ENCUENTRO
CON LA SOMBRA
(El
poder del lado oscuro de la naturaleza humana)
Carl G. Jung / Joseph
Campbell / Marie-Louise von Franz / Robert Bly / Ken Wilber / Nathaiel Branden
/ Sam Keen / Larry Dossey / Rollo May / M. Scott Peck / James Hillman / John
Bradshaw y otros
Edición a cargo de Connie Zweig y
Jeremiah Abrams
NONAGESIMOSEGUNDA
ENTREGA
SÉPTIMA PARTE
24. EL PROBLEMA DEL MAL EN LA
ACTUALIDAD (1)
Carl G. Jung
Uno
de los fundadores del psicoanálisis. Su principal interés se centró en el
misterio de la conciencia, la personalidad y los problemas espirituales que
aquejan al hombre moderno. Entre sus numerosos libros podemos citar: Tha Collectec Works (en 20 volúmenes);
Modern Man in Search of a Soul; Man and His Symbols y su conocida
autobiografía Memorias, Sueños y
Reflexiones. Muchas de sus obras han sido traducidas al castellano.
El
mito cristiano permaneció inexpugnable durante todo un milenio hasta que en el
siglo XI comenzaron a advertirse los primeros síntomas de una transformación de
la conciencia (1). A partir de ese momento, la inquietud y la duda fueron en
aumento hasta que, a fines del segundo milenio, vuelven a percibirse los
atributos de una catástrofe mundial que amenaza a la conciencia. Esta amenaza
consiste en una hipertrofia de la conciencia -una hubris, en otras palabras- que puede resumirse en la frase: “No hay
nada superior al hombre y sus hazañas”. El mito cristiano ha perdido su
trascendencia y, con ella, ha desaparecido también la noción de totalidad
ultramudana propuesta por el Cristianismo.
A
la Luz sigue la oscuridad, la otra cara del Creador, y este proceso ha
alcanzado su punto culminante en el siglo XX. Este emergencia del mal, cuya
primera erupción violenta tuvo lugar en Alemania, coloca al Cristianismo frente
al mal (representado por la injusticia, la tiranía, la mentira, la esclavitud y
la opresión de la conciencia) y revela hasta qué punto el Cristianismo ha sido
socavado en el siglo XX. El mal ya no puede seguir justificándose con el
eufemismo de la privatio boni y se ha
convertido en una realidad determinante que ya no puede eliminarse del mundo
por medio de una simple paráfrasis. A partir de ahora debemos aprender a
controlarlo porque va a permanecer junto a nosotros aunque, de momento, resulta
difícil concebir cómo podremos convivir con él sin experimentar sus terribles
consecuencias.
En
cualquier caso, lo cierto es que necesitamos una reorientación, una metanoia. Permanecer en contacto con el
mal supone correr el riesgo de sucumbir a él. Sin embargo, ya no podemos seguir
sucumbiendo, ni siquiera al bien. Un bien en el que “caemos” deja de ser un
bien moral. No se trata de que se convierta en algo malo sino de que el mismo hecho
de sucumbir puede generar todo tipo de problemas. Cualquier forma de adicción -ya
se trate de la adicción al alcohol, a la morfina o al idealismo- es mala.
Debemos dejar de pensar en el bien y el mal como términos absolutamente
antagónicos. Debemos dejar de lado el criterio de la acción ética que considera
que el bien es un imperativo categórico y que podemos soslayar el llamado mal.
De este modo, al reconocer la realidad del mal necesariamente relativizaremos al
bien y al mal y comprenderemos que ambos constituyen paradójicamente dos
mitades de la misma totalidad.
En
la práctica esto significa que el bien y el mal dejan de ser
incuestionablemente evidentes y que debemos caer en cuenta de que es nuestra
propia valoración lo que los hace tales. Sin embargo, todo juicio humano es imperfecto y, por consiguiente, no podemos seguir creyendo
ingenuamente en la infalibilidad de nuestros juicios. El problema ético sólo se
presenta cuando comenzamos a poner en cuestión nuestras valoraciones morales.
Pero que el “bien” y el “mal” sean relativos no significa que se trate de
categorías inválidas o inexistentes. Por otra parte, sin embargo, continuamente
nos vemos en la obligación de tomar decisiones morales y de asumir las
consecuencias psicológicas que necesariamente acompañan a nuestras decisiones.
Como he señalado en otras ocasiones, todo error cometido, pensado o deseado
volverá nuevamente a nuestra alma. Los contenidos de nuestros juicios dependen
del lugar y del momento y, por tanto, asumen formas muy diversas. Toda valoración
moral se asienta en la aparente certidumbre de un código moral que pretende
saber exactamente lo que es bueno y lo que es malo. Pero una vez que hemos
descubierto lo inseguro de sus fundamentos, cualquier decisión ética se convierte
en un acto creador subjetivo.
Notas
(1) C. G. Jung, Aion,
Collected Works, trad. R. F. C. Hull,
Bolingen Series XX, vol. 9, ii, (Princeton N. J.: Princeton University Press,
1980), pp. 82 y siguientes.
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