LOS
CANTOS DE MALDOROR
CIENTOTRIGESIMOSÉPTIMA ENTREGA
(Barral Editores / Barcelona 1970)
CANTO SEXTO
1 (2)
Los cinco primeros
relatos no fueron inútiles; constituían el frontispicio de mi obra, el
fundamento de la construcción, la explicación preliminar de mi poética futura:
y me debía a mí mismo, antes de cerrar mi valija y partir hacia las comarcas de
la imaginación, informar a los sinceros aficionados a la literatura, con el
bosquejo rápido de una generalización clara y precisa, del fin que me había
propuesto perseguir. Por lo tanto, es mi opinión que ya la parte sintética de
mi obra está completa y suficientemente parafraseada. Por ella estáis
informados que me he propuesto atacar al hombre y a Aquel que lo creó. Por
ahora y para más adelante ninguna otra cosa necesitáis saber. Nuevas consideraciones
me parecen superfluas, pero no harían sino repetir en otra forma, quizás más
amplia pero idéntica, el fin enunciado de la tesis cuyo primer desarrollo verá
el fin de este día. Se infiere, pues, de las observaciones precedentes, que mi
intención futura es emprender la parte analítica, lo que es tan verdadero que
hace sólo algunos minutos expresé el ardiente anhelo de que fueseis
aprisionados en las glándulas sudoríparas de mi piel para verificar la
fidelidad de lo que afirmo con conocimiento de causa. Ya sé que es necesario
apuntalar con gran número de pruebas el argumento contenido en mi teorema; pues
bien, esas pruebas existen, y ya sabéis que no ataco a nadie sin tener serios
motivos. Me río a carcajadas cuando pienso que me reprocháis esparcir amargas
invectivas contra la humanidad, de la que soy uno de los miembros (este solo
reparo me daría la razón), y contra la Providencia: no me retractaré de mis
palabras, y contando lo que he visto no me será difícil justificarlas, sin más
ambición que la verdad. Hoy voy a construir una novelita de treinta páginas;
esta medida quedará en lo sucesivo más o menos estacionaria. A la espera de ver
pronto, un día u otro, la consagración de mis teorías aceptadas por tal o cual
forma literaria, creo haber al fin encontrado, después de algunos tanteos, mi
fórmula definitiva. Es la mejor, pero se trata de la novela. Este prefacio
híbrido ha sido expuesto de un modo que no ha de parecer, quizás, bastante
natural, en el sentido de que sorprende, por así decir, al lector, que no se da
cuenta exacta al principio de adónde se le quiere conducir; pero este
sentimiento de viva estupefacción, del cual uno debe generalmente tratar de
sustraer a los que consumen su tiempo leyendo libros o folletos, yo hice toda
clase de esfuerzos para provocarlo. Realmente no podía haber hecho otra cosa a
pesar de mi buena voluntad: será sólo más tarde, aparecidas ya algunas novelas,
cuando llegaréis a comprender mejor el prefacio del renegado, de rostro
fuliginoso.
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