18/9/18


EL ALMA QUE ANDA EN AMOR NI CANSA NI SE CANSA

Hugo Giovanetti Viola



Este relato está dedicado a Rosario Fariello e Ivonne Parodi, y su trama se basa en una anécdota que cuenta Elisabeth Kübler-Ross en La rueda de la vida y en la fotografía de una aparición sobrenatural tomada con un celular el 17 de agosto de 2018.



La vida de un ser humano, entre otros seres humanos, es imposible. Lo que vendrá es apenas milagro salvo mejor razonamiento.
JOÂO GUIMARÂES ROSA



1



-Te llamo para pedirte un favor muy especial, Senel -le explicó la pediatra uniformada al catequista del Colegio Santa Rita. -Hoy le dimos el alta a Pedro Roca y le prometí que iba a esperarlo en la puerta de la casa cuando lo trajeran los padres, pero acaban de encajarme una guardia extra y va a ser imposible. Llegan sobre las cinco, más o menos. ¿Te animás a cubrirme? Él te quiere muchísimo.


-¿Ya le dieron el alta? -se le quebró chillonamente la juvenilidad al sacerdote carmelita. -No entiendo nada.


-Es que esta vez no lo van a operar, porque también aparecieron metástasis óseas.


-Y por qué te pidió que lo esperaras en la puerta de la casa.


-Dios sabrá. ¿Tenés tiempo de ir? Vive aquí atrás, en Ciudad de Guayaquil.


-Sí, conozco la casa. Pero a los que no conozco bien es a los padres. ¿Te imaginás cómo les puede caer que los esté esperando un cura?


En ese momento se escuchó el aullido lloroso de una niña y apareció una empleada motuda y ya vieja sacudiendo el termómetro:


-Sigue con treinta y nueve y medio, Raquel. Y ahora está enloquecida porque no encuentra el puntero laser.


-¿Y yo cómo me voy a poner a buscar ahora ese chiche de mierda? -se aplastó el pelo la pediatra muy demacrada antes de murmurar en el teléfono. -Perdón. La mano viene heavy de verdad. Estas gripes de Santa Rosa parecen pestes negras. ¿Te animás a cubrirme, entonces?


-Sí. Aunque sigo sin entender por qué Pedro precisa que lo reciba alguien. Y además tengo la impresión de que Emilia ya se debe haber dado cuenta de que su novio está enfrentándose a la gran aventura.


-Ellos entienden todo. Pero lo que la hace echar fuego verde es no poder ir a recibirlo.


-No confundas a la gripe con Satanás, Raquel.


-Y vos no me salgas con chilipiorcas teológicas ahora -trató de reírse sin agresividad la mujer-muchacha de uniforme impoluto. -Bueno, te dejo. Gracias por la gauchada.


-Aquí está el bendito laser -se le iluminó una ternura sombría a la empleada, después de haber escarbado en todos los cajones del escritorio.


-Okey. Ponele más compresas, Gladys. Y si no le baja a treinta y ocho en media hora le preparás un bañito de agua tibia.


Entonces Raquel fue al dormitorio de su hija de nueve años y la encontró con la frente apoyada en el ventanal que daba a la plaza Suiza, donde los álamos plateados ya fulguraban precozmente invadidos por la primavera.


-¿Me hacés el favor de acostarte y dejar de chupar ese puntero mugriento? -le besó la frente la muchacha treintona a la niña de irritados ojos oceánicos. -En este momento debés tener cuarenta, corazón. Yo me voy pero te llamo apenas atienda al primer paciente.


-No te olvides que a mí el laser me salvó la vida -se tapó la cabeza con una almohada Emilia y Raquel contempló el paso de dos pequeñas garzas blancas que iban hacia el Parque Rivera como si fueran ángeles.



2



Pedro Roca también era hijo único, y cuando sus padres encontraron al catequista con pinta de galán sentado en el murete del jardín el niño les aclaró:


-Yo le pedí a Raquel que viniera a recibirnos, pero ella nunca tiene tiempo.


