IRMA
HOESLI
MOZART:
LAS CARTAS DE UN GENIO DE LA MÚSICA
Título del original en alemán: WOLGFANG AMADEOS MOZART
Traducción de Inge S. DE LUQUE
VIGESIMOSEXTA ENTREGA
LAS
CARTAS DE MOZART COMO EXPRESIÓN DE SU ESPÍRITU CREADOR (9)
CREACIÓN
HUMORÍSTICA (9)
Süsmayer, el ayudante de
Mozart, tiene que aguantar muchas de sus bromas:
Recientemente
estuvieron unos ingleses que no querían abandonar Viena sin conocerme, pero no
era cierto, a quien querían conocer era a Süsmayer, el gran hombre, y vinieron
a preguntarme dónde vivía, pues habían oído que yo tenía la suerte de valer
algo en su concepto. Les dije que fueran a La Corona Húngara y esperaran allí a
que volviera de Baden. ¡Snai! Lo quieren tomar como limpiador de faroles. (1)
Según la primera frase,
el ayudante subalterno sería una personalidad famosa que trasciende las
fronteras. ¡Qué maldad! Este honor sólo se lo adjudica en broma, lo que se
desentraña en la frase siguiente, en la que se le asegura un empleo modesto,
que implica una subvaloración del bueno de Süsmayer.
En una de las cartas
subsiguientes (2) nos enteramos que hay un Lord inglés que aun permanece en La
Corona, completamente agotado, esperando el regreso de Süsmayer. ¿Para qué tan
exagerados honores a un hombre de quien Mozart dice en la frase siguiente que
se comporta tan bien con la cabeza como un par de bueyes que ha visto tirando
de una carreta? Coloca a Süsmayer en un plano superior para dejarlo caer
enseguida estrepitosamente.
Mozart no solamente
bromea con los demás, sino que a veces lo hace con su propia persona. En este
ejemplo se coloca a sí mismo como adversario en el juego:
Y
ahora mi biografía: en seguida después de tu partida jugué dos partidas de
billar con el señor Mozart (el que escribió la ópera de Schikaneder). (3)
Bien que le creemos que
se entretuvo, y tanto como suelen hacerlo los seres dotados de fantasía.
Digamos además que no
solamente las personas le sirvieron como objeto de sus bromas. Los demuestran
los siguientes párrafos de las cartas, en los que, después de las lágrimas de
añoranza, esperamos un saludo sentimental. El ahorrado gasto de afectividad se
disuelve en la sonrisa humorística a la que nos obliga Mozart con su juego
ágilmente alegre.
P.D.
Mientras escribía la página anterior cayeron algunas lágrimas sobre el papel,
pero ahora alegría, atájalo, hay asombrosas cantidades de besos volando… ¡qué
diablos!... también veo una cantidad… ha, ha… he agarrado tres, son deliciosos…
(4)
En completa libertad
frente a las contingencias reales se mueve Mozart en un cuadro creado por su
fantasía, arrojando los besos cual pelotitas que son cazadas al vuelo por las
personas grandes como si fueran niños. El hecho de en un último y ridículo
besito venga renqueando demuestra una vez más su seguro instinto de lo cómico.
En la ópera utiliza al bufón junto al héroe y aquí una renqueante figurita
contrastante frente a los besos flotantes. Aquí como allá, el humor de lo
Mozart se acredita como supremacía del espíritu, el que, liberado de las
ataduras de lo finito, se eleva para sonreír.
Notas
(1) A su esposa, Viena,
2-VII-1791, II, 284.
(2) A su esposa, Viena,
5-VII-1791, II, 286.
(3) A su esposa, Viena,
7-8-X-1791, II, 291.
(4) A su esposa,
Mannheim, 23-X-1790, II, 274.
(5) A su esposa, Viena,
30-VI /1-VII-1791, II, 283.
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