos, allí donde aún en espacios mixtos de construcción colectiva y
militante es difícil garantizar la propia vida, la lucha feminista y de
liberación de todo un pueblo adquiere formas novedosas, y la organización
exclusiva de mujeres funciona paralelamente a la organización mixta casi como
una garantía política.
La derrota material, social y política
que significó la URSS, pero sobre todo la derrota simbólica de toda posibilidad
de cambio nos deja en el lugar del desconcierto y nos obliga a desplegar el
ingenio político para poder recrear el mañana. ¿Y cómo es recrear el mañana
desde el feminismo? Es empezar por el hoy. El feminismo nos insta primeramente
a politizar los vínculos existentes entre hombres y mujeres en tanto relaciones
de poder, inmersas y articuladas a su vez en otro marco de relaciones sociales:
las relaciones de explotación o de clase. El feminismo nos interpela, nos
obliga a diseñar estrategias políticas que puedan dar cuenta no sólo de la
opresión devenida de la contradicción capital-trabajo, sino de todas las
opresiones constitutivas de la propia clase, impresas en la misma por obra y
gracia del capitalismo y su particular imbricación con el patriarcado.
Nos interpela en tanto nos pensamos como
sujetos políticos en nuestras múltiples determinaciones donde la clase es una,
muy importante puesto que universaliza la lucha de todos los explotados y
oprimidos del mundo, pero si no logramos comprender la heterogeneidad de la
clase trabajadora y las múltiples opresiones que coexisten en su interior
derivadas del género, la raza, la identidad sexual y que se articulan en lo que
se denomina interseccionalidad de las opresiones, será difícil diseñar una
estrategia conjunta de cambio social que no deje a nadie afuera.
Por esta razón la lucha contra el
patriarcado debe ser eje de acción política, articulada en torno a nuevos
escenarios sociales y dentro de una estrategia general de clase que haga
posible que socialismo y feminismo no sea simplemente una consigna, sino una
posibilidad en el horizonte de la lucha popular.
Somos herederas del socialismo
revolucionario y con él, también del feminismo popular. Vemos emerger al
movimiento feminista, distanciado del lenguaje tradicional en que el socialismo
se ha expresado, desde una performatividad novedosa y cuestionadora de los
modos y lenguajes patriarcales de hacer política, pues el feminismo es también
(y fundamentalmente), la impugnación de todos los aspectos de una significación
binaria que a lo largo de la historia nos ha colocado en posiciones
subordinadas, constitutivas del mega relato patriarcal dentro del cual todas
las formas de violencia contra las mujeres se encuentran banalizadas,
naturalizados por la fuerza de la costumbre y la tradición, sin vínculo
aparente. El feminismo denuncia estos vínculos perversos que no son otra cosa
que manifestaciones de la imbricación entre capitalismo y patriarcado, y nos
obliga a prefigurar nuevos modos de relacionarnos ensayando todo aquello que
creemos esperable de la sociedad del futuro.
Pensamos entonces en nuevas categorías
que nos permitan pensar el presente y proyectarnos políticamente como sujetos
de la historia, y en este trabajo es necesario comprender que nuestro vínculo
con el capital es aquello que nos unifica, y es a su vez aquello que nos otorga
lugares diferenciados en la estructura social. Escribiría Celia Amorós “como
ya señaló Rosa Luxemburgo, el capitalismo es un sistema de discriminación en la
explotación –al mismo tiempo que de explotación sistemática de toda forma de
discriminación”[13]. Esto proyecta un horizonte estratégico de superación
del capitalismo que debe incluir en su proyecto político la labor consciente
para terminar con todas las opresiones, porque en el seno de la propia clase,
en los márgenes de la contradicción capital/trabajo emergen las opresiones más
diversas, también estructurales y estructurantes como la raza y el género.
Clase social y género son categorías
que poseen diferentes niveles explicativos, y enfrentarlas no hace más que
posicionar unas luchas sobre otras, aún cuando no den cuenta de los mismos
aspectos de nuestra realidad. ¿Por qué entonces los aspectos étnicos, raciales,
de género o identidad sexual no son considerados políticos si a partir de ellos
se erigen relaciones de poder, opresión y dominación? ¿Qué hacer con la
estrategia entonces? Nosotras decimos que la estrategia de toda una clase así
como su proyecto político debe contener necesariamente la lucha antipatriarcal
así como la lucha contra toda opresión.
La revolución y el socialismo serán
feministas o no serán.
Notas
1- Amorós, Celia. Hacia
una crítica de la razón patriarcal
2- Joan Scott plantea el género
como categoría analítica de la Historia: Scott, Joan. El género como
una categoría útil del análisis de la historia.
3- La Historia de las Mujeres como
expresión del feminismo a nivel académico fue un aporte muy importante al rol
de las mujeres en la historia, dando lugar a una episteme feminista sin
precedentes.
4- "Las feministas burguesas
están luchando para conseguir derechos políticos: también aquí nuestros caminos
se separan: para las mujeres burguesas, los derechos políticos son simplemente
un medio para conseguir sus objetivos más cómodamente y más seguramente en este
mundo basado en la explotación de los trabajadores. Para las mujeres obreras,
los derechos políticos son un paso en el camino empedrado y difícil que lleva
al deseado reino del trabajo" Alexandra Kollontai (Los fundamentos
sociales de la cuestión femenina)
5- 22 de febrero en el calendario
juliano. Desde 1910 el 8 de marzo había sido declarado el Día de la Mujer.
6- Kollontai, A. Las
relaciones sexuales y la lucha de clases (1911)
7- En D´atri, Andrea, Las
mujeres y el socialismo.
8- Lenin, Discurso de
1920, en D´atri, Andrea, Las mujeres y el socialismo.
9- Socialismo y feminismo en el
horizonte estratégico de las luchas populares es un texto de Claudia
Korol.
10- Heidi I. Hartmann, Un
Matrimonio mal avenido: hacia una unión más progresiva entre marxismo y
feminismo
11- Alain Badiou y Marcel
Gauchet. ¿Qué hacer?
12- Frente militar compuesto
exclusivamente por mujeres en Kobane, región liberada
13- Amorós, Celia. Hacia
una crítica de la razón patriarcal.
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