-No entiendo -suspiró la mujer casi obesa y con facciones de muñeca mientras bajaba de la Mitsubishi 4 por 4 sin poder sonreír.


Entonces el chiquilín esquelético corrió a abrazarse con Senel y enseguida se desabrochó la campera para mostrar una camiseta celeste con el nombre de Cavani que llevaba embutida sobre el polar.


-Bueno, menos mal que se nos repuso el goleador -comentó el cura dándole la mano al hombre alto y de bondad perruna que nunca iba a la iglesia. -Mucho gusto, señor Roca.


-¿Y a qué debemos su visita, padre? -agarró a su hijo como para protegerlo de un contagio la mujer maquillada.


-Eso es un misterio hasta para mí, señora. Porque la mamá de Emilia me pidió que viniera a esperarlos, pero no me explicó por qué.


-Bueno -se empezó a retorcer nerviosamente la camiseta el chiquilín de turgencia cianótica. -Es que ahora tengo que hacer algo muy importante y sé que si la doctora no me da permiso es imposible que mis padres me dejen. ¿No la podés llamar para consultarla, Senel? Por favor.


La mujer caderuda se agachó a contemplar la palidez sudorosa de Pedro y su marido se acercó murmurando:


-No te enojes, Beatriz.


-¿Pero cómo no voy a enojarme si esto parece una película de espionaje, carajo? ¿Qué es eso tan importante que nos tenés que pedir?


El niño de nueve años miró al cura sin dejar de tironearse la camiseta y tardó una fracción de eternidad en explicar:


-Quiero dar una vuelta manzana en la bici que me regalaron antes de que me internaran. Solo. Y sin que me vigilen ni me manden mensajes.


El pajarerío empezó a enfervorizarse entre la horizontalidad dorada del último día de agosto y Senel Rabí le alcanzó el celular a uno de sus mejores alumnos sugiriendo con dulce autoridad:


-Llamala vos, mejor. La encontrás en mi WhatsApp.


Pedro fue hasta el murete y enseguida de mandar un mensaje recibió una llamada de la doctora y al final de una conversación inaudible se dio vuelta para anunciar iluminadamente:


-Raquel me deja, pa. ¿No me traés la bicicleta?


El hombre alto y un poco giboso fue hasta el garaje sin atreverse a mirar a su esposa, que gruñó con menos susto que odio:


-Ya se sabe que un pelo de pepa tira más que una yunta de bueyes, pero esta locura es peor que las de las telenovelas.


Entonces el chiquilín le devolvió el teléfono a Senel, que le hizo una guiñada.



3



-Ya te bajó a treinta y ocho y medio -sonrió Gladys, empapando otra compresa. -Y eso que esta es la hora de la fiebre. Pero seguí contándome lo del aparatito con rayo laser que usaron para operarte.


-Era algo muy parecido a este chiche -contempló el aduraznamiento de la tarde la niña ya sosegada. -A mí tuvieron que pincharme un sobrehueso que me descubrieron en una vértebra y me dolía horrible. Rengueaba todo el día.


-¿Y fue muy complicado?


-No: se me pasó al toque. Y al otro día Pedro me regaló este puntero y ya hace casi dos años que somos novios.


-Qué divino -carcajeó Gladys. -Como Romeo y Julieta. ¿Y a él de qué lo operaron?


-A él le sacaron un tumor del riñón cuando estábamos en primero y después lo tuvieron que volver a operar dos veces. El domingo pasado fuimos a verlo y le regalé una camiseta con el nombre de Cavani.


-Ese Cavani tiene mucha fe.


-Sí, pero lo más difícil de la fe es aprender a rezar igual que si respiraras: sin parar nunca. ¿Entendés? Aunque haya pila de momentos que no te vengan ganas o te emboles o sientas que Dios no te oye. Y lo peor es que mi novio justo se llama Pedro.


-¿Y qué tiene que ver que el pobre chiquilín se llame Pedro, mija?


-¿No conocés la parte del evangelio cuando Jesús le pide que camine por arriba del agua y él empieza a hundirse salado? Lo tuvieron que salvar con la fuerza del Espíritu Santo. Lo acabamos de dar en catequesis.


-Bueno, en la vida hay que aguantar tanta cosa que a veces nos hundimos -suspiró fatigadamente la mujer de cutis descascarado.


-Ayer soñé que mis padres se estaban gritando de todo antes de separarse y aparecía la Virgen con el niño y Jesús igual se reía. ¿No es insólito?


-¿Y qué quiere decir insólito?


-Mi maestra dice que quiere decir extraordinario, pero yo creo que la única gente extraordinaria que hay en el mundo es la que aprende a caminar por arriba del agua. ¿Vos qué pensás?


-A mí lo que me parece es que vos pensás demasiado -se paró para llevarse la olla con las compresas Gladys.


-¿Sabías que el laser que me regaló Pedro tiene una cabecita con forma de corazón y otra con forma de estrella?


-Qué divino.


-Y yo siento que si enfocás a alguien con la luz en forma de corazón lo ayudás a reírse, por ejemplo. Pero si lo tocás con la estrella le curás el sobrehueso que le hace renguear el alma.


-A ver -se puso de espaldas la empleada que parecía sobrecargada por toda la sumisión de sus antepasados. -Pinchame con la estrella.


Y en ese momento sonó el teléfono y Gladys le contestó a Raquel que a Emilia le había bajado un poco la fiebre aunque estaba delirando igual que una mâe-de-santo.



4



Diez minutos después de que el niño de ojos llagadamente celestes dobló por Friburgo en dirección a la plaza Suiza, su madre prendió el segundo cigarrillo y bufó:


-Esto sí que es la muerte.


-Tranquila -se animó a consolarla el hombre de pureza perruna. -La pediatra habrá pensado que esto podía ayudarlo.


-¿Lo qué? ¿Seguir jugando al príncipe azul con la nena sabionda? Mejor récele a su Dios para que Pedro no termine con una pulmonía, padre. Y ahora no se me ponga bravo como cuando suenan los celulares en las misas.


-¿Se me nota tanto la histeria?


-Pero si es usted mismo que el que hace chistes sobre eso. Yo lo único que le pido es que le rece a su Dios para que mi hijo no se me muera dando la vuelta a la manzana, por lo menos.


-El alma que anda en amor ni cansa ni se cansa, señora.


-¿Y eso quién lo escribió? -se le distendió el miedo al hombre encorvado.


-San Juan de la Cruz.


-Y es tal cual.


-Ah, pero no me digas que ahora te importa la religión -dejó de caminar en círculos la muñeca elefantiásica.


-Yo creo en Dios, Beatriz.


-Sí, vos sos flor de santo. ¿Y la que tiene que bancarse la misa para que el nene crea en el otro mundo quién es? Mirá que yo soy católica porque me torturaron mandándome a un colegio de monjas, pero la iglesia siempre me paspó.


-¿No me invita con un cigarrillo, señora? -se miró el reloj Senel.


-Ah, está nervioso. ¿Entonces usted también piensa que este capricho de mi hijo es una misión imposible? ¿No se dio cuenta de que antes de llegar a la esquina ya casi no podía darle una vuelta entera a los pedales sin tambalearse? ¿Me pueden explicar de una vez a qué estamos jugando, carajo?


-Yo fui un gran fumador y a veces sigo precisando pegar unas pitadas -cambió de tema avergonzadamente el biblista y doctor en teología más joven del Uruguay.


-Pero mire qué bien: no puede con el vicio.


-Satanás no descansa.


-¿Y usted cree en esos bolazos? -tiró el pucho lleno de rouge en el cantero la mujer de uñas que rebrillaban más que los malvones -Debe ser hincha de este último Papa, que se pasa nombrando al diablo.


