LOS
CANTOS DE MALDOROR
CIENTOTRIGESIMOPRIMERA ENTREGA
(Barral Editores / Barcelona 1970)
CANTO QUINTO
7 (1)
“Cada noche, a la hora
en que el sueño alcanza su máximo grado de intensidad, una vieja araña de
especie gigante saca lentamente la cabeza de un agujero situado en el piso en
una de las intersecciones angulares de la habitación. Ella escucha atentamente
si algún zumbido todavía mueve sus mandíbulas en la atmósfera. Dada su
conformación de insecto, nada le queda por hacer, si quiere aumentar con
brillantes personificaciones los tesoros de la literatura, que adjudicar
mandíbulas al zumbido. Una vez segura de que el silencio reina a su alrededor,
saca sucesivamente de las profundidades de su nido, sin el auxilio de la
meditación, las diversas partes de su cuerpo y avanza con paso mesurado hacia
mi cama. ¡Cosa notable! Yo, que hago retroceder al sueño y a las pesadillas,
siento que se me paraliza la totalidad del cuerpo cuando ella trepa por los
pedestales de ébano de mi lecho de raso. Me aprieta la garganta con las patas y
me chupa sangre con su vientre. ¡Con la mayor naturalidad! ¡Cuántos litros de
un licor purpúreo cuyo nombre no ignoráis, habrá sorbido desde que ejecuta la
misma faena con una perseverancia digna de mejor causa! No sé qué le habré
hecho para que se comporte de tal modo conmigo. ¿Le trituré una pata sin darme
cuenta? ¿Le arrebaté sus crías? Estas dos hipótesis sujetas a caución, no son
capaces de soportar un severo examen, ni siquiera merecen el trabajo de
provocar un encogimiento de mis hombros o una sonrisa de mis labios, aunque uno
no deba mofarse de nadie. Cuidate tú, negra tarántula; si tu conducta no tiene
la disculpa de un silogismo irrefutable, me despertaré una noche sobresaltado
por el último esfuerzo de mi voluntad agonizante, romperé el hechizo con que
mantienes mis miembros inmovilizados, y te aplastaré entre los huesos de mis
dedos como una simple porción de materia blanda. Sin embargo, recuerdo
vagamente haber permitido que pasearas tus patas sobre el nacimiento de mi
pecho y de allí hasta la piel que cubre mi rostro, por lo que no tengo derecho a
detenerte. ¡Oh, quién desenredará mis recuerdos confusos! Le doy como
recompensa lo que me queda de sangre; incluyendo la última gota, hay cantidad
suficiente para llenar por lo menos la mitad de una copa de orgía”.
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