LA PASIÓN SEGÚN ANTONIO GADES
A diez años de la muerte de uno de
los mayores bailaores de flamenco, su viuda, Eugenia Eiriz, cuenta cómo fueron
sus últimos años de vida, ya sentenciado por el cáncer, y por qué no todos
confiaban en que ella, una mujer 36 años menor que Gades, sería capaz de
perpetuar un legado formidable.
(El Mercurio / mayo de 2014)
El 9 de noviembre de 2003, ocho meses antes de su muerte, el bailaor
Antonio Gades comenzó la que sería su última odisea: navegar de España a Cuba
en un velero. Ya lo había hecho antes, en 1992, pero ahora la historia era
distinta: tenía 66 años y un cáncer terminal. Y para obtener permiso para
zarpar -él, como capitán, junto a un médico y dos marinos- debió convencer a
los doctores de que lo dejaran volver a cruzar el océano.
"Estamos hablando de una persona que sabe la proximidad del fin de
su vida y que se enfrenta a la mar, con sus días y sus noches, con sol y con
tormenta. Ese fue un grito de amor a la vida", cuenta ahora, al teléfono
desde Madrid, Eugenia Eiriz, su viuda y hoy directora de la fundación Antonio
Gades, de la cual depende la compañía del mismo nombre que a partir de mañana
presentará dos de los espectáculos de flamenco más emblemáticos: Bodas de sangre y Suite flamenca.
El viaje en velero de Antonio Gades -uno de los máximos referentes del
flamenco, y protagonista de varias películas del cineasta español Carlos Saura
en los años 80- duró 45 días. Eugenia cuenta que no pudo acompañarlo, porque no
estaba preparada para hacer una travesía como esa. Pero recuerda que su marido
llegó como si hubiera cumplido con algo muy importante que le faltaba hacer
antes de irse. "He llegado a Itaca", dijo él poco tiempo antes de
morir.
Al momento de su muerte, el 20 de julio de 2004, Gades estaba haciendo una
versión para el cine de su última obra, Fuenteovejuna,
con el director Gonzalo Suárez. Además, quedó entre sus proyectos inconclusos
una versión coreográfica de El Quijote.
"Ahora nos preguntamos muchísimo qué habría sido de estos trabajos.
Si Fuenteovejuna pone de manifiesto
ese tremendo valor de la danza folclórica española, única en el mundo, con El Quijote quizás dónde habría
llegado", dice Eugenia Eiriz.
También quedaron cuentas pendientes en su vida personal, pero de esa
parte, la más privada de Gades, Eugenia prefiere no hablar. Enemigo de la
exposición pública, el bailaor y coreógrafo vivió el acoso de la prensa por su
vida romántica y sus cinco matrimonios. Eugenia fue su última mujer, y su
historia está cruzada por la enfermedad, el dolor y la muerte.
"Antonio no estaba en mi camino, y sin embargo, la vida me lo puso,
y a mí en su vida. No fue una historia muy larga, pero sí muy ancha. Fue un
período bastante duro, pero por otra parte tengo mucha suerte, porque puedo
ayudar a que su legado llegue a las futuras generaciones".
Cuando Eugenia Eiriz nacía, en 1972, Antonio Gades (ya con 36 años)
llevaba más de una década como reconocido bailarín de flamenco en España. Ya
había fundado su propia compañía, había recorrido el mundo varias veces y
estaba preparando el que sería uno de sus espectáculos más reconocidos: Bodas de sangre. Y cuando ambos se
conocieron, en el Teatro Real de Madrid, en 2002, mientras trabajaban en la
puesta en escena de Fuenteovejuna, ella estaba emocionada porque conocería a su
ídolo, a quien había visto actuar en 1983, en Carmen.
Eugenia y Antonio alcanzaron a estar juntos menos de dos años como
pareja, pero Gades le encomendó, junto a una de sus hijas, María Esteve,
dirigir la Fundación que lleva su nombre.
Muchos desconfiaron de qué podría hacer Eugenia (con 32 años al momento
de la muerte de su marido) con el legado de Gades. Y ella lo reconoce: en esta
década que llevan trabajando, uno de los desafíos más duros ha sido demostrar
que tanto ella como María (presidenta de la fundación) podrían hacer un buen
trabajo.
"Cuando una persona de esta categoría se va, todo su entorno queda
un poco perdido (...) Tienes que ir ganándote la confianza de las personas que
han estado trabajando con él, y eso se hace poco a poco, es difícil. Yo tenía
una diferencia de edad grande con Antonio, y eso, en los inicios, hizo que me
miraran de una forma distinta y que tuviera que demostrar un poco más que los
demás", dice ahora Eugenia.
Uno de sus grandes triunfos ha sido formar nuevamente la compañía
Antonio Gades, que el bailaor había disuelto. Pero Eugenia sabe que el
repertorio que dejó su marido, aunque vanguardista, es escueto: ¿se podrán
crear nuevas obras bajo el legado del bailaor que sean de su misma calidad
artística?
"Nos sentimos en una encrucijada: por un lado, somos conscientes de
que tenemos la labor de conservar un patrimonio que está vivo, porque los
bailarines lo mantienen vivo. Pero por otra parte decimos: quizás llegue el
momento en que tengamos que crear obras según las pautas que ha dejado Gades.
Pero vamos poco a poco".
Eugenia Eiriz nunca vio bailar a Antonio Gades durante el período en que
estuvieron juntos: el bailaor ya estaba debilitado y enfermo. Sí se queda con
los recuerdos del ballet, de las películas junto a Carlos Saura, donde hacía
dupla con Cristina Hoyos, con quien terminó distanciado, al igual que con el
cineasta, cuenta Eugenia.
"Él decía: yo no sé de inspiración; sé de trabajo, trabajo, trabajo
(...) En la forma de bailar de estas personas que han pasado estas vidas
terribles hay algo especial, porque nos están contando cosas que nosotros no
hemos vivido", dice, a propósito de la historia de pobreza que marcó la
vida de Gades: un hombre que nació en el año en que se desató la Guerra Civil
española, lo que hizo que casi no terminara la escuela y que empezara a
trabajar a los 11 años. De Gades, Eugenia también admiró su consecuencia. Fue
por algo que su última regata tuvo como destino Cuba, país con el que tenía
simpatías políticas, y también la razón de por qué decidió que, al momento de
su muerte, sus cenizas fueran esparcidas en la isla. No quiso ninguna ceremonia
fúnebre.
"Su vida fue lo que vivió y dejó. Fue un acto de grandeza porque
había sido una persona grande. Él dijo que solo quería irse con el viento".
Gades y Saura, una
relación conflictiva
En 1981 comenzó la colaboración del cineasta Carlos Saura con Antonio
Gades y con el productor Emiliano Piedra. Tras ver su ballet teatral Bodas de sangre Saura le propuso
llevarlo al cine, dando comienzo a lo que alguien ha denominado "un género
de musical español genuino, alejado de los moldes anglosajones", que
obtuvo un dilatado éxito internacional tras proyectarse en el Festival de
Cannes. Lo que comenzaba como un ensayo se iba convirtiendo, casi insensiblemente,
el espectáculo mismo, en un impecable "crescendo" estético y de
considerable poderío trágico.
Si Bodas de sangre fue, sobre
todo, un pulcro registro del ballet de Gades, desarrollado en un ascético
decorado, cineasta y coreógrafo intentaron dar un paso más allá con Carmen (1983), que puso música y danza
al clásico personaje de Merimée y Bizet, pero dio un paso más en cuanto a
complejidad cinematográfica: la película no se centraba únicamente en el
ballet, sino que establecía un juego de "ficción dentro de la
ficción", atendiendo a la vez al espectáculo en el escenario y a los
conflictos personales de sus intérpretes.
La tercera colaboración entre ambos fue la más ambiciosa pero menos
convincente con El amor brujo,
inspirada en la obra homónima de Falla. Quizá por eso Saura y Gades terminaron
distanciados.
La semblanza de un
maestro de la danza del siglo XX
Antonio Gades, nació en Elda el 14 de noviembre de 1936, en el seno de
una familia humilde. Pocos meses después de su nacimiento su familia se
trasladó a Madrid. Con solo once años, Gades se ve obligado a comenzar a
trabajar en un estudio fotográfico.
En 1949 se inscribió en una academia de baile, y en 1951 entró a formar
parte de la compañía de Pilar López y el primer bailarín, Manolo Vargas. En
1962 fundó su primera compañía y viajó a Italia como primer bailarín y
coreógrafo. A su regreso se lo vio en el film Los tarantos, de Francisco Rovira
Beleta, y en los años siguientes trabajó con Rudolf Nureyev. En 1969 realizó la
coreografía de El amor brujo con la
Ópera de Chicago, y viajó con ella por el mundo. Desde entonces su compañía, el
Ballet de Antonio Gades, constituiría un parteaguas en la historia de su arte.
Falleció en Madrid el 20 de julio de 2004.
No hay comentarios:
Publicar un comentario