-La lástima es que Pedro nos haya prohibido mandarle mensajes -se agachó agarrándose las manos como para rezar el hombre ya cuarentón.


-¿Y vos pensás que te iba a abrir los mensajes? Está engualichado, Eduardo. ¿Por qué no tratás de vichar disimuladamente desde la esquina a ver si sigue vivo, por lo menos?


-Callate de una vez y dejá en paz a esta pobre señora -chilló entonces Senel, apuntándole con el cigarrillo a la matrona histérica. -Te conozco, Satanás.



5



Pedro demoró otros diez minutos en llegar a la mitad de la cuadra que desembocaba en la plaza Suiza, y después de atravesar unas baldosas flojas se cayó de costado contra el pasto.


-Y eso que les pedí que no me atomizaran -jadeó al oír la campanita del celular que llevaba en la campera.


Pero después que el aparato siguió sonando ininterrumpidamente abrió el Whatsapp y encontró tres mensajes de Emi que repetían lo mismo:


-¿Dónde estás?


-En Friburgo -contestó el niño dándose cuenta de que tenía un raspón rojo en la muñeca.


-¿Y estás bien?


-Más o menos. Me acabo de reventar un brazo.


-No te asustes. ¿Sabés quién soy?


-Más bien.


-No creo. Porque soy la Virgen milagrosa usando el Whatsapp de Emi.


Ahora el niño se quedó unos momentos escuchando el pajarerío que despedía al crepúsculo-vitral y contestó el mensaje sonriendo con tristeza:


-Tengo mucho miedo, Madre.


-Pero si yo estoy aquí.


-Es que la doctora me dejó volver a casa porque voy a morirme pronto.


-Y también te explicó que todos vamos a morirnos.


Entonces Pedro se puso muy cianótico mientras se paraba para enderezar la bicicleta y digitó con torpeza:


-Pero en este momento quiero volver a casa. Ya no tengo más fuerza.


-A mí no vas a encontrarme en tu casa.


-Es que yo necesito verte, pero no aguanto más.


-Te prometo que cuando llegues a la plaza y veas la calle Palestina vas a recibir toda la fuerza del Espíritu Santo.


-Bueno, dale.


-Y rezá un Avemaría y un Padrenuestro en cada pedaleo. Pero no los pienses: decilos en voz alta. Y no te olvides que soy la catedral de su Rostro.


-¿Emi tiene mucha fiebre?


-Ahora volvió a subirle a treinta y nueve, pero cuando te vea con la camiseta de Cavani se le va a pasar todo.


-Okey.


-Y a la parte del Padrenuestro que dice “no nos dejes caer en la tentación” agregale “y danos fuerza para caminar sobre todos los océanos”.


Entonces Pedro se paró en los pedales y conservó el equilibrio hasta el penúltimo árbol de la cuadra pero volvió a caerse y el raspón empezó a sangrarle.


-No puedo más -tiritó.


Y cuando el Whatsapp volvió a sonar tres veces no lo sacó de la campera.



6



-Ah, pero usted está más zarpado que este Papa que jiede a oveja -se desorbitó la mujer de pestañas enruladas. -No me diga que también es comunista.


-Basta, Beatriz -le contrabandeó una seña el marido a Senel como para pedirle que no la escuchara y de golpe le resplandecieron los dientes: -Padre: ¿usted está emparentado con el poeta Jerónimo Rabí?


-Era mi tío.


-Ah. Yo leí un libro muy bueno que me prestó un amigo: Todo ángel es terrible. ¿Así que usted también tiene sangre judía?


-Por parte de padre -se le encrestó la cabeza querúbica al hombre-muchacho.


-Yo también -siguió sonriendo Eduardo. -Y le puedo asegurar que los poemas de su tío me acercaron mucho a Dios.


Entonces la mujer que había empezado a dar vueltas alrededor del cantero de malvones torció la mirada globulosa y aulló:


-¿Y por qué no le piden al Rey de los Judíos que deje de mandarle metástasis a los chiquilines?


-Terminala de una vez, Beatriz.


-La termino las pelotas. Y te juro que si en cinco minutos no aparece mi hijo arranco a traerlo de los pelos y los denuncio a todos, empezando por la doctora alcahueta.


-Hace poco Vera Sienra grabó una canción con letra de mi tío que se llama Oración por Ma Dame -le contó Senel al hombre mucho más aliviado que humillado. -Está en youtube. Y la analizamos en catequesis.


-¿Pero por qué le puso Ma Dame? ¿Se la escribió a la esposa?


-No. Es como un Ave María dedicado a una mujer que conoció siendo muy joven y adoró platónicamente toda la vida. Y en una parte dice: Madre / sos la estrella del reino / catedral de su Rostro / mirá en vuelo a tus hijos / misioneros de amor / ahora y en la hora / de la gran aventura / vos que sos la bendita / estrella de los tristes / dueña del tiempo / dueña del sol / madre-muchacha / tu Hijo soy.


-A Pedro le habrá encantado.


-Los maravilló a todos.


-Pero esperá un poquito -se crispó la mujer. -¿Ese poeta no es el degenerado que se suicidó después de violar a una vecina en Atlántida o algo así?


-No fue una violación ni un suicidio, señora -contempló dos garcitas que pasaron espejando la avalancha solar horizontal y ya anaranjada el hombre-muchacho. -Mi tío no podía tener sexo porque estaba muy enfermo del corazón, y dio la vida haciéndole el amor contra viento y marea a una muchacha infectada de VIH. Y ella recuperó completamente la fe.


-¿Pero no se dan cuenta que los machos están todos locos? -corrió hasta la Mitsubishi a buscar un abrigo Beatriz. -Bueno, moishes poéticos: yo voy a buscar a mi hijo antes de que el engualichamiento lo mate y les recomiendo que no traten de cerrarme el paso.


Y mientras mostraba las uñas ya purpúreas le sonó el celular en la cartera.



7



Emilia había vuelto a apoyar la frente en el ventanal del primer piso que daba a la plaza presidida por un ciprés gigante.


-Acaba de llamar tu madre para contarme lo que está pasando -entró con una bandeja Gladys, que trabajaba en la casa como empleada de tiempo completo desde que los padres de la niña se separaron a fin de año. -Te traje un té con limón para que tomes la otra Novemina. ¿No querés que vaya a ayudar a Pedro a estrenar la bicicleta?


-Mirá. Ahí viene -empezó a pegar saltitos la niña. -Y de golpe le llegó un Whatsapp que decía: Recién se me cerraron los ojos un momento y soñé que a Cavani le habían cortado una pierna antes del partido con Francia, Ma Dame. Y ahora tengo miedo de que mi madre venga a buscarme y me mate.


El niño de fragilidad raquítica iba arrastrando los pies en lugar de pedalear y Emilia lo enfocó con el puntero laser que titilaba como una estrella roja en la semipenumbra de la vereda.


-Lo peor es que ahora me parece imposible terminar de dar la vuelta manzana -se frenó para escribir lentísimamente el mejor alumno de Senel Rabí. -Aunque con verte ya me alcanzó, Ma Dame.


-¿Pero si Palestina sigue toda en bajada y la cuadra de Rivera es igual de corta que la de Friburgo cómo no vas a poder, Hijo?


-Este laser es divino.


-Me lo regalaste vos. Bueno, y ahora seguí concentrándote igual que cuando Cavani le hizo los dos goles a Portugal que yo te voy guiando. No te olvides que Ella prometió empujarte con toda la fuerza del Espíritu Santo. Y no pienses en tu madre.


El chiquilín retomó el pedaleo bamboleante y Gladys se puso a aplaudir como si estuviese en la tribuna de un estadio ruso.


