22/10/18



IRMA HOESLI

MOZART: LAS CARTAS DE UN GENIO DE LA MÚSICA

Título del original en alemán: WOLGFANG AMADEOS MOZART
Traducción de Inge S. DE LUQUE


VIGESIMOSEXTA ENTREGA


LAS CARTAS DE MOZART COMO EXPRESIÓN DE SU ESPÍRITU CREADOR (9)


CREACIÓN HUMORÍSTICA (9)


Süsmayer, el ayudante de Mozart, tiene que aguantar muchas de sus bromas:


Recientemente estuvieron unos ingleses que no querían abandonar Viena sin conocerme, pero no era cierto, a quien querían conocer era a Süsmayer, el gran hombre, y vinieron a preguntarme dónde vivía, pues habían oído que yo tenía la suerte de valer algo en su concepto. Les dije que fueran a La Corona Húngara y esperaran allí a que volviera de Baden. ¡Snai! Lo quieren tomar como limpiador de faroles. (1)


Según la primera frase, el ayudante subalterno sería una personalidad famosa que trasciende las fronteras. ¡Qué maldad! Este honor sólo se lo adjudica en broma, lo que se desentraña en la frase siguiente, en la que se le asegura un empleo modesto, que implica una subvaloración del bueno de Süsmayer.


En una de las cartas subsiguientes (2) nos enteramos que hay un Lord inglés que aun permanece en La Corona, completamente agotado, esperando el regreso de Süsmayer. ¿Para qué tan exagerados honores a un hombre de quien Mozart dice en la frase siguiente que se comporta tan bien con la cabeza como un par de bueyes que ha visto tirando de una carreta? Coloca a Süsmayer en un plano superior para dejarlo caer enseguida estrepitosamente.


Mozart no solamente bromea con los demás, sino que a veces lo hace con su propia persona. En este ejemplo se coloca a sí mismo como adversario en el juego:


Y ahora mi biografía: en seguida después de tu partida jugué dos partidas de billar con el señor Mozart (el que escribió la ópera de Schikaneder). (3)


Bien que le creemos que se entretuvo, y tanto como suelen hacerlo los seres dotados de fantasía.


Digamos además que no solamente las personas le sirvieron como objeto de sus bromas. Los demuestran los siguientes párrafos de las cartas, en los que, después de las lágrimas de añoranza, esperamos un saludo sentimental. El ahorrado gasto de afectividad se disuelve en la sonrisa humorística a la que nos obliga Mozart con su juego ágilmente alegre.


P.D. Mientras escribía la página anterior cayeron algunas lágrimas sobre el papel, pero ahora alegría, atájalo, hay asombrosas cantidades de besos volando… ¡qué diablos!... también veo una cantidad… ha, ha… he agarrado tres, son deliciosos… (4)


En completa libertad frente a las contingencias reales se mueve Mozart en un cuadro creado por su fantasía, arrojando los besos cual pelotitas que son cazadas al vuelo por las personas grandes como si fueran niños. El hecho de en un último y ridículo besito venga renqueando demuestra una vez más su seguro instinto de lo cómico. En la ópera utiliza al bufón junto al héroe y aquí una renqueante figurita contrastante frente a los besos flotantes. Aquí como allá, el humor de lo Mozart se acredita como supremacía del espíritu, el que, liberado de las ataduras de lo finito, se eleva para sonreír.


Notas


(1) A su esposa, Viena, 2-VII-1791, II, 284.
(2) A su esposa, Viena, 5-VII-1791, II, 286.
(3) A su esposa, Viena, 7-8-X-1791, II, 291.
(4) A su esposa, Mannheim, 23-X-1790, II, 274.
(5) A su esposa, Viena, 30-VI /1-VII-1791, II, 283.

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