UNA PIONERA DE LA PERSPECTIVA DE GÉNERO: PERICO DE LOS PALOTES ERA MUJER
por Rut de las Heras Bretín
(El País /
4-12-2017)
"Está tan
cercana la muerte de Carmen de Burgos que no es posible con sinceridad
enjuiciar la magnitud de su obra. Algún día espero y confío que habrán de
revisarse los valores históricos y sociales de esta gran mujer", escribía
Concha Peña en el Heraldo de Madrid el 14 de octubre de 1932, solo cinco
días después de que Carmen de Burgos falleciera. Las esperanzas de Peña no
cundieron. Todo lo contrario. Tras la Segunda República, Carmen de Burgos Colombine quedó enterrada, silenciada,
desaparecida y todos los sinónimos posibles de una manera muy eficaz por
quienes cumplieron esa misión: la de borrar la figura, la obra y el legado de
una de las escritoras más importantes del primer tercio del siglo XX, primera
redactora en plantilla de un periódico (hoy casi totalmente desconocida en las
redacciones) y la primera mujer española corresponsal de guerra.
Carmen de
Burgos Colombine (1867-1932) nació en Rodalquilar (Almería) un
10 de diciembre de hace 150 años. Durante la primera parte de su vida, la que
transcurrió en el siglo XIX, estuvo casada con un periodista, con el que tuvo
un matrimonio "insufrible", según lo describe en una autobiografía
que años después de este periodo le pidió el escritor Ramón Gómez de la Serna, autor
21 años más joven que ella que sería su pareja sentimental durante dos décadas.
De su marido se quedó con lo que le enseñó de su profesión y con su hija, la
única que sobrevivió, ninguno de los tres anteriores llegó al primer año de
vida. Con el cambio de siglo, De Burgos pareció experimentar un viaje en el
tiempo con respecto a la sociedad finisecular. En un momento en el que las
mujeres no podían hacer nada sin la aprobación de un hombre y no eran dueñas de
sí mismas, dejó a su marido, aprobó unas oposiciones de maestra y se marchó con
su hija a vivir a Madrid.
Sus adversarios
ideológicos borraron de manera muy eficaz su figura, obra y legado.
En la capital tuvo
muy claro lo que quería: participar en la intelectualidad del momento, conocer
a pensadores y literatos que se reunían en las tertulias de los distinos cafés
y escribir, sobre todo escribir. Lo consiguió. Se rodeó de Galdós, de Emilia
Pardo Bazán, de Gregorio Marañón, mantuvo correspondencia con Juan Ramón
Jiménez... Compartía con ellos la preocupación por el devenir del país, pero le
daba su punto de vista: el de una mujer. Escribía desde lo que hoy se llamaría
perspectiva de género mucho antes de que exisitiera ese concepto. Era
consciente del poder que le daba el llegar a los lectores. Uno de sus primeros
reportajes trataba sobre la situación de los niños en las cárceles. Ese fue sólo
el principio de una prolija carrera: más de cien novelas cortas, una docena de
largas, ensayos, traducciones, cerca de 10.000 artículos de prensa, sobre los
que versará la próxima publicación de Concepción Núñez Rey. Esta profesora, ya
jubilada, del departamento de Filología Española III de la Facultad de Ciencias
de la Información de la Universidad Complutense ha dedicado su vida a
Colombine. Hacia febrero quiere presentar los dos tomos de la obra
periodística de Colombine, en los que ha reunido unos 300 textos. Este será uno
de los actos de celebración del 150 aniversario, también la Biblioteca Nacional
ha organizado una pequeña muestra bibliográfica que se puede ver hasta el 9 de
diciembre con todo tipo de ediciones de la autora que se conservan en la
institución y en el Ateneo de Madrid hay otra, hasta final de año, con portadas
de sus publicaciones.
Todos los nombres
El título de la
exposición de la biblioteca apela a uno de los nombres con los que se conoció a
la periodista: La dama roja, lo que
ha provocado cierto disgusto en Núñez, ya que era uno de los términos
insultantes que usaban sus detractores, sobre todo los sectores eclesiales.
"Es una reducción que hicieron sus adversarios ideológicos. No perdonaron
que una señora rompiera tantos moldes", dice la profesora. También la
llamaron La divorciada por su
obra El divorcio en España (¡publicada en 1904!) en la
que reunió las conclusiones que obtuvo tras pedir opinión sobre la necesidad de
una ley que regulase el final de los matrimonios en una de sus columnas en
el Diario Universal. Estas las firmaba como Colombine
que pasó a ser el nombre por el que fue conocida. Entre 1917 y 1922, de manera
anecdótica, usó el pseudónimo Perico el de los palotes para las reseñas
literarias que escribía en el Heraldo de Madrid, periódico
que mucho antes, en 1905, ya la había convertido en corresponsal en el
extranjero.
En 1909 cubrió la
guerra de Melilla (las tropas españolas contra las cabilas rifeñas), donde no
solo narró la contienda, también la vida cotidiana de los soldados. Batalló
—muy posiblemente literalmente en el hostil ambiente de las redacciones— por
hablar contra la pena de muerte, a favor del voto femenino, de la situación de
los trabajadores más desfavorecidos, por abrir una ventana y mostrar lo que
encontraba en sus viajes por Europa y América.
El querer vivir su
vida y su afán de progreso social la llevaron a ser pionera en muchos campos,
incluso en el que la borró de la historia, ya que era la primera mujer que
aparecía en las listas de autores prohibidos durante el franquismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario