29/12/21

"TURANDOT", LA ÓPERA CON LA QUE PUCCINI PIDIÓ PERDÓN AL MUNDO

 

«TURANDOT”, LA ÓPERA CON LA QUE PUCCINI PIDIÓ PERDÓN AL MUNDO

 

 por Julio Bravo

 

(ABC / 2-12-2018)

 

En 1909, Doria Manfredi, una joven de 23 años que trabajaba como empleada en casa de Giacomo Puccini, se suicidó. Elvira, la mujer del compositor, aseguraba haber sorprendido a los dos en la cama y acusaba a la criada de ser una prostituta. Doria no resistió la presión y acabó con su vida; tomó una sustancia que le tuvo cinco días entre terribles dolores hasta que murió. Cuando se le hizo la autopsia el médico determinó que había muerto virgen. A Elvira se le acusó de incitación al suicidio y Puccini pagó una gran suma de dinero por el silencio de la familia de Doria.

 

Este suceso, relata el director de orquesta Nicola Luisotti, torturó durante quince años al compositor de Lucca; «en 1924, cuando, enfermo de cáncer de garganta, viaja a Bruselas para ser operado, decide que el personaje de la esclava Liu, en su ópera “Turandot” -basada en una comedia de Carlo Gozzi sobre una leyenda persa-se suicidara sacrificándose por su amo».

 

La obra de Gozzi no tenía este final, pero Puccini, atormentado, quiso expiar sus remordimientos, y se disculpó y justificó a través de las palabras de los personajes de Calaf y Timur tras la muerte de Liu.

 

Importancia personal

 

Cuenta esta historia Nicola Luisotti para explicar la importancia que «Turandot» tiene más allá de lo musical. Y es que el aspecto artístico de la última ópera compuesta por Giacomo Puccini es innegable. Estrenada en la Scala de Milán el 25 de abril de 1926 -con el tenor aragonés Miguel Fleta como Calaf-, su autor no pudo terminarla, y fue su discípulo Franco Alfano quien la concluyó. «Turandot» es uno de los títulos más populares del repertorio y, según Luisotti, «es una ópera extraordinaria desde todos los puntos de vista. Puccini pasó con ella de ser un compositor popular a un compositor simbólico. Transformó la comedia de Gozzi, brillante y ligera, en una ópera oscura, un género que entonces no existía. El uso que hizo además de la politonalidad fue admirado por compositores como Schönberg, Stravinski o Ravel». «Es -completa Joan Matabosch- una ópera muy diferente del resto de las obras de Puccini».

 

El director artístico del Teatro Real asegura que en «Turandot» Puccini «se decidió a reinventar completamente su propio código estético. Es una obra en las antípodas de aquella dramaturgia realista y conmovedora que, hasta ese momento, había sido su sello de identidad. La obra tiene la rigidez coral propia del oratorio, la estructura dramática de un misterio pagano, de un fresco ceremonioso vasto e inmóvil, de un universo cerrado, puramente legendario, extraño a cualquier lectura ajena a la metáfora, plenamente adscrita a la estética simbolista. Incompatible, en su esencia, con ese pueril realismo de cartón piedra, abigarrado y grandilocuente, con que suele representarse desde la más absoluta insensibilidad hacia la estética propia de la obra».

 

Pero «Turandot», además, es la ópera que incluye una de las arias más populares del repertorio tenoril: «Nessun dorma». Caballo de batalla de numerosos cantantes de esta cuerda, fue sin embargo Luciano Pavarotti -curiosamente, un tenor lírico en las antípodas del tenor dramático que requiere el papel, que sin embargo grabó e interpretó en escena- quien le otorgó una mayor popularidad.


«Turandot» cuenta la historia de una cruel princesa china que exige a sus pretendientes que respondan a tres acertijos si quieren casarse con ella; en caso de no lograrlo, morirán. Calaf, un príncipe extranjero que oculta su nombre, acepta el reto y resuelve los tres enigmas. Turandot se resiste a entregarse al extranjero y éste le propone a su vez un acertijo: que adivine su nombre antes del amanecer. Si lo hace, él morirá; si no, ella accederá a casarse con él.

 

El Teatro Real -que presentó la obra en la temporada de su reapertura- estrena una nueva producción de «Turandot» dirigida por Bob Wilson -autor así mismo de la escenografía y de la iluminación- y realizada en coproducción con la Canadian Opera Company de Toronto, el Teatro Nacional de Lituania y la Houston Grand Opera. Nicola Luisotti es el director musical y el reparto incluye a Irene Theorin Oksana Dyka (que se alternan como Turandot); Raúl Giménez (Emperador Altoum), Andrea Mastroni y Giorgi Kirof (Timur); Gregory KundeRoberto Aronica y Jae-Hyoeung Kim (Calaf); Yolanda Auyanet y Miren Urbieta-Vega (Liú); Joan Martín RoyoVicenç Esteve y Juan Antonio Sanabria (Ping, Pang y Pong) y Gerardo Bullón (Un mandarín).

 

El texano Bob Wilson, uno de los grandes tótems de la escena internacional, asegura que su trabajo en «Turandot» es formal. «Puccini exige un sistema muy estructurado». Lo ha planteado como «un cuento de hadas que se separa del mundo real». Su puesta en escena remite al ancestral teatro de sombras oriental y su conexión con nuestros días está en que sus personajes buscan y avarician el poder. En su propuesta, ha dejado «espacios abiertos para que sea el público quien transite por ellos. Nunca le digo a los espectadores lo que deben pensar».

 

«Turandot». Teatro Real. Director musical: Nicola Luisotti. Director escénico: Bob Wilson. Fechas: 30 de noviembre, y 2, 3, 5, 6, 8, 9, 11, 12, 15, 16, 19, 20, 23, 26, 27, 29 y 30 de diciembre. www.teatro-real.com/es/ Plaza de Isabel II, s/n.

Las funciones se dedicarán a la memoria de Montserrat Caballé

 

A Bob Wilson se le humedecen los ojos y las palabras cuando nombra a Montserrat Caballé. El Teatro Real dedica estas funciones de «Turandot» a la soprano catalana, que bordó el papel de la gélida Princesa y también el de la abnegada Liu. Y el director estadounidense recuerda cuándo la conoció. Fue hace tres décadas, en La Scala de Milán, donde Montserrat Caballé cantó «Salomé» en sustitución de Eva Marton, que se indispuso poco antes del estreno. «Montserrat cambió mi vida -dice Wilson-; era una artista genial. Tenía además un maravilloso sentido del humor. “¿Seguro que quieres que yo haga ‘Salomé’”, me dijo cuando la llamé. “¿Has visto mi tamaño?”» «Naturalmente que quería», sigue el director, que confiesa: «Cuando me relajaba por las noches con un whisky y un porro en la mano siempre escuchaba sus discos. Y trabajar con ella fue una de las grandes experiencias de mi vida; quizás la mayor», sigue. La grandeza de Montserrat Caballé, dice Wilson, es que ella conseguía que se le viera siempre como una niña pequeña. Incluso cuando cantaba “Salomé”. Ella rompió moldes porque siempre aparecía como una niña, y eso hacía más humanos a sus personajes. Era una soprano muy diferente de la que debía hacer el papel, Eva Marton. Ésta gritaba y Montserrat lo cantaba en piano, que es el sonido más difícil de conseguir. El director de orquesta intentaba que cantara un poco más fuerte, pero ella se negaba. “No, no, no. Mi tope es cantar al 76 o 77 por ciento; el resto lo ha de completar el público, necesita un espacio. Y es que el teatro ha de hacerse para el público, le debe sugerir ideas, pero no imponérselas». La producción de «Turandot» será grabada en coproducción con BelAir Media, RTVE y France Televisión, para ser emitida después por la pequeña pantalla e internet y comercializarse en formato DVD.

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