LOS
CANTOS DE MALDOROR
CENTESIMOCTAVA ENTREGA
(Barral Editores / Barcelona 1970)
CANTO CUARTO
6 (2)
No me dirijo a vuestra
inteligencia, le haríais vomitar sangre por el horror que os demuestra:
olvidadla y sed consecuentes con vosotros mismos… Vamos, que no haya más
trabas. Cuando quería matar, mataba, lo que me ocurría con harta frecuencia sin
que me lo impidiera nadie. Las leyes humanas me perseguían con su venganza,
aunque yo no atacase a la raza que había abandonado tan serenamente; pero mi
conciencia no me hacía ningún reproche. Durante el día yo combatía con mis
nuevos congéneres y el suelo quedaba sembrado de numerosas capas de sangre
coagulada. Como yo era el más fuerte, todas las victorias fueron mías. Heridas
abrasadoras me cubrían el cuerpo aunque aparentaba no darme cuenta. Los
animales terrestres se alejaban de mí, y me quedé solo en el centro de mi
deslumbradora grandeza. ¿Cuál no sería mi estupor cuando, después de haber
atravesado un río a nado, par alejarme de las comarcas que mi furor había
despoblado, y pisar otros campos para imponer mis hábitos de asesinato y
carnicería, intenté caminar por esa ribera florida? Mis pies estaban
paralizados; ni el menor movimiento se producía para delatar la certidumbre de
esa inmovilidad forzosa. En medio de esfuerzos sobrenaturales para continuar mi
camino, de pronto desperté, y tuve la sensación de que volvía a ser hombre. La
Providencia me daba a entender así, de un modo que no resultaba explicable, que
ella no quería que mis proyectos sublimes se cumplieran ni siquiera en sueños.
Retornar a mi forma primitiva fue para mí un dolor tan grande que por las
noches lloro todavía. Mis sábanas están constantemente empapadas, como si las
hubiera metido en agua, por lo cual necesito cambiarlas todos los días. Si no
lo creéis, venid a verme; comprobaréis con vuestros propios ojos, no la verosimilitud,
sino más todavía: la verdad misma de mi aserto. ¡Cuántas veces después de
aquella noche pasada a cielo descubierto sobre un acantilado, me he unido a las
piaras de cerdos para recobrar, como si me correspondiera por derecho, mi
metamorfosis destruida! Ya es tiempo de abandonar esos gloriosos recuerdos que
no dejan tras sí más que la pálida vía láctea de las penas eternas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario