LECCIONES
DE VIDA
ELISABETH
KÜBLER-ROSS Y DAVID KESSLER
SEPTUAGESIMOPRIMERA ENTREGA
9
/ LA LECCIÓN DEL ENFADO (2)
Muchas personas han
crecido en familias en las que demostrar cualquier tipo de enfado está mal
considerado o bien en otras donde el más mínimo problema provoca un estallido
de rabia. No es extraño que no dispongamos de buenos modelos para expresar esta
emoción natural. En general no sabemos qué tenemos que hacer con el enfado: nos
preguntamos si es correcto, cuestionamos su validez, lo expresamos al
destinatario equivocado y hacemos cualquier cosa menos experimentarlo. Sin embargo,
el enfado es una reacción normal que resulta útil en el momento y lugar
adecuados y en la proporción correcta. Por ejemplo, según se ha podido
comprobar una y otra vez, los pacientes enfadados viven más. No se sabe con
certeza si se debe a que han exteriorizado sus sentimientos o a que, al
hacerlo, han recibido más atención. Lo que sabemos es que el enfado crea una
reacción y nos ayuda a controlar el mundo que nos rodea. El enfado también nos
permite establecer unos límites adecuados en nuestra vida. Siempre que no sea
inadecuado, violento u ofensivo, el enfado puede constituir una respuesta útil
y sana.
El enfado es uno de los
sistemas de alarma más importantes de nuestro cuerpo, y como tal no deberíamos
reprimirlo de una forma automática. El enfado nos indica que nos están haciendo
daño y que nuestras necesidades no están siendo atendidas. El enfado puede
constituir una reacción normal y saludable ante muchas situaciones. Por otro
lado, al igual que la culpabilidad, puede ser una señal de que no estamos
siguiendo nuestro sistema de creencias. Un enfado ocasional y proporcionado a
los sucesos que lo provocan, es sano. Lo que causa problemas es lo que, en
ocasiones, hacemos o dejamos de hacer con ese sentimiento. A menudo, tenemos
tanto miedo de nuestro enfado y lo negamos con tanta intensidad que dejamos de
ser conscientes de su existencia.
El enfado no tiene por
qué ser una bestia horrible que consuma nuestras vidas. Es sólo un sentimiento.
Y no nos lleva a nada analizarlo en exceso o preguntarnos si es válido,
correcto o está justificado. Actuar así sería como preguntarnos si debemos
tener sentimientos. El enfado no es más que esto, un sentimiento, y debemos
experimentarlo, no juzgarlo. Como todos nuestros sentimientos, es una forma de
comunicación y nos transmite un mensaje.
No hay comentarios:
Publicar un comentario