GASTON
BACHELARD
LAUTRÉAMONT
(traducción de Angelina Martín del Campo)
QUINCUAGESIMOPRIMERA ENTREGA
VI. EL COMPLEJO DE
LAUTRÉAMONT
Nous
entrâmes au salón pour nous reposer. M. Lenoy marchait devant
nous; il s’arrête tout d’un coup et recule. Tout inderdit; nous avançons… Une
panthère énorme, accroupie au fond de l’appartement, fixait sur nous ses yeux
brillants et féroces; sa queue se redessiat à l’entour de ses flancs tachetés
et sa mâchoire entr’ouverte laissait voir de blanches et longues dents qui ne
nous rassuraient pas. Cet animal était empaillé avec tant d’art qu’il était
impossible de ne pas le croire vivant.
(“Entramos
en el salon a reposar. El señor Lenoy iba delante de nosotros; de repente se
detiene y retrocede, desconcertado; avanzamos… Una pantera enorme, acurrucada
en el fondo del apartamento, fijaba en nosotros sus ojos brillantes y feroces;
su cola se levantaba rodeando sus flancos moteados y su quijada entreabierta
dejaba ver largos y blancos dientes que no nos tranquilizaban. Ese animal
estaba disecado con tanto arte que era imposible no creerlo vivo.”
Lettre de Leconte de L’Isle
citada por Estève
Leconte
de L’Isle entendit hurler sur le grêve du Cap les chiens sauvages dont il
devait, bien des années plus tard, interpréter les lamentables abolements. Il
vit des babouins et des autruches. Il put même contempler de près deux lions,
vivants cette fois, un mâle et un famelle. Il est vrai qu’ils étaient en cage. “Le
mâle n’a que deux ans, il est déja magnifique, ses bonds sont effrayants et
sublimes; quand il rugit, les murs de sa prison tremblent.” Mais plus qu’aux
animaux féroces, empaillés ou non, il s’intéressa aux dames du pays…
(“Leconte
de L’Isle escxuchó aullar en la arena del Cabo a los perros salvajes cuyos
lastimeros aullidos interpretaría muchos años después, Vio babuinos y avestruces.
Incluso pudo contemplar de cerca a dos leones, vivos esta vez, un macho y una
hembra. Verdad es que estaban enjaulados. ‘El macho solo tiene dos años, es ya
magnífico, sus saltos son terroríficos y sublimes; cuando ruge, tiemblan los
muros de su prisión.’ Pero más que por los animales feroces, disecados o no, se
interesó por las damas del país.
ESTEVE, Leconte de L’Isle
I (1)
Para medir bien toda la
importancia de un complejo, para comprender los sentidos múltiples de la
psicología de los complejos, es a menudo interesante ver en acción un complejo
mal injertado, un complejo tironeado por contradicciones, frenado por
escrúpulos. A veces el complejo también revela algunos de sus caracteres por el
solo hecho de que es sublimado artificialmente, que es adoptado sin fe, como
medio de expresión al que se considera barroco, y que sin embargo es
comprensible para todos. En uno y otro caso -insuficiencia o desviación- el
dinamismo del complejo se siente como falseado: pero ese error, esa suspensión
de pronto hacen comprender un mecanismo psicológico que permanecía en
secreto mientras funcionaba normalmente.
Vamos a estudiar
diferentes ejemplos del complejo de Lautréamont
larvado o esclerotisado, en formas reducidas, en sus energías aminoradas:
esos ejemplos nos parecerán repugnantes o ridículos. Entonces tal vez se nos
acuse de aplicar a las obras, que por otra parte, siguen siendo hermosas y
vivas, un cuadro que es deforme, un sistema de examen pedante. Ese es el
reproche que se hace siempre a los que desean comparar almas diferentes, pues
la comparación de almas diferentes siempre equivale más o menos a negarles a
dichas almas una originalidad esencial. Evidentemente parece más seductor ir de
inmediato al centro de las almas individuales, afirmar la unidad de ese centro;
finalmente, vivir con una perfecta simpatía la intimidad y originalidad
profundas del héroe espiritual que se estudia. Pero es precisamente allí donde
se encuentra la paradoja; una
originalidad necesariamente es un complejo y un complejo no es nunca muy
original.
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