-Ahora mismo le aviso a tu madre -chilló la mujer de rostro resplandecientemente rotoso. -Tenías razón, guría. Lo que quería tu novio era animarse a andar en bicicleta por arriba del agua.


-Sí. Pero va a precisar la fuerza del puntero después que doble por Rivera. ¿No te animás a llevárselo?


-¿Y para qué, mijita? Ahora que ya les metió los dos goles a los portugueses no precisa más nada.


-Es que la madre no le va a perdonar nunca lo que está haciendo.


-¿Y qué tiene que perdonarle?


-Que haya cargado la cruz para encontrarme a mí.


-No entiendo.


-Eso no se entiende, Gladys. Dale, apurate que ya está en la esquina. Y decile que cuando llegue a la casa use la puntita con forma de corazón para calmar a la bruja.


-Pero vos tomá la Novemina antes que se enfríe el té. Y ponete contenta en lugar de llorar.


-Yo sé bien por qué lloro -contempló el ciprés aterciopelado por el último sol la niña de resplandor oceánico.



8



La mujer de uñas siniestras le pegó un zarpazo al celular y cuando abrió el Whatsapp que le había mandado su hijo murmuró:


-Ay, mi Dios. Vení, Eduardo.


Y después que el hombre se abalanzó a contemplar una fotografía de granulosidad tridimensional compartida a las 18:35 le hizo una seña al catequista para que se acercara:


-Fijesé, padre.


-Esto es una aparición -se miró el reloj Senel. -Y fue hace diez minutos.


Y de golpe sintieron el chirrido del pedaleo mientras un rayo laser con forma de corazón se acercaba zigzagueando por la vereda como si fuera un OVNI.


-¿La vieron? -demoró una fracción de eternidad en juntar aire Pedro, apenas dejó caer la bicicleta. -Le saqué la foto cuando doblé por Rivera. La Virgen estaba en la vereda y se le distinguía nada más que la cabeza. Gladys la vio, también.


La mirada del niño fosforecía más que la camiseta y mientras lo llevaban para adentro agregó:


-Estaba allí, flotando entre los árboles como si fuera una luna. Y después que le saqué la foto desapareció.


La doctora llegó enseguida que lo bañaron y lo acostaron y antes de irse les explicó a los padres y al sacerdote:


-Pedro también le compartió la aparición a Emi, pero pienso que sería mejor que no se viralizara. Hay gente que odia esto.


-Y pensar que yo siempre me reí de las historias de Lourdes y de Fátima y ahora me paso peleando con los fanáticos que van a Salta y a Medjugorge -volvió a prender el celular Beatriz. -¿Y por qué le habrá tocado verla a mi hijo?


-Emilia dice que cuando ella lo tocó con el laser supo que iba a pasar un milagro -guardó el juguete la pediatra. -Pero que el verdadero milagro es que Pedro se haya animado a caminar por arriba de todos los océanos.


-¿Por arriba de todos los océanos? -sonrió Eduardo.


-Ella siempre habla así. Y como hoy tenía fiebre Gladys me escribió que estaba delirando igual que una mâe-de-santo.


Entonces el catequista se puso a cantar casi con diversión: Madre / sos la estrella del reino / catedral de su Rostro / mirá en vuelo a tus hijos / misioneros de amor / ahora y en la hora / de la gran aventura / vos que sos la bendita / estrella de los tristes / dueña del tiempo / dueña del sol / madre-muchacha / tu Hijo soy.


-¿Y eso lo escribió su tío? -se le ensombrecieron las pestañas a la muñeca elefantiásica.


-Sí. Él decía que a mucha gente hay que violarle el alma para que crea en lo eterno.


-¿Y qué es lo eterno?


-La vida, señora.


-¿Sabe que lo que más odio de este infierno es que los peores locos siempre seamos los cuerdos?


-Ojo que me pongo histérico -alzó el mentón el catequista de resplandor querúbico.





Cuartel Artiguista de la calle Lepanto / 2018

No hay comentarios: