HUGO GIOVANETTI VIOLA
HABEMUS CIELO
DOS: ME SOBRA CORAZÓN
DECIMOCTAVA ENTREGA
29
-A mí lo que me gusta
es ver la catedral por fuera -le confesó Brenda a Michita en el skype después
que sus hijos decidieron salir a dar una vuelta por el Donaukanal para
reconciliarse. -Y además no soporto todas esas cosas que te dicen de que el
primer rayo de sol que cae en el altar mayor representa al cielo que se la
abrió a San Esteban mientras lo lapidaban, y etcétera etcétera. Me viene como
una alergia.
-Pero el librito que
trajiste en el otro viaje tiene fotos preciosas -se acomodó la pañoleta
estampada con El beso de Klimt la
vieja casi enana.
-A mí tanto me da todo
ese lujo turístico. Pero si se lo llego a decir a Senel me muerde.
-En cambio a mí hoy me
pasó un milagro en la misa de ocho de San Alejandro. Porque Abel me trajo el
póster de Judith para levantarme el ánimo pero no quise dar la clase y poco
menos que lo eché. Pero después me vino un bajón tan grande que terminé
tomándome un taxi hasta la parroquia, con este resfrío horrible y cuando ya
estaba tronando. Y para colmo llegué una hora antes. Miré mal el reloj, con el
informativo puesto y todo. Debo estar muy gagá.
Entonces Brenda empezó
a derramar una compasión infinita hacia la viuda que parecía disfrazada y la
dejó seguir hablando sin hacer comentarios:
-Bueno, y en la
parroquia no tuve más remedio que quedarme a esperar completamente sola. Y muerta. Ni rezaba. Y afuera llovían
culebras. Pero como a los veinte minutos una mujer empezó a cantar en el
entrepiso y sentí que Dios me hablaba.
-Qué lindo.
-Y mirá que durante la
semana no va nadie a cantar. Fue rarísimo. Y además a esa canción yo ya la
había escuchado varias veces, aunque nunca me pareció nada del otro mundo. Es
de la hermana Glenda y ahora la busqué en youtube y me apunté la letra. Escuchá:
Si conocieras cómo te amo / si conocieras
cómo te amo / dejarías de mendigar cualquier amor. / Si conocieras cómo te
busco / si conocieras cómo te busco / dejarías que te hablara al corazón. / Si
conocieras cómo te sueño / si conocieras cómo te sueño / me preguntarías lo que
espero de ti. / Si conocieras cómo te sueño / buscarías lo que pensaba para ti.
/ Si conocieras cómo te sueño / cómo te sueño / pensarías más en mí. Y
cuando volví a casa preparé una ensalada caprese, me puse la pañoleta y me tomé
una caña con butiá.
-¿Pero cómo carajo hacemos
para conocer eso?
-Pirín siempre decía
que hay que escuchar muy bien al
ángel que llevamos en la nuca.
-Me acuerdo -se rio
fuerte la actriz botticelliana. -Pero para mí esos eran nada más que chistes
medios locos. Con todo respeto.
-Es que la verdad del corazón
casi siempre nos parece una locura, nena. ¿Cuántas veces escuchaste decir que
Jesús era un delirante paranoico?
-En mi casa me lo
dijeron toda la vida.
-Y sin embargo salvó a
la Humanidad.
-Bueno, ya me empezaron
las palpitaciones y acá son casi las tres de la mañana -se persignó disimuladamente
Brenda. -Mejor me tomo un Parnox y duermo algunas horas.
30
Al otro día Beto y
Senel viajaron solos a Salzburgo, porque Poli le pidió a su madre que las
acompañara a encargar las bebidas.
-Mi hermana dice que
fue acá que formalizaron el romance -comentó el cura mientras compraba los
tickets para visitar la casa donde se crió Mozart.
-Sí. Cuando tocamos La historia del tango.
-Yo es la primera que vez
que vengo a la famosa Wohnhaus. ¿Querés uno de estos aparatejos?
-No lo preciso -sonrió
el violinista mientras subían al primer piso. -En esa especie de tubo de teléfono
tenés que apretar los botones para escuchar las explicaciones sobre los trajes,
los instrumentos y los retratos que encontrás numerados. ¿Hoy hay muchas
excursiones de turistas idiotas?
-Por lo menos tres ómnibus.
-¿Te das cuenta que es
como si vinieran al velorio de un músico que nunca escucharon de verdad? El
loquito odiaba Salzburgo, y en las cartas siempre le decía al padre que cuando
hacía el sacrificio de volver era nada más que para verlo a él.
Senel iba ojeando con
impasibilidad las vitrinas hasta que se paró frente al diminuto violín que usó Mozart en Praga y después que apretó
el botón correspondiente y se puso a escuchar quedó transfigurado por una especie
de fascinación húmeda.
-Perdoname la ignorancia
-le pasó el tubo a Beto. -¿Pero en qué obra aparece esta maravilla?
-Es el Andante del
tercer concierto para violín -sonrió beatíficamente el hombre rocoso. -Poli sabe
tararear la primera cadencia nota por nota y te parece que estuviera entrando
en el cielo.
Y de repente el cura se
abalanzó hacia una vitrina y jadeó:
-Pa. Esta tiene que ser
la carta donde le avisa a Leopold que se murió la madre.
-Me parece que la que
está allí es la que le escribió a Bullinger. Al padre lo preparó de a poco.
-Sí, claro. Porque
empieza diciendo: ¡Acompañeme usted en
sentimiento, amigo mío! -fue improvisando una traducción el biblista que
hablaba cinco idiomas. -Este es el día
más triste de mi vida -le estoy escribiendo a las 2 de la mañana- y tengo que
decírselo, ¡mi madre, mi querida madre ya no es! Dios la llamó a su reino. Yo
me daba cuenta con mucha claridad de que Él la quería, y por eso lo único que
me importa ahora es el deseo de Dios.
Y después de recorrer
el primer piso de la casona con patio compartido donde vivieron los Mozart bajaron
sin volver a hablar, hasta que Beto le pidió a Senel que le sacara una foto
sentado en el escalón del portal:
-Te juro que tengo
necesidad de posar así desde que mi primer profesor me trajo a visitar este
carnaval fariseico. Y como ahora estoy ciego
siento que lo que sopla en Salzburgo es nada más que el perfume de un niño
muerto y quiero denunciarlo.
Entonces el cura le
sacó la foto y contempló con pena las colinas azules.
31
-Nosotros empezamos a
hablarnos y a agarrarnos las manos como novios la noche que tocamos La historia del tango en Salzburgo
-vació un jugo de naranja Poli mientras esperaban que Doris terminara de hacer
un trámite. -Pero nos dimos el primer beso recién al otro día. Y fue justo en
el medio de este puente.
Brenda besó su cerveza
y sonrió contemplando los dos pares de columnas amarillas estilo Bauhaus que se
espejaban sobre el resplandor del Danubio.
-Y ahora me toca
sacarle un boniato del fuego a tu hijito -buscó una hoja en el bolso la
mujer-niña con nerviosidad. -Porque papá le pidió que te mostrara este apunte
que encontró tu vecina en la Biblia de Pirín, pero el flamante Vicario General
de la Diócesis de Montevideo no se anima.
-A mí eso ya me lo leyó
Michita por skype -se bajó los lentes negros que le coronaban los bucles la
actriz de La galante calavera. -No me
atomicen más.
-Pórtense como adultos,
mamá. Ah, y te ruego que no me
retruques con aquella frase tan asquerosa que te oí decir toda la vida cuando
se peleaban groso.
-¿Lo de que no conviene
poner mierda adelante del ventilador?
Entonces Poli dejó la
hoja entre las dos copas y se quedó unos momentos adorando la extraña armonía
de las cuatro columnas que se enfrentaban inclinadas en el centro del puente
donde habían empezado a sentirse una sola carne con su futuro esposo.
-¿Pero cuándo van a
entender que hay cosas que se tienen que dejar atrás para siempre, carajo? -se
le crisparon las arrugas a Brenda.
-Bueno, la pura verdad es que papá necesita que
sepas que todavía se siente espantosamente culpable por haberte herido tanto
cuando se emborrachaba y tiene todo el derecho a mandártelo decir.
-Terminala o me voy a
la mierda -empezó a abanicarse a dos manos la mujer chorreante. -¿Sabés cuál
fue la primera cosa que le conté a la psicóloga? Que una noche mi casa era un
infierno porque en el Penal le habían suspendido las visitas por un mes a mi
hermano y nos peleamos mal con mi madre y de golpe ella le gritó al gordo: Yo te advierto desde ahora que lo que te
estás llevando de esta familia es peor que una araña y una víbora juntas. Así
que cuando te des cuenta no aceptamos reclamos. Y yo todavía me siento
culpable de que mi novio haya tenido que escuchar esa bestialidad.
-¿Y por qué te vas a
sentir culpable vos?
-Porque yo también aprendí
a hacer pedacitos a la gente desde antes de ir a la escuela. Y fue en defensa
propia. Así que díganle al gordo que no me siga manipulando con los pecados y
con los perdones porque nunca me sentí
ninguna víctima de los pedos que se empezó a agarrar cuando murió Jerónimo.
Yo también lo herí mucho.
-Ojo que allá viene mi
suegra -guardó la hoja temblando la mejor discípula de Álvaro Pierri. -Yo
pienso ser feliz, mamá.
-Eso no depende de uno.
-¿Ah no? Eso es lo que
te enseñan los sabios que no saben nada y llegan a presidentes berreando
pelotudeces. Pero a mí esa comparsa de asesinos heroicos ya no me jode más.
32
Poli terminó de vomitar
y volvió corriendo a la cama, donde Beto se sostenía la frente como si
estuviera rezando.
-Era una promesa -se
tiró boca arriba la mujercita de mirada y pezones renegridos. -Nunca se lo
había hecho a nadie.
El
hombre seguía inmóvil y ella casi gritó:
-¿Qué? ¿Es pecado,
acaso? ¿No te gustó?
-Y cuál era la promesa.
-Llegar al casamiento
sin pelearnos. Aunque a veces pienso que nunca voy a perder el miedo de que nos
vaya mal.
-El pecado es tener
tanto miedo, pajarita.
-Además me siento
horrible porque yo en el fondo también tenía ganas de casarme por iglesia.
-Yo nunca te lo pedí.
-Ya sé, mi santo -se
incorporó apoyándose en los codos y le besó la espalda al hombre ya distendido
la guitarrista que tocaba Piazzolla con una gracia grelera-roncarolera que
había asombrado a su propio maestro en el Festival de Liechtenstein. -¿Te gustó
o no te gustó que tomara la mema? ¿Pensás que soy una degenerada?
Entonces Beto se
enderezó para que ella pudiera trepársele sobre la pierna izquierda y agarró el
arco del violín que estaba en el suelo murmurando:
-La epíclesis.
-Sí, por Dios.
Y mientras él le
frotaba suavísimamente los pechos ella tarareó el Andante del tercer concierto
para violín de Mozart con un grano de dulzura inefable y al final suspiró:
-La noche que nos dimos
el beso en el puente supe que ibas a ser el único hombre del mundo capaz de
soportarme.
-Pero cuando te llevé a
casa y se me ocurrió hacer esto pensaste que era un degenerado.
-Un poquito.
-Ah -se rio fuerte Beto.
-Nunca lo habías reconocido.
-Es que vos sos más
loco que Klimt.
-El que me enseñó ese
rito fue el maestro Piero D’Alba. ¿Ya se te pasó el miedo?
-Ja.
-Lo único que tenemos
que aprender es a no darnos por vencidos cuando aparezcan los fracasos del amor.
-No entiendo.
-Eso lo aprendí con
Mozart. Él siempre supo seguir componiendo sin desesperarse y vivió de
desilusión en desilusión.
-¿Y vos pensás que
nosotros nos vamos a desilusionar uno del otro?
-Claro. A todo el mundo
le pasa. Lástima que a la gente no le enseñan que cuando querés durar no hay
diablo que te dueble.
Pero esta vez Poli no
contestó porque ya estaba ronroneando totalmente dormida.
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