ENCUENTRO CON LA SOMBRA
(El
poder del lado oscuro de la naturaleza humana)
Carl G. Jung / Joseph
Campbell / Marie-Louise von Franz / Robert Bly / Ken Wilber / Nathaiel Branden
/ Sam Keen / Larry Dossey / Rollo May / M. Scott Peck / James Hillman / John
Bradshaw y otros
Edición a cargo de Connie Zweig y
Jeremiah Abrams
CIENTOVIGESIMOTERCERA
ENTREGA
OCTAVA PARTE
LA CONSTRUCCIÓN DEL ENEMIGO: ELLOS
Y NOSOTROS EN LA VIDA POLÍTICA
30. EL CREADOR DE ENEMIGOS (6)
Es
inevitable que la mentalidad infantil paranoica ves en el enemigo algunas de
las cualidades paradójicas del mal padre. La fórmula necesaria para poder
destruir al enemigo con total impunidad moral siempre atribuye al enemigo un
poder casi omnipotente y una degradación moral casi absoluta. Las declaraciones
del Departamento de Defensa de los Estados Unidos, por ejemplo, suelen asumir
un estilo típicamente paranoico enfatizando la superioridad de la Unión
Soviética en la producción de bombas, tanques, misiles, etcétera, subrayando
también, al mismo tiempo, el despiadado avance del comunismo y del ateísmo en
el mundo. El Kremlin, por su parte, jugaba a lo mismo.
Lo
cierto es que la mentalidad paranoica no tolera la idea de igualdad. Un
paranoico debe sentirse sádicamente superior -y dominar a los demás- o bien
debe sentirse masoquistamente inferior -y sentirse amenazado por ellos. Los
adultos, en cambio, pueden sentirse iguales y compartir, de este modo, su
responsabilidad tanto por el bien como por el mal, pero en la mentalidad
infantil, el gigante -el padre, el enemigo- es el único que detenta el poder,
el único, por tanto, moralmente responsable de no eliminar el mal y el
sufrimiento de su vida.
El
homo hostilis es irremediablemente
dualista, un dualista maniqueo:
Nosotros
somos inocentes Ellos son culpables
Nosotros
decimos la verdad Ellos mienten
Nosotros
informamos Ellos hacen
propaganda
Nosotros
tenemos un Ellos tiene un Ministerio
Departamento
de Defensa de la Guerra
Nuestros
misiles y armas Las suyas son
ofensivas
son
defensivos.
La
más terrible de todas las paradojas morales, sin embargo, el nudo gordiano que
debe ser cortado para que la historia pueda seguir su curso, es el hecho de que
creamos el mal a partir de nuestros ideales más elevados y de nuestras
aspiraciones más nobles. Necesitamos ser héroes, estar del lado de Dios,
eliminar el mal, purificar el mundo y vencer a la muerte aunque para ello
tengamos que sembrar la destrucción y la muerte de todo lo que se interponga en
nuestro camino hacia nuestro heroico destino. Necesitamos y creamos enemigos
absolutos no porque seamos intrínsecamente crueles, sino porque proyectamos
nuestro odio sobre un objetivo externo, agrediendo a los extraños, tratando de
agrupar a nuestra tribu o nación y permitiéndonos entrar a formar parte de un grupo
cerrado y exclusivo. Creamos un excedente de mal porque tenemos necesidades de
pertenencia.
¿Cómo
podemos crear psiconautas, exploradores de las alturas y profundidades del
psiquismo? ¿Cómo llevar a cabo una cruzada interna contra la paranoia, la
mentira, la autoindulgencia, la culpabilidad, la vergüenza, la pereza, la
crueldad, la hostilidad, el miedo y el absurdo? ¿Cómo puede la sociedad
reconocer y recompensar el coraje de quienes combaten las tentaciones
diabólicas del yo, de quienes emprenden una guerra santa contra toda la maldad,
la perversión y la crueldad que anida en su interior?
Si
realmente deseamos la paz debemos empezar a desmitificar al enemigo, dejar de
politizar los fenómenos psicológicos, recuperar nuestra sombra, dedicarnos a
estudiar minuciosamente las mil y una formas en que negamos, enajenamos y
proyectamos en los demás nuestro egoísmo, nuestra crueldad y nuestros celos y, finalmente,
comprender en profundidad cómo hemos creado inconscientemente un psiquismo
beligerante y cómo hemos perpetuado las innumerables variedades de la
violencia.
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