LA VUELTA DE DON VERÍDICO
DUODÉCIMA
ENTREGA
LA CARRETILLA
Pero más paseandero que
Futuresco Talón, difícilmente. Salió así porque siempre lo estaban mandando a
pasear y era hombre muy obediente.
La última vez que lo
mandaron de paseo, fue en el baile que el dio el viejo Maldito Sofreno cuando
el santo de su hija mayor, Butulina Sofreno, que a la vieja le decían
“Silencio”, porque eran cinco hermanas y ella era una santa.
En ese baile Futuresco se
pasó echándole el ojo a una moza, y dale echarle el ojo, se lo echó tanto que
casi se le duerme. Pa sacar a bailar, tenía unos aprontes que cuando sacaba, la
china ya se había casau con otro.
Pa la madrugada, el viejo
Sofreno pegó el grito:
-Señore, vamo a bailar un
tango y se acabó el baile porque mañana hay que madrugar y se acabó el vino,
ahí va el tango.
Al primer acorde,
Futuresco se preparó. Se arregló el pañuelito golilla en el cogote. Se calzó
las zapatillas que usaba en chancletas. Se mandó un trago de caña para agarrar
coraje. Se enjuagó la boca con gaseosa pa no jeder a caña. Se limpió las uñas
con los dientes del peine. Acomodó la garganta pa que le saliera buena voz.
Apagó el pucho en los restos de un vaso de vino. Pidió una pastilla de menta
pal olor al tabaco. Se ajustó la piola que le sujetaba las bombachas, y se le
arrimó a la china pa invitarla a bailar. En el momento en que le dijo: “¿Baila,
moza?”, el tango hacía: “Chan chan”.
Futuresco se quedó en
mitá del gesto, y pa disimular como quien no tiene la culpa fue y le dijo:
-¡Cha que vienen cortones
los tangos de ahora!
Ella lo miró apenitas, y
mientras arrancaba pa la puerta le dijo:
-¡Aaandá a paaseaaar!
Al escuchar aquello lo
primero que hizo fue salir a pasear, pensando que al final de cuentas no le
había ido tan mal porque la china lo había tuteado de primera. Paseando,
paseando, fue a dar al boliche El Resorte. Cuando le preguntaron qué andaba
haciendo, contestó:
-Y, ya lo ve… paseando nomás.
Después, pa sacarse el
gusto a la pastilla de menta pidió un vino, y después un segundo vaso pa
sacarse el gusto del primero. Gusto va, vino viene, el hombre se empezó a poner
tristón porque no tenía con quién pasear.
Sin caballo, sin perro,
sin carro ni bicicleta, el hombre paseaba siempre en patas con el ruido de las
chancletas contra el talón como única compañía.
Le atacó una tristeza que
el barcino se le arrimó a dormir contra el codo, la Duvija lo invitó con un
quesito picado, y Rosadito Verdoso le arrimó unos higos, pelados.
Fue cuando al tape Olmedo
se le ocurrió lo de la carretilla.
-Usté desculpe paisano
-le dijo, porque cada uno es dueño de su cada cual, pero pa mí, lo que usté
necesita es carretilla. Usté consigue carretilla y se muere de risa. Consiga y
después me dice.
Como en el boliche naides
tenía carretilla, ni el hombre plata pa comprar carretilla, pusieron un cartel
en la puerta que decía: “Se reciben carretillas”.
A los pocos días había
varias carretillas en la puerta. Cuando Futuresco las vio, saltaba en una pata.
Se quedó con la más bonita, con la que tenía la rueda más chingada y a la que
le chillaba más el eje.
La miraba toda alrededor,
le tomaba el peso, la daba vuelta, la hacía dir pa atrás y pa delante, la
llevaba lejos y la traía a toda velocidá pa pararla de punta contra la paré, y
le fue agarrando la mano que era un lujo. La rueda se la pintó de verde, y a
los costados le hizo escribir “¡Haiga un criterio!”. Hasta se consiguió una franela
pa lustrarla. ¡Si le habrán querido poner cosas arriba de esa carretilla! Pero
Futuresco tenía carretilla solo pa pasear, y eso domingos y feriados nomás.
Solía llegar a los
ranchos de tardecita, y la dejaba a la vista. Tomaba unos mates, proseaba un
poco, y pa la caída del sol se iba empujando la carretilla, chiflando bajito.
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