EL ÚLTIMO AMOR DE FEDERICO
por Loreto Sánchez
(EL INDEPENDIENTE /
14-10-2017)
Se conocieron en La Barraca. Comenzaron una amistad que les llevaría a
ser amantes, a compartir textos, tertulias y deseos. Rafael Rodríguez Rapún se
encontró con Federico García Lorca tres años
antes de que éste fuese fusilado y durante ese tiempo generó en el poeta tanta
pasión como dolor. Fue incluso el desencadenante de Sonetos del amor oscuro, el ingeniero de minas no se
consideraba homosexual y tal como aseguró Modesto Higueras, íntimo amigo suyo,
“a Rafael le gustaban las mujeres más que chuparse los dedos, pero estaba
cogido en esa red. No cogido, inmerso en Federico. Después se quería escapar
pero no podía… Fue tremendo”.
La historia de ambos, la de ese amor
por días, y esa desesperación, ya ha sido contada varias veces, incluso llevada
al teatro con La piedra oscura de Alberto
Conejero. Se ha hablado de cómo la muerte del poeta llevó a su compañero a la
más árida de las angustias, a alistarse incluso en el bando republicano.
También de cómo éste le dejó algunos textos inéditos para que los
mecanografiará y de cómo ambos murieron el mismo día pero en años distintos.
Federico en 1936, fusilado, y Rafael en 1937, tras haber sido herido. Los dos
el 18 de agosto.
Ahora, Seix Barral publica una versión
ampliada de Confieso que he vivido de Pablo Neruda. En ella aparece un
texto, El último amor de Federico, que había permanecido oculto por
el miedo del autor a que éste dañase la reputación de su amigo. Además de un
álbum fotográfico y la reproducción facsimilar de varios manuscritos del poeta.
Pero, ¿por qué Neruda no incluyó estas líneas en su biografía? Según Darío
Oses, que escribe el prólogo de esta edición que se publica este martes, el
chileno pensó la sociedad todavía no estaba preparada para conocer esta
historia. “¿Está el público suficientemente desprovisto de prejuicios para
admitir la homosexualidad de Federico sin menoscabar su prestigio?”, fue la
explicación que dio cuando le pidieron que incluyera esas líneas, en 1973.
Él había visto a Federico y a Rafael
juntos. Los había visto como amigos. Lorca presentaba a Rapún como su
secretario personal y se lo llevaba a las tertulias, al teatro, a cualquier
lugar. En este texto cuenta que la homosexualidad del poeta “se llevaba a la
manera española y latina”. “Esconder cuidadosamente esta inclinación personal
de Federico. Hay mucho en esta actitud, de respeto al poeta asesinado. Pero
también existe el tabú de lo sexual, la herencia eclesiástica del imperio y
colonización española, la hipocresía decimonónica”.
También narra cómo él no se dio cuenta de su homosexualidad hasta muchos
años después de conocer a Lorca. “Su cara gruesa y morena no tenía nada
afeminado, su seducción era natural e intelectual. Está probada su
homosexualidad y esto lo vi más tarde”. “En Buenos Aires (donde el poeta estuvo
con Neruda en torno a 1933) comencé a tener alguna sospecha de su naturaleza
amorosa. Descubrí su pánico ante el asedio femenino”, añade.
.
Neruda cuenta cómo llegó a un trato con Lorca por el que el poeta
español le llamaría si necesitaba ayuda para “librarse” de alguna mujer.
“Algunas de esas palomas engañadas por la luz de Federico cayeron en mis
manos”, afirma. Durante aquella época el chileno no había conocido todavía a
Rafael Rapún, con el que se encontraría durante una de sus estancias en Madrid.
“Poco a poco me fui dando cuenta de que era este muchacho el persistente amor
de Federico, su último amor. Tímido, de pelo largo, no muy alto ni muy delgado,
tenía esa sencillez popular española”, detalla en el texto del que según el
historiador Ian Gibson fue “el más hondo amor de Lorca”.
Este inédito cierra con la muerte de
ambos, haciendo especial hincapié en que no le mataron por homosexual sino por
intelectual y comentado que la misma suerte corrió su último gran amante. “No
quedó nada del apuesto muchachón. Sus huesos y su sangre quedaron esparcidos en
fragmentos minúsculos, en manchas casi invisibles, sobre la tierra española,
que se tragaba cada día millares de otros muertos anónimos”. Cierra asegurando
que es la felicidad lo que siempre acompañaba al poeta.
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