HORACIO
QUIROGA
LOS
“TRUCS” DEL PERFECTO CUENTISTA Y OTROS ESCRITOS
Selección, prólogo y
notas: Beatriz Colombi y Danilo Albero-Vergara
PRÓLOGO
(5)
UNDÉCIMA ENTREGA
Una
imagen del escritor (1)
En las distintas
imágenes de escritor que Quiroga perfila en estos artículos y en su
correspondencia privilegia aquella del escritor que cimienta la literatura en
la experiencia, lo que condice con su poética de exaltación de la sinceridad,
de lo que él llamará la “verdad”, la “sensación de vida”. Así, en “Carta
abierta al Sr. Benito Lynch”, de 1916, celebra la publicación de Los caranchos de la Florida, que lo
entusiasma por la “verdad” del paisaje; del mismo modo, en “Un poeta en la selva:
José Eustaquio Rivera”, 1929, resalta el conocimiento in situ de la selva por parte de Rivera. Otro tanto hace en “Sobre El ombú de Hudson”, de 1929.
Quiroga se aparta de la
imagen del “raro” dariano, caracterizado por su rechazo al mundo burgués y de
la realidad en general, para construir la imagen del escritor aventurero. Las
figuras anglosajonas le sirven de modelo. London, Conrad, Hemingway, B. Harte,
Kipling, (15) Hudson, (16) que con matices de mayor o menor vitalidad transitan
la experiencia del mundo en viajes, aventuras, traslaciones espaciales o
culturales, la imagen del aventurero se entrecruza con otras: el dandy, el
héroe, el eremita, todas fabulaciones modernas de la figura del escritor.
No hay que desechar en
la construcción de imagen de escritor la del dandy d’annunziano, a quien si
bien Quiroga denuesta como escritor una vez superada su etapa decadente, no
puede sustraerse como ejemplo de vitalismo. En Julio Verne reconoce se “pequeña
retórica” y su “no siempre fiel erudición”, no obstante elogia su enorme fuerza
narrativa y lo ve como paradigma del “poeta épico de la acción”, promotor de
las fantasías infantiles.
Tiene peso, además, la
imagen del escritor agreste, del escritor-eremita, como Tolstoi o Thoreau. Dice
de este último en carta a Ezequiel Martínez Estrada del 27 de agosto de 1936: “Como
Ud. sabe, Thoreau, compañero de Emerson, dio en considerar que el hombre debe
bastarse a sí para lo que se fue a vivir solo a orillas de un lago, haciéndose
todo él mismo. Cuenta muy bien sus trabajos. En particular su lucha con los
ratones y para enderezar clavos es magnífica”. Quiroga lee a Axel Munthe en su
último refugio misionero y otra vez la imagen del escritor recluido del mundo
en una sociedad primitiva lo seduce, y fantasea con escribir “el libro de mi
vida en fragmentos”, a imitación de la Historia
de San Michelle. Objetivo que, de alguna manera, concreta con la
correspondencia de sus últimos años.
Notas
(15) En carta a Julio
E. Payró, del 4 de abril de 1936, dice: “También como Kiplig, creo que el
hombre de acción ocupa en mi ser un lugar tan importante como el escritor. En
Kipling la acción fue política y turística. En mí, de pioneer agrícola. Esto
explica que, cumplida a mi modo de sentir mi actividad artística, resucite muy
briosa mi vocación agreste”. Cartas
inéditas de Horacio Quiroga, tomo I, op.
cit.
(16) En carta a
Ezequiel Martínez Estrada del 12 de enero de 1936 dice: “Y en cuanto al amor al
hombre (Hudson), yo lo profeso al igual de Ud., con menos fervor acaso, porque
Ud. lo está admirando hasta ahora desde
lo lejos de su vida urbana, y yo estoy viviendo un poco la vida natural,
hudsoniana”, Cartas inéditas de Horacio
Quiroga, tomo I, op. cit.
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